Ser del Alavés es nacer con la víscera del corazón a rayas albiazules, aprender a disfrutar con lo pequeño y avanzar a pasitos lentos, pero firmes, es rozar la gloria y quedarse con las ganas, pero seguir sin descanso.
Es bajar a los infiernos, viendo como otros persiguen y logran sus grandes sueños, saber lo que cuesta una victoria, arañada a base de masticar el corazón que te golpea los dientes. Es un sentimiento que se hereda, la grandeza de lo pequeño, el esfuerzo de una ciudad y el no bajar la cabeza de una afición impecable.
Es el grito unánime desde la grada, no rendirse nunca esté donde esté y aunque tenga que arrastrarse por campos de lodazal. Es una afición única, con perdón, que jamás la podrán soñar ninguno de esos tres que no saben qué es jugársela en la Segunda División y mucho menos en Segunda B.
Es el afecto hecho, unas veces donosura o llantina espesa, según las épocas. Es el amor incondicional que sienten los padres por ese hijo, que aún siendo el torpón de la clase, son sabedores, no sólo de que va a alcanzar el suficiente, sino que con su aliento y su fuerza, llegará a ser brillante.
Es la pasión de un amor quinceañero, de un flechazo que uno siento al reconocer a su alma gemela.El runrún de mariposas en la boca del estómago de un tartamudo y tímido enamorado. Es el amargor de los jugos gástricos, asentándose en las gargantas, provocando una ácida arcada, de un tragó de vino, aunque sea Crianza de Rioja Alavesa y la indigestión del bocata cuando el contrario marca un tanto, tras el descanso.
Es el grito fervoroso de una palabra mágica, que a miles de gargantas de diferente cultura, economía, edades, sexo, religión e ideas políticas, nos une con un fervor casi enfermizo y que nos nace de las entrañas:
¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOL!!!!! Y que el mismo Dios sabe que ese golazo lo ha metido el GLORIOSO, porque somos muchos los que miramos hacia el cielo y lo dedicamos a quienes nos enseñaron a amar incondicionalmente a nuestro equipo.
Es la esperanza de saber que creceremos, la juventud de un chaval de 96 años, el pasado no tan lejano, jugándonos la honrilla con equipos como el Lemona o la entrada a Europa por la Puerta Grande. Es la efervescencia de una afición sin límite, sin descanso. Sudar tinta china, aunque el termómetro en Mendi marque bajo cero.
¡Cuántas alegrías nos has dado, Alavés de mis amores! ¡Cuántas malas carreteras hemos circulado! ¡Cuántos cabrones te han vapuleado! ¡Cuántas historias conoces! ¡Cuánta huella estás marcando!
¡Cuánto te quiero, ALAVÉS, cuánto te admiro!