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lunes, 17 de diciembre de 2018

VUELVE...

   Vuelve...
cada año un poco más pronto... Primero entra la lotería, que se puede acceder a la suerte desde agosto para el mismísimo 22 de diciembre, con el pensamiento asentado, murmurándonos en el oído "¡y si toca aquí!"
   También vuelve El Almendro, que no quebrará jamás gracias a aquel publicista que puede estar a estas alturas jubilado.
   Regresa...
la iluminación callejera, en Vitoria, un año más con remarcada austeridad y con un ligero tufillo a racanería; se engalanan los escaparates, aldabeando sus exquisiteces; los descuentos y las rebajas, los lazos rojos, los Olentzeros y los Reyes Magos, que algunos los enjuician poco magos y nada majos y se hace hueco al barrigón de Papa Noel, sus renos y su orondo saco repleto de regalos. Y ya nos hemos fundido la paga extra, que también vuelve pero que poco dura.
   Reaparece...
la publicidad trasnochada y la original en televisión, del cava, los mazapanes, la sidra y los polvorones (como los Felipe II no hay otros); las comidas pantagruélicas y las reuniones familiares, las discusiones con los cuñados y las fingidas sonrisas a los repelentes sobrinos.
   Retorna...
el aguacero de whatsApp ñoños, los reenvíos a todo bicho viviente en todas las redes sociales, deseando pasiones inolvidables, amores certeros, venturas mil y lozanía y robustez a los tropecientos mil contactos de "amigos", de los que en realidad solo ponemos cara a unos veinte y con los que únicamente nos sentimos bien con un grupo reducido.
   Se muda...
la fiebre agónica y el compromiso de quedar con gente que no vemos en el resto del año, que durante 355 días nos importa un bledo si se rompe una pierna o emigran a las Chimbambas, pero que los últimos quince días del año recordamos y el corazón se nos torna mantequilla de Soria (excelente, dicho sea de paso) y el corazón nos repica sensiblería como si llamasen a maitines.
   Se acerca el día de la salud...
como presagio resignado de que es lo único verdaderamente importante, pero algo acecha, impulsándonos a invertir los euracos en algún décimo que otro, con la esperanza de brindar con los amigos de toda la vida, con la ilusión de juntarnos con los entrañables del barrio en el bar de siempre, ése que es como nuestra segunda casa, por si suena la flauta y además de buena salud, engordamos la cartilla de ahorros.
    Retornan...                                                                                   los que están lejos, el calor familiar al amparo de una buena gestión personal, las sonrisas honestas, los abrazos cálidos, la felicidad efímera, el balance personal del año, los nuevos propósitos que se empolvarán y se harán viejos, allá por mediados de enero, para volver a reaparecer el siguiente diciembre nuevamente vigorosos.
   Renace...
la infancia infatigable, que en algunos se esconde profunda y otros llevamos estampada sobre la piel...
   Resuena...
el Noche de Paz y el Tamborilero, mientras el corazón se nos encoge recordando años pasados y se nos nublan los ojos.
   Torna...
el Belén monumental de la Florida, inmenso y elegante y los mercadillos artesanales y los abetos naturales.
   Se arriman...
los que se fueron de nuestro lado para estar más presentes que cuando los disfrutábamos al alcance del abrazo.
   Se allega...
la nostalgia y los empolvados recuerdos de otras navidades añejas.
   Y vuelve la Rata del Asfalto...
no para desearte felicidad inmensa para todo el año, porque no existe, pero si tranquilidad y sosiego, que disfrutes con los tuyos, que pongas en marcha algunos objetivos, que tengas planes estupendos, que pases horas interminables con quien te haga sentir bien y que 2019 te sientas satisfecho de ti mismo.