Grande como un oso, negro y peludo, mimoso como un bebé, alborotador y alegre como una criatura de corta edad, cariñoso y tierno... uno más en la familia.
Fiel como sólo lo es un buen amigo, inteligente como un humano, guapo entre los guapos, con unos ojazos que miraban curiosos a través de mechones ensortijados de suave y largo pelo.
Gracioso, divertido, majete, atractivo, moreno, enorme, leal, entrañable, sincero,fraternal, efusivo, simpático, lisonjero, saltarín, natural... Nada en él era ficticio, sin rastro de hipocresía, porque era un perro... ¡nuestro perro!, al que sólo le faltaba hablar.
Era un schnauzer gigante, de corpachón enorme y extraordinario espíritu, que hoy ha emprendido un largo viaje sin retorno. Su alma inquieta y noble correteará por la llanada alavesa.
Se llamaba Danko, Dankito para los íntimos, los que no te olvidaremos.