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lunes, 16 de diciembre de 2019

LA IDEA MUERTA (CUARTA PARTE)

   Pasados los minutos de incertidumbre, largos, intensos, espeluznantes e incluso eróticos, el filo helado del cuchillo abandonó el acomodo de la mejilla de la muchacha y chocó contra el suelo, produciendo un chasquido esperanzador de incipiente  libertad. No fue un descenso violento. Valverde, realizó  un lento ritual pasando la hoja por el hombro, por el brazo, la cintura, la cadera y la pierna,  pretendiendo que ella lo sintiera cercano, sabiendo que estaba asustada, escuchando el latido acelerado del corazón de la muchacha. Ella también se percató de la seguridad en el obrar, de la respiración apresurada, del trémulo aliento e incluso del lacerante dominio del macho alfa.
   - Tengo algunas extrañas fantasías - confesó el hombre con naturalidad, mientras rodeaba los agitados hombros de Julia, obsequiándole con caricias suaves, blandas y enamoradas.
   Ella se sintió extrañamente protegida y correspondió febrilmente a tan inusitada llamada sensual, abriendo los jugosos labios y explorando de forma salvaje el cuerpo hambriento del hombre. Ambos se prodigaron en una suerte amatoria difícil de comprender. Escudriñaron cada rincón secreto de sus cuerpos, amándose y  sintiéndose ardientes, vivos, unidos e invencibles.
   Luego llegó la cena, el vino, las confidencias, los secretos de ambos, los miedos, los fracasos, las ilusiones y de nuevo... las pasiones. Posteriormente se intensificó el cansancio de Julia, el sueño pesado, las convulsas pesadillas, la agitación, el sosiego entrecortado y... el dolor de muela.
   Si durante el tiempo que permaneció despierta Julia en casa de Valverde, hubiera tenido cerca el móvil, que éste con ligereza le extrajo del bolso en cuanto abandonaron el HANDIKO, hubiera descubierto diecisiete llamadas pérdidas y otros tantos whatsApp de Rita, previniéndole sobre el degenerado conserje.
   Valverde telefoneó a Leo Marty una vez que Julia estuvo profundamente dormida, gracias a los dos comprimidos de DIAZEPAM, que se tomó con un vaso de leche. Le relató todo lo acontecido durante la tarde, tal como se lo había narrado ella, con desesperación y  ansiedad. Al relato estremecedor añadió lo que el mismo sacó en claro, lo que sus ojos vieron, lo que su mente sospechó y lo que su sexto sentido de ex presidiario le dictó.
   El señor Marty recibió una llamada más.
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   SEIS MESES ANTES
   Bartolomé salió de la cárcel de Zaballa un frío día de enero. Caminaba erguido y con paso certero, disimulando el recelo que le provocaba la libertad, amarrado a la incertidumbre que le induciría a luchar antes de comenzar de nuevo, atenazado por el estigma que le imprimió la prisión, escamado ante la infernal duda de si su chica
seguiría junto a él en todos los sentidos pero con la absoluta convicción de que jamás volvería a poner los pies en aquella "casa".
   El viento del norte bufaba intenso, haciendo parecer mucho más baja la temperatura. Se subió hasta arriba la cremallera de la vieja chamarra y se ajustó el cuello con el velcro.
   Cuando divisó a Bert apoyada en el  cochambroso CITROËN BERLINGO estacionado en la carretera, echó a correr, ilusionado como un crío una mañana de Navidad. Arrojó la bolsa al maletero, que esperaba abierto como si fuera un animal  hambriento y se abrazó con fuerza a ella. Se besaron arrebatados. Se disiparon las dudas de Bartolomé. Se alejaron sin volver la vista atrás.
   - ¿Recuerdas aquel tipo raro que visitaba "la casa" con la vaga esperanza de redimiros y que siempre pensamos que era el líder de una secta? - preguntó Bert cuando entraban en Vitoria.
   - ¿El millonario? - sin esperar respuesta, continuó espectante -: ¿Qué pasa con él?
   - Es el propietario del HANDIKO. Te hablé del edificio hace tiempo en alguna de las visitas. 
   - No me interesan los edificios ni nada de la vida de este tipejo - respondió observando receloso a su esposa.
   - Pues debería interesarte. Ahora trabajo para él - en su voz había orgullo.
   - ¿Qué haces qué? - vociferó, dando un  fuerte golpe en la guantera. 
   - En la cafetería que lleva el mismo nombre del edificio. Hoy se supone que tengo consulta médica - aclaró sin reparar en el enfado de su acompañante -. Nadie sabe que estoy casada y mucho menos que sales hoy del trullo. Para tu conocimiento, te diré, que soy una respetable periodista, llamada Rita, que harta de no encontrar nada de lo mío, curro hasta que salte mi oportunidad.
   - ¿Tú estás chinada o qué cojones te pasa?
   - Gano un sueldito que no está mal si eres un pringadillo - aclaró Bert exhibiendo una pícara sonrisa.
   - ¿Qué tramas?
   - El fulano posee un pastizal en colecciones de todo tipo. Una sobre todo destaca entre las demás - hizo una breve pausa esperando algún comentario y observando la reacción de su compañero -. Se trata de treinta y seis relojes antiguos de oro y platino, valorados en una pasta gansa. La guarda en una caja fuerte, en uno de los pisos del edificio. Lo sé de buena tinta porque inocentemente, me lo ha contado la "keli", ya me entiendes, la que limpia, que es una pobre tontaina de la que me he hecho super colega.
   - Veo que no has perdido el tiempo - a medida que Bert iba dando más detalles, Bartolomé se mostraba más interesado -. Pero, aunque he de decir que me ha excitado tu idea, no tengo ninguna intención de volver a la cárcel.
  - ¿Estás de broma? Lo tengo muy bien organizado. Solo faltan algunos detalles, de los que tendrás que encargarte tú.
   - No te saltes pormenores. Esto promete - invitó emocionado, frotándose las manos.
   - Tienes una mujercita que sabe aprovechar las ocasiones. Además de la canuta de la limpiadora, tengo otros informadores. Ya sabes que en los bares te enteras de todo lo que deseas saber, la gente larga fácilmente, sobre todo con un trago de más. Si les ofreces una copa a cuenta de la casa... ¡En fin, qué te voy a decir! Los tengo comiendo de mi mano.
   - Alberta - solo cuando hablaban en serio utilizaba el nombre completo -, ¿son ciertos tus informes? 
   - ¡Ya  me conoces! Soy muy minuciosa en cuanto olfateo algo suculento. Por aquí pasa mucha gente que conoce muy bien al fulano ése. La mayoría son pobres infelices a los que ha ayudado al salir de la cárcel. Están muy agradecidos y le sirven doblando el espinazo, ya me entiendes, de los que se conforman con un sueldo pequeño, a cambio de un trabajo de mierda - hizo una pequeña pausa - gente sin ambiciones y sin imaginación.
   - ¿Quedan todavía de esos desgraciados?
   - Unos cuantos. Son tipos que  van a trabajar y trabajan, meten horas. Se van a sus miserables casuchas a descansar, para volver al día siguiente tan contentos a seguir haciendo lo mismo, como la pánfila del mocho.
   - ¿Qué tiene que ver esa infeliz con nosotros?
   - Al millonario le ha caído en gracia. Ésta no ha estado presa, es   intachable. Se ve a la legua que es honrada a carta cabal. Por eso limpia también el pedazo piso que el tío tiene en el HANDIKO, aunque la mayoría del tiempo vive en Madrid porque tiene muchos negocios. La pobre desgraciada no había visto tanta riqueza junta más que en el HOLA y me lo puso en bandeja. Se dedicó a fotografiar todo lo que veía. Anteriormente, ya había escuchado por aquí algunos chismes sobres las colecciones y a la pardilla de la limpieza le faltó tiempo para contarme las maravillas que posee el chorbo. A la pobre incauta se le diluía el cerebro.
   - ¡Eres fantástica! - a Bartolomé se le habían olvidado los buenos propósitos de avance por el camino honrado con los que salió de Zaballa -. ¡Presiento que la suerte estará de nuestro lado esta vez!
   - Sin embargo, se nos presenta un marrón - Bert recobró la seriedad antes de seguir hablando -, no creo que sea demasiado importante pero esa parte te tocará limarla a ti.
   - ¿De qué se trata?
   - En el HANDIKO trabaja de conserje un tipo extraño. Un tal Valverde, también ha pasado por chirona, no en Zaballa. Sé que se tiró  unos veinte años dentro por cargarse a un fulano. He tratado de ganarme su confianza, pero hasta el momento, no lo he conseguido.  El tío va a su rollo, la gente del edificio le tiene estima, le tratan bien, no sé porqué, la verdad. Es siniestro.
   - No quiero volver al trullo - aseguró Bartolomé, tras meditar algunos segundos sobre las posibles  reacciones del Valverde.
   - ¿Quién habla de volver? Necesitamos a alguien que sepa de armas, que no tenga reparos en despacharse a quien meta las narices donde no le hayan llamado - Bert elevó el tono de voz.
   - Tal vez el figuras esté entusiasmado con su nueva vida. No creo que debas insistir. Buscaré otra persona.
   - ¡No me jodas, Bart! Esta vez lo he planeado yo solita. He aprendido de ti y creo que lo tengo todo muy bien atado. ¡Confía en mi! Si logras convencer al tipo, lograremos que la culpa recaiga sobre él, en caso de problemas. Al fin y al cabo, ha estado en la cárcel. 
   - También yo. Por refrescarte la memoria, acabó de salir y no estoy dispuesto a volver. En cuanto a lo de olvidarte del menda, solo es un consejo. Céntrate en la torda de la limpiadora y deja al conserje al margen y por si las moscas, no te fíes de él.
   - Descuida, si no le molestas, tampoco molesta. Vive en otro mundo.
   Alberta puso en conocimiento de su marido los detalles referentes al golpe. Bart se sintió muy orgulloso del trabajo realizado por la joven y se lo agradeció vivamente, aunque después de estudiar el plan, hizo pequeñas correcciones.
   - Es cierto que necesitamos a una tercera persona pero no a un matón, sino a un experto en cajas fuertes y su apertura. Según las fotos,  concretamente ésta, es de alta seguridad. Combina el sistema de  cerradura electrónica y también emplea llaves para accionarla. No es una chorrada su apertura, te lo aseguro. Esto hay que tenerlo muy bien atado. No quiero a cualquier aficionado.
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   Con el paso de los días los planes se desvanecieron un poco, Bartolomé trató de tomar contacto con algunos conocidos que habían pasado por la cárcel, pero entre ellos no se prodigaban los expertos en cajas fuertes. Al igual que el propio Bart, la mayoría eran ladrones de poca monta y a comienzos de la primavera, Bert tuvo la feliz idea de publicar un anuncio en la sección de CLASIFICADOS de EL CORREO: "Se precisa cerrajero especializado. Trabajo meticuloso".
   Las respuestas no se hicieron esperar. Hubo un aluvión de candidatos. El matrimonio entrevistó por separado a todos los aspirantes. Bert no terminaba de decidirse pero Bart se decantó enseguida por uno de ellos. Se trataba de un tipo peculiar, grande como un oso, sin antecedentes, que había trabajado en banca y que estaba anticipadamente jubilado por exceso de peso.
   - Me parece inteligente pero poco meticuloso - recalcó la joven poco convencida con la elección -. Además su físico llama poderosamente la atención. Cualquiera lo reconocerá con facilidad.
   - Sabe todo lo que hay que saber sobre el tema. Es tozudo, persistente y tiene ideas cojonudas, cualidades todas ellas muy valorables en caso de que las cosas se pongas feas.
   - Te equivocas con él, Bart. Lo que nos hace falta es un tonto que sepa manipular cerraduras...
   - Ponte en contacto con CANUTO - interrumpió Bart divertido.
   - Alguien que cargue con el muerto si las cosas pintan mal - terminó la frase airada, sintiéndose manipulada y desprestigiada por su pareja.
   - La responsabilidad es nuestra. Hará lo que le ordenemos. Ten en cuenta que no ha nacido el tipo que sepa abrir esa clase de cajas de seguridad y que  a la vez sea tonto, cariño - sentenció Bart con tranquilidad.
   - Tiene ideas propias. Quiere hacer las cosas a su modo. No me gusta. "En caso de no  poder abrir la caja, la volaré" - Bert imitó la voz del fulano, al que apodaron Burt -. ¿Tú crees que es una respuesta?
   - Es una forma de hablar, nena. Ten confianza. Ha prometido estudiar la cerradura y comentar con nosotros todos y cada uno de los imprevistos que encuentre - Bart se mostró tranquilo -. Sabe que lo de volarla no nos sirve. Le aseguré que queremos que la abra limpiamente, la desvalije y la deje como si nadie la hubiera tocado. Es la única manera de despistar, sobre todo a la policía y al millonetis. Para cuando se de cuenta, los relojes y nosotros estaremos muy lejos de aquí.
   - Pero, ¿tú crees que es una respuesta? - insistió Alberta -. No nos tiene respeto.
   - Insistí mucho en eso. Estabas delante cuando soltó la idea. Le aseguré que era una idea muerta. 
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   UNOS DÍAS DESPUÉS...
   - He tanteado con Burt sobre la idea de dejar frita a la limpiadora en caso de que sea necesario - anunció Bart a la camarera, mientras comían -. Me aseguró que no tenía problema con ello, que no era la primera vez que lo hacía.
   - ¿Está de acuerdo en liquidarla, así sin más? - Bert se mostró sorprendida.
   - Dijo que ya lo había hecho antes.
   - ¿Qué se ha cargado antes a alguien? - Bramó encolerizada la joven -. Y ¿tú le creíste?
   - ¿Por qué no iba a creerle? 
   - Resulta complicado que se haya cargado a alguien y ni siquiera esté fichado, ¿no te parece?
   - El crimen perfecto existe, cariño.
   - ¡Y una mierda!
   - Si se es minucioso, no tiene porque haber problema. Tienes que confiar en su palabra - tranquilizó Bart.
   - No me gusta el fulano.
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EN LA ACTUALIDAD
   Eran las 5,10 de la madrugada, cuando el sigiloso y confortable SUBARU FORESTER del señor Leo Marty, conducido por el uniformado chófer Maxim hizo su aparición por Portal del Rey. Se detuvo en la confluencia con Nueva Fuera. A escasos metros, les seguían un CITROËN C3 y un DACIA SANDERO, ambos propiedad del millonario.
   - Parece que todo está en calma, señor - manifestó Maxim, observando a su jefe por el retrovisor interior.
   - Es pronto todavía. Según aseguró mi contacto, el golpe está previsto para las 6 de la mañana, aunque la prodigiosa entrada de Valverde en escena, puede hacer girar los acontecimientos - Leo Marty escupió las palabras tranquilo, con su característico tono modulado y cadencioso
   - ¿Al garaje, señor Marty? - interpeló el chófer.   
   El aludido hizo un gesto afirmativo y el coche se deslizó mansamente. Los otros dos le siguieron de cerca.  Como secundando un ritual, estacionaron y los ocupantes abandonaron los vehículos. Cada uno tomó un camino. En la calle, se apostaron en lugares estratégicos, mientras algunas sombras se perfilaban encubiertas. Un borracho se tambaleaba, sujetándose a duras penas en la persiana de la cafetería HANDIKO, canturreando con sonidos roncos: "Muchachos, esta noche me emborracho, bien me emborracho, bien borracho pa olvidarme de su amor". Pasaron junto a él sin prestarle atención y sin que el tipo se percatara de su presencia.
   Marty pensó en la limpiadora. No podía comprender la razón que pretendían los granujas en eliminarla. Sin lugar a dudas, respondía a un comportamiento cruel, siniestro, oscuro y maquiavélico. Aquel plan encerraba un cariz maléfico, que iba más allá de un simple atraco. Tampoco dudaba sobre la honradez de la camarera y le extrañó que Valverde le alertara sobre ella. Estimaba al conserje, rescatado de las profundidades abisales y devastadoras de los muchos años en presidio y la vida sin futuro. Al igual que Maxim, aunque éste respondía al cien por cien a la figura típica del matón y por esa razón le contrató de guardaespaldas y chófer. A los hombres como Leo Marty les persiguen los enemigos. Valverde, sin embargo, era un buen hombre y en ese momento, hubiera puesto la mano en el fuego por defender su honestidad. En esas lucubraciones se mantenía, cuando recibió un sonido aspero en el oído. Alguien susurraba a través del auricular que llevaba camuflado.
   - Empieza el baile - anunció la voz.
   Lo siguiente transcurrió en  una  fracción corta de tiempo. El señor Marty se alejó unos metros calle abajo y Maxim dobló la esquina, El hall del HANDIKO se iluminó como por arte de ensalmo. Las figuras acurrucadas en los portales, ocuparon puestos estratégicos en los aledaños del imponente edificio. Solo se escuchaban las certeras pisadas de la ertzaintza que retumbaban en el asfalto como si se tratara de un ejercito deseoso de entrar en combate. Tres figuras, vestidas completamente de negro, se vieron sorprendidas en el interior del vestíbulo. El borracho se tensó como por resorte y se acercó a la puerta con paso vacilante.
   - ¡No se muevan! ¡Les habla la policía! - vociferó sin voz de borracho, sujetando un megáfono.
   La figura más grande, portaba un maletín de terciopelo azul oscuro bajo el brazo. No pareció sorprenderse tanto como los otros dos individuos. El gigante se deshizo de la capucha. Bert dirigió una mirada rápida a la brillante pistola con la que Burt le encañonaba.
   - ¡Quedan detenidos! -rugió el supuesto compinche.
   Bert dejo caer los brazos con desaliento a lo largo del cuerpo. Bart tardó un poco más en comprender lo que estaba sucediendo pero ambos se dejaron esposar dócilmente.
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UNA SEMANA DESPUÉS
   - Muchas gracias - exclamó jubiloso Leo Marty estrechando la mano del hombre -. Sin usted hubiera sido imposible llevar a cabo esta operación.
   - Ha sido un placer trabajar codo a codo con usted - respondió el robusto hombre, esgrimiendo una sonrisa franca -. Tipos como usted hacen mucha falta en este pobre y miserable mundo ¿Qué sabe de la joven limpiadora?
   - Según me informa Valverde, va mejorando, aunque se mantiene vivamente impresionada ¡Fíjese! Suponía que la falsa Rita era buena amiga  y el conserje, que siempre pensó que era un mal hombre... En fin, ¡sorpresas te da la vida! 
   - Cuando me puse en contacto con ellos, respondiendo al estúpido anuncio del periódico, indagué sobre todos sus empleados. Enseguida comprendí que la camarera no era trigo limpio.
   - ¿Han confesado por qué razón querían cargarse a la pobre muchacha?
   - Alberta es una mujer fría y calculadora - el interpelado meditó la respuesta durante breves instantes -. Repite una y otra vez que le movió la envidia pero a ciencia cierta, creo que jamás conoceremos la causa verdadera. El tipo es pusilánime. En todo momento se ha movido siguiendo la directriz de su mujer. Creemos que dice la verdad cuando asegura que no tenían nada contra la limpiadora. Los psiquiatras responden que tal vez ella supo interpretar las miradas de Valverde hacia la muchacha, así como la solapada ayuda beneficiosa, que recibía sin percatarse de ello. Todo esto unido a que el conserje no quiso unirse al dúo, desencadenó una serie de hechos, que dieron como fruto un  odio desmedido. Este tipo de personas no admiten un no por respuesta. El amor desinteresado ha salvado a esa chica.
   - Lo cierto es que Valverde y Julia seguirán trabajando en el HANDIKO, les he cogido mucho cariño a ambos. Creo que se merecen una nueva oportunidad. Me refiero a mejores puestos, mas beneficios... Les ayudaré cuanto pueda.
   - Muchas gracias por su colaboración, señor Marty - se estrecharon las manos. Leo lo vio alejarse, se movía con dificultad y se acariciaba el vientre, "la úlcera no me da respiro", le pareció escuchar.
   Maxim esperaba plantado fuera como un coloso, resguardando el tesoro. Hablaba por el móvil.
   - Valverde está un poco asustado, señor. A la señorita Julia le duele la muela cada vez más y está sufriendo una hemorragia - anunció el chófer - ¿Vamos al rescate de la pareja?
   Leo Marty le dirigió una mirada paternal. Emprendieron el camino andando juntos, conversando animadamente. 
   - Los chicos se merecen un nuevo nido, ¿qué te parece uno de los apartamentos del HANDIKO? - indagó cuando encararon Mateo Moraza.
   - Que se lo merecen, señor - respondió Maxim con orgullo.
   - Eso creo yo también.