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miércoles, 7 de junio de 2017

¡ESTO ES UN ATRACO!

   - Lo mires como lo mires, es un atraco a mano armada, Eugenio.
   - Si tú lo dices...
   - Lo digo yo y cualquiera con dos dedos de frente... El tío va y se planta ante ti, serio, arrogante, porque tiene la sartén por el mango, armado y por si esto fuera poco, embozado y disfrazado de marciano.
   - ¡Mujer! Es por razones físicas y psicológicas.
   - ¡Claro qué es por razones psicológicas! ¡Para que no le delates. ¿Qué hay de físico en un atraco? ¿Me lo puedes explicar?
   - Últimamente creo que se lleva más el azul.
   - ¡Otra gilipollez, Eugenio! ¡Cuánta tontería existe hoy en día! Hasta hay que seguir la moda para ir desvalijando por ahí al prójimo.
   - Creo que es porque el azul disimula mejor el color de la sangre.
   - ¡Y lo dices tan tranquilo! ¡Qué tú de eso  no debes tener en las venas, Eugenio!
   - No impacta tanto, creo.
   - ¡Chico, qué pachorra la tuya! Te abre en canal y el muy ladino, quiere disimular el color de la sangre... Para que parezca, ¿qué? ¿Horchata? En realidad eso es lo que te debe de correr por las venas.
   - Tengo entendido que mejora las grabaciones.
   - Pero, ¿qué moda es esa de grabarlo todo? ¿Con qué fin pretende nadie normal grabar un atraco? ¡Esto se sale de madre, Eugenio! Y para colmo de males, te drogan, después de decirte que estés tranquilo. ¡Tranquilo, Eugenio! ¿Cómo va a estar tranquila una persona a la que le van a despojar de lo suyo?
   - No ves la realidad.
   - ¿Qué no veo la realidad? ¡Es un atraco en toda regla, con guantes para no dejar huella y con  la cara tapada, para que no te vayas de la lengua y les delates. ¡Un atraco, Eugenio, por muy látex blanco que se enguante!
   - ¡Qué cosas tienes!
   - ¡Sólo notarás un pinchacito de nada, Eugenio! El tío lo suelta, así, como quién no quiere la cosa y tú caes redondo y él y sus secuaces a hurgarte los bolsillos internos, a ver qué se encuentran. Con cuchillo en mano, sin pensarselo dos veces, con pulso perfecto... ¡Zas! Saltan sobre ti y te abren en canal...
   - ¡Mujer! Tienes unas maneras...
   - Armados todos hasta los dientes, que ni te da tiempo a contarlos y encima pretendes darles las gracias... ¿Desde cuándo a los ladronzuelos hay que darles las gracias? ¿Dónde está escrito?
   - ¡Qué exagerada eres!
   - ¿No te das cuenta, Eugenio? ¡Se quedan con lo tuyo! Van a la brava, con altanería y tú actuas como si les debieses la vida.
   - ¡Cómo te gusta dramatizar! ¡Claro que les deberé la vida!
   - En caso de que no se les vaya la mano, porque tú poco puedes hacer estando grogui y en el peor de los casos o te dejan idiota o cabe la posibilidad de que te quedes fiambre.
   - ¡Eres única dando ánimos! Sólo me van a quitar lo que tengo malo, que por muy mío que sea, debe de estar para el arrastre.
   - ¡Eso es lo que te ha dicho el desvalijador! Pero, ¿qué sabes tú? ¡A saber qué van a hacer con ella!
   - Ni sé ni me importa... Y deja ya de darme la lata, que están a punto de bajarme al quirófano, a ver si me quitan de una puñetera vez la machacona vesícula y me olvido de los cólicos.
   - ¡Al matadero es donde te llevan, Eugenio! Al lado del depósito de cadáveres. Y ni se te ocurra mostrarte condescendiente con los salteadores, ¡qué buenos cuartos nos llevan!
   - Eso si que es un atraco, chica. ¡Por una vesícula que no vale para nada nos cobran un pastizal!
   - ¡ Lo que yo te digo, Eugenio! ¡Esto es un atraco!