Los sueños de Malkovich morían con agonía lenta. Huyendo de la precaria y miserable vida que soportaba en Omsk, su Rusia natal, hacía ocho años que se había instalado en una ciudad tranquila, demasiado tranquila para un detective privado como él, ansioso de poder resolver casos que le otorgaran cierta fama. Pero en aquella Vitoria provinciana nunca pasaba nada.
Harto de arrastrarse como un desdichado, de enzarzarse en préstamos inútiles y de pedir dinero a algunos paisanos que recalaron en la ciudad verde y gris, desmantelaba el pequeño habitáculo que le había servido de despacho y en los últimos diez meses, también de vivienda. Debía miles de euros y dándose por vencido había decidido abandonar su profesión y aceptar cualquier oferta laboral para sobrevivir e ir pagando deudas.
El sonido áspero del tele portero le apartó de sus pensamientos. Pulsó el interruptor y esperó sentado tras la mesa de roble, que se incluyó con el alquiler de la oficina, junto a un par de sillas, un archivador y una estantería. A su alrededor, el desorden era monumental. Cajas de cartón repletas de expedientes y agendas, pilas de papeles y estanterías casi vacías.
- ¡Adelante! - invitó elevando el tono de voz, cuando vio una sombra al otro lado del cristal traslúcido.
- ¿Malkovich, detective privado? - los ojos miopes se movieron alrededor de la estancia, sin detenerse en ningún rincón en particular.
- El mismo. Siéntese, por favor - invitó preguntándose si se trataría de una esposa celosa engañada por el marido, aunque ésta parecía demasiado joven para ser la esposa sufrida de nadie. Las parejas en España se casaban a la edad que en Rusia eran abuelos. El oficio siempre era igual: esposos enredados en otras faldas, meciéndose en otras camas, abrazando nuevos amores y sintiéndose hombres renacidos al ser mimados por otros labios y acariciados con nuevas ternuras.
- No sé cómo empezar - nerviosa, temerosa y asustada, se tocaba un enorme colgante de plata que resaltaba el generoso escote.
- Le sugiero que comience desde el principio. Tómese el tiempo que quiera. No hay prisa - intentó tranquilizar a la joven. Tal vez fuera universitaria, seguramente soltera. ¿Perseguiría las andanzas de un noviete escurridizo? Le pareció poco probable -. ¿Le apetece tomar algo?
Ella rechazó el ofrecimiento con un gesto rápido de la mano.
- Estoy casi convencida de haber matado a un hombre - las palabras salieron apresuradas, como quien tiene la seguridad de que al pronunciarlas, se borrarían la culpabilidad y el dolor.
Por primera vez desde que la futura cliente llegó al despacho, la observó con detenimiento. El rostro tenía el color de la cera. Probablemente se debía al desasosiego, pues los brazos, manos, piernas y escote se exhibían bronceados. Los ojos azules enrojecidos, presentaban el aspecto de quién ha pasado horas llorando. Salvo un pálido rosa en los labios, no iba maquillada. Le calculó unos veintipocos años. Pese a todo ello, con el aspecto de muñeca de porcelana, resultaba atractiva.
- ¿Cree haber matado a un hombre? Perdóneme pero no le entiendo - Malkovich se mostró intrigado.
- A usted le parecerá extraño. Debo confesarle que yo misma me siento confusa.
- No sé preocupe. Estoy aquí para ayudarle. Confíe en mí. ¿Quién es la supuesta víctima?
- No conocía de nada al desdichado que se cruzó en mi camino.
Malkovich arqueó las cejas, revelando su interés creciente.
- Y por si todo esto fuera poco, he de añadir que el cadáver ha desaparecido - aseguró la joven abrumada.
- ¡Por favor, señorita...!
- Perdone. Todavía no me he presentado. Es por la angustia que tengo. Soy Susana Eguía.
- Verá Susana. Creo que su problema tiene fácil solución. Un cadáver no desaparece con facilidad - argumentó el detective desilusionado -. Tal vez ese pequeño detalle indique que el sujeto en realidad está todavía vivo.
- Estoy completamente segura de que ese hombre estaba muerto cuando lo dejé - aseguró la joven con insistencia.
- Disculpe - Malkovich inclinó el torso hacia adelante, mostrándose más interesado -. Por favor, no omita ningún detalle, por superficial que le parezca. Cuéntemelo todo desde el principio.
- Ocurrió el pasado sábado - comenzó el relato clavando las pupilas en los ojos del detective -. Como cada sábado mis amigas y yo volvíamos a casa después de una noche de juerga. Serían alrededor de las cinco y media. Hasta la esquina de la calle Prado, vamos las cuatro juntas. Luego continuo sola. Cerca de la catedral nueva, escuché voces. Alguien discutía acaloradamente. Desde la distancia, no veía claramente. Habitualmente uso lentillas, aunque por razones que no vienen al caso, últimamente me veo obligada a usar gafas. Ya ve cómo son - el grosor de los cristales delataba una avanzada miopía -. Por esa razón no llegué a distinguir bien a las personas implicadas en la trifulca. De haber llevado las lentillas, estoy completamente segura de que no me hubiera perdido detalle. Pero lo que si reconocería en cualquier parte, es la voz de uno de ellos, pues aun teniendo su mismo acento, la de este sujeto, resultaba inconfundible.
Malkovich se revolvió en la silla giratoria.
- Gritaba como un poseso - continuó Susana -: "Si no te apartas de este puto caso, seré yo mismo quien termine contigo", creo que esas fueron las palabras exactas. Otra voz más débil le maldecía y pedía ayuda.
- ¿Llegó a ver cuántos eran los que intervenían en la trifulca?
- Escuché cuatro tonos de voz diferentes, aunque no lo puedo asegurar.
- Prosiga - invitó el detective.
- No me atreví a seguir avanzando y me acurruqué a las sombras de Vicente Goicoechea, agradeciendo la poca luz que hay en la zona. Me mantuve quieta durante un tiempo que no puedo precisar, pero que me pareció una eternidad. Poco después las voces cesaron. Avancé unos metros, adentrándome en la calle, intentando mimetizarme a la pared del edificio de Juntas Generales para no ser vista. Tres hombres pasaron de largo por la otra acera y desaparecieron seguidamente. Me mantuve escondida unos minutos más, sin atreverme a abandonar mi precario refugio. Cuando mi reloj marcaba las seis y ya había amanecido, me atreví a cruzar y me dirigí hacia la calle Magdalena, por la acera de los jardines. Percibí un bulto junto a la parada del tranvía. Me acerqué con recelo. Se trataba de un hombre de unos treinta años, mas o menos. Estaba herido. Débilmente imploró ayuda a mi paso. Aunque hubiera querido pasar de largo, me fue imposible, ya que el sujeto, se aferró a la pernera de mi pantalón con desesperación, implorándome angustiado que no le dejara solo. Me incliné junto a él. Le palpé el cuerpo y di con el cuchillo que tenía clavado en el costado izquierdo. Gimió de dolor y palideció. A mi escasa visibilidad natural, se añadió un problema más: no supe reaccionar y las lágrimas me empañaron los cristales de las gafas. El pánico que se instaló en mi interior me confundió. Creo que apoyé la palma de la mano en el mango del cuchillo. Como consecuencia, éste penetró por completo y con suavidad se deslizó en el lacerado cuerpo. La mano del desgraciado, que se aferraba con mediana fuerza a mi ropa fue aflojándose hasta desplomarse minutos después. El terror se apoderó de mi. La ansiedad me ahogó. La angustia me cortó la capacidad de reflexión. No podía respirar. El corazón me latía a galope. La inquietud me agobiaba. Tardé varios minutos en reaccionar. Me separé unos metros del cuerpo, dándole la espalda. Fueron escasos segundos. Medité sobre dar aviso a la ertzaintza. Cuando volví junto al cadáver... ¡Había desaparecido! El desconcierto me hizo huir de allí rápidamente.
- ¿Por qué ha venido aquí? ¿No cree que hubiera resultado más lógico denunciar los hechos en la comisaria? - el detective se dirigió a Susana con tranquilidad.
- No me he atrevido a contarle a nadie lo que ocurrió el pasado sábado. Durante estos días esperaba leer la noticia en algún periódico. Me siento desprotegida y muy asustada - sonrió como disculpándose, como confiriéndose ánimos para proseguir con la rocambolesca aventura -. Además, tengo la sensación de que si voy con esta historia a la comisaria, piensen que estoy loca, sobre todo teniendo en cuenta que no hay cadáver. Me dieron referencias de usted muy positivas y encontré su número en las páginas amarillas.
- ¿Qué desea usted que haga exactamente?
- Aclarar el asunto, por supuesto.
- Verá señorita... No veo la necesidad de...
- Usted es detective - interrumpió la desesperada joven, mostrándose incomprendida ante la reacción del detective -. ¡Debe hacer lo que le pido! Puedo pagarle.
- No es ese mi terreno, precisamente. Me ocupó de cosas más triviales, me temo. Y como le digo, no veo la necesidad de aclarar un asunto que está muy claro. Tal vez usted se sobrepasó con la bebida. Es muy normal entre la juventud de hoy en día. Quizá creyó ver algo, que en realidad no ocurrió. ¿Quién le dice a usted, pongamos por caso, que no se trataba del rodaje de una película?
- ¿Lo dice en serio? ¡No me lo puedo creer! - exclamó desconcertada.
- Un ajuste de cuentas en el peor de los casos - prosiguió Malkovich con su relajado tono de voz -. No fue usted culpable de nada. En el hipotético caso de que la historia que me ha narrado sea verdad, es decir, que el hombre estuviera mal herido, hubiera muerto de igual manera. Le aconsejo que trate de tranquilizarse, vuelva a su casa y olvide el asunto. Estoy seguro que todo es producto de su imaginación.
Abandonó el despacho con desesperación y tan nerviosa como se mostró al llegar. Anduvo con paso rápido la distancia hasta su casa, pensando en las palabras del detective.
.........
- Hay un cabo suelto - afirmó Yuri media hora después ante una taza de café humeante en una mesa del Harria, apartada de las miradas y los oídos indiscretos. He tenido la desagradable visita de una jovencita un tanto insegura, que al parecer presenció el suceso cuando regresaba a casa después de una noche de farra. La chismosa asegura que Malkovich está muerto y que el cadáver desapareció. Se trata de una telka (1) bastante cegata. Lleva gafas de culo de vaso. Me ha asegurado que reconocería mi voz en cualquier lugar.
- Además de cegata, sorda - su acompañante parecía divertido.
- Pero, imagínate por un momento que lo que dice la puta es cierto y que el tío desapareció.
- ¡Tú mismo lo has dicho, Yuri! Venía de marcha, es posible que bebiese más de la cuenta, la gente joven mezcla toda clase de brebajes, salen a ponerse hasta el culo de copas, no te creas que beben agua del Carmen, como dicen las viejas por aquí y para remate es miope. No creo que debamos preocuparnos.
- Lo cierto es, que a pesar de ser corta de vista, estuvo allí. Desde la acera de enfrente no nos pudo distinguir y mi voz se le ha olvidado o por lo menos no me ha identificado. Nuestro acento es igual para la gente de aquí. Esto nos favorece, Sacha pero escuchó lo que dijimos, eso si que lo recuerda porque me lo ha repetido tal cual y...
- Y eso solo significa que tiene buena memoria - concluyó el camarada -. Lo que me preocupa es que haya desaparecido el cadáver. ¿Crees que Malkovich estaba en condiciones de abandonar el lugar por su propio pie?
- Tal vez el tío cayó al rail del tranvía y la chica no lo vio. Ella se marchó asustada y Malkovich conseguiría marcharse por su propio pie o le auxiliaría otra persona.
- Es posible que sucediera como dices, Yuri. Solo le dimos una buena felpa.
- Aunque a la fulana no le falta imaginación. Me ha asegurado que el tío tenía un cuchillo clavado en el costado, el mismo con el que afirma, remató a la víctima. Me preocupa no saber dónde está el puto detective. Por su oficina no ha aparecido y tal como estaba cuando lo dejamos, por su propio pie, muy lejos no pudo ir.
- Respecto a lo del cuchillo, hay un detalle... No sé cómo decirte esto, Yuri - argumentó el colega visiblemente preocupado.
- Habla de una vez, Sacha.
- Creo recordar que de momento solo pretendíamos asustarle.
- Y eso fue lo que hicimos. Tal como nos ordenaron. De momento, una simple advertencia.
- ¿Entonces?
- Entonces, ¿qué, Sacha?
- Yo no le pinché.
- Yo tampoco.
- ¿Fue Oleg?
- No lo creo.
- ¿De dónde cojones salió el cuchillo?
- No hay cuchillo. Ya te digo que la "telka" tiene mucha imaginación.
- La puta te lo dijo, ¿no? Según ella le terminó de rematar con el cuchillo que tenía Malkovich en el costado.
- ¿A qué viene esa chorrada? Tú mismo lo dijiste, se ponen hasta arriba de copas, igual le pegan a alguna otra cosa, ¡qué sé yo! Ya te he dicho que no ve tres en un burro, le parecería y con un poco de imaginación...
- En realidad... Tal vez esa cyka (2) vio lo que vio...
- ¿Qué estás insinuando?
- Me falta el kindjal.
- ¡Ya nasral na saku! (3) - maldijo el ruso.
1. Forma despectiva de referirse a una mujer.
2. Prostituta.
3. ¡Me cago en la puta! (traducción literal)
........
- ¿Cómo te ha ido? - interrogó Malkovich, incorporándose en la cama, visiblemente dolorido.
- Creo que bien. Como tú aseguraste, me ha aconsejado que olvide el asunto. Ha intentado convencerme de que no ocurrió nada, que todo fue debido a la noche de copas. Se ha mostrado un poco nervioso pero no ha movido un solo músculo cuando le he asegurado que reconocería una de las voces, si la volvía a escuchar. Le habrá parecido gracioso. Pero yo a poco me cago de miedo. Es un tipo corrosivo.
- ¿Ha mostrado interés?
- Desde luego que sí. Sobre todo cuando le he asegurado que creía haber matado a un hombre y el asombro se ha manifestado en su expresión cuando le he asegurado que el muerto había desaparecido. No me ha gustado el comentario, pues ha dado por hecho que todo fue ideado por mi exceso de copas. También ha sugerido que podía tratarse del rodaje de una película, ¿te lo puedes creer?
- ¿Cómo está el despacho?
- Me ha dado la impresión que lo están desmantelando, que buscan algo o que te va a suplantar.
- No lo creo. Yuri es el jefe de la Bratvá, la mafia rusa. El cliente que me contrató buscaba a su hija de dieciséis años, desaparecida. Según la versión del padre, la adolescente había empezado una relación con un chaval ruso, que no les gustó desde el principio. Solo conocen el nombre. Hedeon se llama. Seguramente el chaval actúa de enlace. Lo más probable será que la cría se encuentre retenida en algún lugar a la espera de ser vendida para la prostitución. Los rusos buscan menores de edad, vírgenes, pues son las que alcanzan el precio más alto en el mercado.
- Baran, ¿no te parece que es hora de que intervenga la ertzaintza?
- Todavía no. Me faltan algunos datos importantes, como saber cuántos tipos hay implicados y sus nombres. El tal Yuri es un viejo conocido. Estuvo varios años detenido en Rusia.
- Me fije en las calaveras que tenía tatuadas en los dedos. Eran cinco.
- Pues eso indica que se ha cargado a cinco tíos. Ya has hecho bastante por mi. Vuelve a tus estudios. A partir de ahora me las arreglaré solo.
- Puedo ser de gran ayuda. Es más, me necesitas. Dime qué más puedo hacer por ti - suplicó Susana.
- Esto no es un juego. Ya has hecho bastante. Es muy arriesgado, esa gente es feroz e implacable. Te agradezco mucho tu ayuda, pero hasta aquí ha llegado tu colaboración.
- Tal como estás, poco puedes hacer tú solo. Tienes varias costillas rotas.
- Tengo contactos que saben moverse en el mundo de estos esbirros.
- Si voy con las gafas tengo aspecto de lerda - sonrió haciendo un pucherete.
- ¡No! Con lo que has hecho, te has arriesgado mucho. No sé si eres consciente pero has puesto tu vida en peligro.
- Se cuidarme sola. También cuido de ti o ¿tienes alguna queja desde el sábado que te rescate tras tu llamada?
- Ninguna. Tu trabajo ha sido impecable pero ya vale. No quiero ni pensar en lo que pensarían tus padres si te pasara algo, sin contar con lo que me haría la policía... Para empezar me quedaría sin licencia. Desde que puse un pie en Vitoria, has sido la compañera de casa ideal, me alquilaste la habitación e insististe en que me quedara, a pesar de no tener con qué pagarte. Fuiste mi primera y única amiga en la ciudad. Sigues siendo mi amiga. Te quiero. Te estaré eternamente agradecido. Pero no deseo que te involucres más. Dedícate a tus estudios y olvídate de mi.
- ¡Qué fácil debe ser para ti! Nunca podré olvidarte - musitó desviando la mirada.
- Somos amigos, muy buenos amigos. Los mejores amigos. También somos pareja. Nos amamos. Pero no eres mi ayudante.
- Pero te tengo que olvidar - declaró -. Así de fácil.
- No está en mis proyectos olvidarme de ti. De sobra sabes que no eres un pasatiempo. Te amo y no deseo que te ocurra nada malo.
- Pero, yo si te tengo que olvidar... ¡Qué bonito!
- Me has entendido perfectamente. Mientras esté enredado en este turbio asunto, debes apartarte de mi.
- ¿Qué significan las torres tatuadas? - preguntó tras un rato de silencio incómodo.
- Son los años que se ha estado en prisión. Cada torre significa un año. Yuri tiene unas cuantas, ya lo sé.
- Tenían un color y un aspecto horrible, se le veían en el torso, llevaba algunos botones sueltos de la camisa.
- Lo del color es porque se las han hecho en prisión - desvió la mirada de la joven -. ¿Quieres que te cuente como lo hacen?
- Si, por favor.
- Es muy fuerte lo que te voy a contar, así que luego, te vas y te olvidas de mi mientras no resuelva el caso. ¿De acuerdo?
- Ya veremos - respondió Susana resuelta.
- Tienes que prometerme que dejarás de verme. No sé cómo me deje convencer.
- Porque me necesitas.
- Te he dicho que puedo arreglármelas solo. Es mi oficio y sé cómo hay que actuar. Yo soy el que corre riesgos.
- Podría ser tu ayudante - insistió la joven.
- No, no y no. No puedes.
- ¿Por qué no?
- Eres una chiquilla.
- Tengo casi treinta años - aseguró orgullosa.
- ¡Casi treinta dice! Los próximos que cumplas serán los veintitrés. Te queda mucho camino para los treinta.
- El tiempo pasa rápido y siempre dices que soy muy madura para mi edad.
- Pero muy joven.
- ¡Y dale leña al mono! Veintitrés años es la edad perfecta para buscar un trabajo.
- Un trabajo normal, Susana. Lo que tú pretendes es jugar a detectives. No eres más que una chiquilla y este trabajo es para hombres - aseguró sabedor de que el comentario le iba a ofender.
- ¡Ah! ¡No! Por ahí no vayas porque me encuentras. ¡Chorradas machistas, las justas!
- Tienes que centrarte en los estudios. Serás una estupenda doctora, trabajo mucho más tranquilo que el mío.
- Cuéntame cómo se hacen esos tíos los tatuajes en prisión - desoyó los consejos de su novio.
- Utilizan suela de zapato, que deshacen lentamente en algún recipiente que aguante el calor, pues tienen que calentarlo. En ocasiones hacen un pequeño fuego dentro de la celda. Mezclan orina y algo de jabón y de esta forma tan rudimentaria, consiguen elaborar algo parecido a la tinta. Te dije que no te iba a gustar - aseguró interrumpiendo el relato ante la expresión repulsiva de Susana.
- Cualquier detective que se precie tiene que empezar por saber algunas cosas desagradables.
- ¿No te cansas nunca? Déjalo ya, Susana.
- Continua, ya tenemos la tinta hecha y ¿ahora qué?
- Modifican una máquina eléctrica de afeitado, añadiéndole una aguja. Por eso sale el color apagado que viste. La mayoría de las veces, se producen infecciones serias. En ocasiones, les provoca la muerte. Aunque la mayoría de las veces libran.
- Son tipos duros - concluyó Susana pensativa.
- Tú lo has dicho. Piensa solo por un momento a quiénes te enfrentas. Son muy peligrosos.
.........
Malkovich continuó sus pesquisas en solitario. A regañadientes, Susana aceptó el consejo de apartarse del caso. El detective alquiló una casa bastante destartalada por poco precio. Era un cuchitril de una habitación con baño en la escalera, pero tan solo le cobraban cien euros de alquiler. Estaba convencido de que en cuanto resolvería el asunto de la mafia rusa, volvería a casa de Susana. Soñaba con el desenlace afortunado para él, que le premiaría con cierto prestigio y renombre y podría seguir ejerciendo la profesión que tanto le gustaba. Por medio de alguno de sus contactos fue descubriendo algunas cosas importantes.
- Jefe, traigo información de primera - aseguró un joven escuálido y demasiado tatuado, hombre de confianza que le hacía algunos trabajos. Le apodaban "El Chispas" -. He descubierto que Oleg Sidorov es un ciudadano ruso que malvive en Samara, que no tengo ni pajolera idea de dónde cae, en un piso viejo y húmedo, junto a su mujer y tres hijos de corta edad.
-Samara es una gran ciudad del suroeste de Rusia, a orillas del Volga - aclaró el detective.
- Lo que usted diga, jefe. Este tipo es uno de los que le atacaron. Estuvo preso en Siberia, por delitos sexuales aunque no tiene delitos de sangre.
- ¿Tu fuente es fiable?
- Si, jefe. De total confianza. Mi prima Amaia, trabaja en un bar del barrio de San Cristóbal. Al lado hay un club nocturno. El dueño tiene un lío con una chica que es amiga de Amaia.
- ¿Puedes ir al grano? - cortó el detective, cansado de la cantidad de primas que tenía "El Chispas", una para cada ocasión que precisase.
- Jefe, usted me ha preguntado por la fiabilidad de la información y yo le pongo en conocimiento de dónde ha salido - hizo un gesto dando por hecho que no se estaba apartando del tema y continuó con la retahíla -. Resulta que la amiga de mi prima, la chica del club, que se llama Paqui, bueno que nadie la conoce por Paqui, porque en su día a día se hace llamar Jazmín, que es mucho más sensual y glamuroso... Bueno, ya termino, jefe, no me mire usted tan mal. Jazmín es chica de compañía en El Harén, que es como se llama el club y suele estar con el tal Oleg y éste en cuanto bebe un poco se sincera con la Paqui, que es muy buena en eso de escuchar. Dice la Amaia que quería ser psicóloga, aunque no acabó los estudios primarios y...
- ¿Qué más sabes acerca del caso?
- El fulano viene a Vitoria durante cuatro o cinco meses cada año. Junto a Yuri y otro tipo, que Jazmín conoce solo de vista, pero que suele ir siempre con Oleg al club, forman parte de una organización criminal muy peligrosa. Jazmín le ha descrito a la Amaia el físico del tipo ése, es grande y muy fuerte. Tiene la cabeza rapada y tatuajes en casi la totalidad de ella y en la frente, algo que en el club les da bastante repelús a las chicas, aunque pese a su apariencia no es de los clientes más bestias.
- Encaja con uno de los que me atacó.
- Jazmín también conoce al tal Yuri, que también es asiduo del Harén y las otras chicas dicen que es muy violento con ellas. Pero eso ya lo sabrá usted, por ser el que más conoce de los tres, ¿no?
- Así es. Este espécimen no dudaría en meter dos tiros a su propia madre si se opusiera a sus órdenes. Es un sicario que ha reventado numerosos chales en el sur y ha estado detenido, por lo menos un par de veces en nuestro país.
- Otra cosa, jefe. Me he pasado por su oficina. No han dejado ni las estanterías y por lo visto buscaban algo importante porque han destrozado un tabique y han levantado algunas baldosas del suelo.
- Muchas gracias, Chispas - Baran extrajo cuarenta euros de la billetera y se los dio al joven -. Cuando te enteres de algo más, ya sabes dónde encontrarme. Ten mucho cuidado.
- Con la mitad me basta, jefe - aseguró el chaval, rehusando parte de la recompensa -. Siempre tengo cuidado.
Ambos sonrieron y Baran le acarició la espalda agradeciendo el detalle.
.........
- ¿Te dio cuarenta euros por la información?
- Tal como te dije, eso fue lo que me ofreció porque es lo que me da siempre. Y tal como me ordenaste solo le cogí veinte.
- Bien hecho, Chispas. Aquí tienes los otros veinte -. Tengo que irme.
- ¿Una cervecita?
- No puedo. He quedado con el "casero" de Baran, que no es otro que un buen vecino mío para que me devuelva los cien euros del alquiler y a su vez los ingrese en la cuenta que Baran y yo tenemos a medias. Ese cuchitril es un almacén de mis padres.
- Como se entere de lo que estás haciendo, se le va a poner una mala hostia del copón.
- No se va a enterar. Tú chitón, ¿eh?
- ¡Tranqui! Soy una tumba. Pero con lo orgulloso que es... - El Chispas torció la boca para demostrar lo que sucedería si llegara a saber la verdad.
- Cuando todo esto acabe, le voy a obligar a tragarse todo ese orgullo tonto que tiene.
- ¿Me alquilarás a mi ese pisito?
- ¡Chispas! Si no vale para nada. Es pequeño, frío, húmedo, viejo y además oscuro. Para remate, tiene el baño en la escalera. Solo la taza y un lavabo minúsculo, sin ducha. Me pueden denunciar por alquilar semejante antro.
- Pues a mi me parece coqueto.
- Tú te has fumado algo raro. ¡Coqueto, dice! - sonrió divertida -. Te dejo. Muchas gracias, Chispas.
- Las que tu tienes, chata.
.......
Habían pasado dos días desde que El Chispas fuera con la información. Baran, a oscuras en el húmedo cuchitril donde se vio forzado a residir, jugueteaba con el cuchillo que a pesar de los golpes, pudo robarle a uno de los atacantes. Se trataba de un kindjal en muy buen estado. Podía tratarse de una pieza de colección. Este tipo de armas fue usado a lo largo del siglo XIX en zonas del Cáucaso. Era un ejemplar de los mejores que había tenido entre manos Malkovich. Muy puntiagudo y de acero inoxidable. La hoja podía tener algo más de cuarenta centímetros. Sólido y resistente. El mango con algunos puntos de goma, ofrecían refuerzo, proporcionándole un fuerte agarre en cualquier situación, sobre todo en ataque, aunque fuera utilizado con guantes. Hubiera sido imposible salir vivo si en realidad le hubieran atacado con el arma. Malkovich pensó que Susana tuvo muy buena idea al añadir esa parte en el relato ante Yuri. Sonrió pensando en la muchacha y en sus extraordinarias ocurrencias. Se hallaba sumido en estos pensamientos cuando un email saltó al correo electrónico del portátil. Arrinconó el cuchillo y se acercó ansioso de buenas noticias. Leyó en voz baja: "Tus atacantes fueron: Yuri Kozlov, que tú bien conoces, Oleg Sidorov y Sacha Ivanov. Éste último experto en el manejo de cuchillos. ¿Te has llegado a preguntar la razón de que unos tipos tan violentos no usaran más que los puños?". Se identificaba como Amigo. Le fue imposible rastrear el correo electrónico del tal "Amigo", que por alguna razón, prefería actuar desde el anonimato.
Baran se hacía la misma pregunta reiteradamente. Los tipos de la Bratvá no se andaban con tonterías. Les gustaba la violencia y disfrutaban matando. ¿Cuál era la razón de que no le hubieran rajado el cuello? Agradeció al Amigo la información.
Pensó en darse una vuelta por el club en el que trabajaba la tal Jazmín, aunque era bastante arriesgado dejarse caer por allí. No tenía el cuerpo para soportar otra paliza. Recurrió entonces a un viejo amigo, policía local jubilado que era un lince para ciertos trabajos. Ricardo, aseguró que esa misma noche se daría una vuelta por el club pues algunas de las chicas eran buenas amigas y conocía a la tal Jazmín. Cuarenta y cinco minutos después, Malkovich recibió un segundo email, éste muy aclaratorio: "Investiga a una tal Noelia San Juan. Creo que la conoces muy bien." Nuevamente firmaba Amigo.
Decidió dar una vuelta por algunos otros antros, regresando a la guarida pasadas las cinco de la madrugada. Tirando del hilo de Amigo, descubrió datos muy interesantes y claves para el caso. El correo electrónico anunciaba nuevo email: "Sé de buena tinta que esta banda lava millones de euros que ingresan en cuentas fantasmas a través de las cuales, circulan millones en negro. El dinero procede de diversos países de Europa. Utilizan una red de empresas, aparentemente legales. Trabajan en la zona de Donostia en inmobiliarias y en seguridad privada. Tienen sus residencia aquí para no levantar sospechas. Vitoria es un emplazamiento muy tranquilo. Te han utilizado. Creen que eres un detective mediocre, de tres al cuarto - Baran intuyó cierto retintín en el comentario de Amigo -. ¿Has investigado lo que te dije?"
Me puse manos a la obra inmediatamente.
............
A sus veinte años Hedeon aspiraba grandes lujos. Contaba cinco años cuando sus padres emigraron de Rusia y se instalaron en Vitoria. Por entonces, seguía al pie de la letra los consejos del progenitor. El viejo le inculcó ideas que en la actualidad le provocaban arcadas. Le aseguraba que el estudio le proporcionaría las claves necesarias para salir de la miseria, le daría un buen trabajo, conocería a una buena chica, se casaría y formaría una familia. ¡Qué equivocado estaba! Un buen trabajo no lo daban los estudios ni el paso por la universidad. El salario del padre dio para lo justo, sin muchos caprichos. A los doce renunció a los libros y desoyendo los consejos paternos, se olvidó de los amigos de la escuela, buscando nuevas amistades entre los pocos rusos afincados en Vitoria. Los había buenos, malos y peores. Hedeon se decidió por el último grupo, no porque albergara malos sentimientos, sino porque el dinero fluía rápidamente y sin esfuerzo.
Atravesaba la Virgen Blanca con paso decidido palpando el bote de clonazepam que llevaba en el bolsillo de la cazadora. Esto le aportaba seguridad y crecía la confianza en sí mismo. Dobló la esquina de Diputación y desapareció, entrando en un portal frente al palacio de la Diputación Foral, tras mirar disimuladamente a derecha e izquierda. Subió los peldaños de dos en dos. Hizo sonar el timbre en el tercer piso. Le franqueó la entrada una mujer de unos cuarenta años, desaliñada, bastante robusta y de movimientos pesados.
- Hay problemas con una de las chicas de la última remesa que trajiste - anunció la mujerona con voz lastrada que resonó en el pasillo.
- Traigo lo que Yuri pidió.
- Te digo que hay problemas. ¿No escuchas?
- Yuri aseguró que estaba nerviosa. Pues se le da una dosis doble y listo.
- Habrá problemas - sentenció la mujer, moviendo su orondo cuerpo pesadamente a lo largo de un estrecho y lúgubre pasillo.
El joven desapareció tras una puerta. Dentro de la pequeña habitación interior, se hacinaban una veintena de chiquillas muy jóvenes, algunas de aspecto aniñado. Tumbadas sobre jergones, dormitaban semidesnudas. Un fuerte hedor a sudor y orines, le obligó a frenarse en el quicio de la puerta. Se alumbró con una linterna de mano. Paseó el haz de luz por la habitación, enfocando cada rostro pálido. Avanzó hacia una de las chicas. Sujetó la linterna con la boca, enfocando el rostro de la jovencita. Sin esfuerzo, incorporó el cuerpo flácido y le agitó con brusquedad los hombros. A duras penas la muchacha intentó abrir los ojos. Hedeon le propinó dos cachetes fuertes. Se escuchó un leve quejido.
- ¡Abre los ojos! - ordenó Hedeon malhumorado - ¡Abre los ojos de una puta vez!
- ¿Te lo dije o no te lo dije? - la voz tosca de la mujer sobresaltó al ruso y se volvió para recriminarla -. ¡Alto ahí! Solo te ocupas de ésa pero ni te has dado cuenta de que falta una.
- ¿Qué dices, vieja? - Hedeon paseó la mirada por el cuartucho. Observó a la mujerona, que con los brazos caídos a lo largo del cuerpo, le recriminaba con la mirada, mientras un cigarrillo pendía de los labios carnosos y amoratados por el vino. Las ojeras y las bolsas de los ojos, le conferían un aspecto ruinoso.
- Digo que esta mañana te he llamado. Tú eres el encargado de estas putitas pero como solo tienes ojitos para ésa - señaló a Leire, desdeñosa.
- Métete en tus asuntos.
- Estos son mis asuntos, yo vigilo lo que tu traes.
- ¿Se ha escapado? - preguntó sin comprender -. Si se ha escapado es cosa tuya.
- ¡Pareces tonto! Te he llamando muchas veces. ¿Ni siquiera miras el móvil? Eres un inútil. No sé en qué estaría pensando Sacha cuando te recomendó para este trabajo.
- Deja de maldecir y dime de una puta vez que cojones ha pasado.
- Tuve que recurrir a tu promotor - rio, exhibiendo una dentadura amarillenta -. Vino y se la llevó.
- ¿A dónde?
- ¡Y yo qué sé! Se la llevó y punto. ¿Todavía no sabes de lo que te estoy hablando?
- ¿Era esa cyka del pelo corto? ¿Esa que no hacia más que llorar? Dime, vieja, ¿es ésa la que se ha llevado Sacha?
- Si. Ésa misma.
- ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
- A simple vista, Sacha, ha asegurado que se había quedado pajarito - soltó una carcajada áspera -, pero para tal diagnóstico, ya estaba yo aquí. La he descubierto esta mañana. Fría como el mármol. Posiblemente llevaba muerta desde ayer. La atiborraste de pastillas y le hiciste beber más de media botella de güisqui.
- ¿Muerta? No puede ser.
- Pues ha sido - ironizó la mujer sonriendo -. Tonto de los cojones, que no tienes ni media hostia y te crees que lo sabes todo.
- No paraba de llorar y gritar. Me limito a cumplir las órdenes que me da Yuri, nada más.
- ¿Sus órdenes fueron que se quedase tiesa?
- Que la hiciera callar. Y es lo que hice.
- Hay que tener los cojones muy bien puestos para este trabajo y tú no los tienes. Se han perdido miles de euros por tu culpa.
- ¿Y a ti qué te importa, vieja bruja?
- De esto comemos todos. No lo olvides.
- No lo olvido. Yuri está contento de mi trabajo.
- Ya veremos que piensa cuando se entere de esto.
- Déjame en paz.
- Te dejo con tu amor - se dio la vuelta y su sonora carcajada dejó un rastro de hediondez y amargura en la habitación.
Hedeon se concentró en despertar a la muchacha que a duras penas mantenía el equilibrio apoyando la espalda en el cuerpo de otra compañera cuya respiración leve y rítmica le hacía parecer dormir a placer. Escuchó la aguardentosa voz de la vieja, como un susurro que rasgaba las paredes de la alcoba. Posiblemente le ponía al tanto a Yuri.
"Estará echando mierda sobre mí, que es lo único que sabe hacer" - pensó nervioso. Volvió a agitar a la muchacha con más fuerza.
- ¡Despierta, cojones! No me hagas esto Leire.
- Hedeon - farfulló ella todavía con los ojos cerrados y acto seguido, un poco más claramente -: Sácame de aquí, por favor.
- Si, cariño. Estoy contigo. Pero tienes que hacer lo que te diga, ¿vale? - sin dejar de sujetar el cuerpo, abrió el bote del medicamento y le introdujo cuatro pastillas en la boca. Luego, destapó la botella de güisqui y con voz melosa, agregó -: Bebe, anda sé buena con tu Hedeon. Bebe un poco más, cariño.
-¡Ayúdame! - tartamudeó Leire antes de dormirse.
Fue lo último que escuchó decir a la chica antes de que la linterna se le cayera de la boca y rodara por la habitación. Luego su cerebro solo percibió el silencio.
.........
Tras leer el tercer email del supuesto amigo, Baran tuvo un mala sospecha. La forma de expresarse en este último le otorgaba la certeza de la verdadera entidad que escondía el seudónimo de Amigo. Debía pararle los pies. Se llevó las manos a la cabeza. Tal vez tuvieran razón y le quedaba grande el caso. Llevaba casi una semana sin ponerse en comunicación con los padres de Leire. ¡Tenía tan poco que contarles! Los problemas se le acumulaban y de seguir mucho tiempo sin avances importantes, no podría ni siquiera pagar el ridículo alquiler del cubículo donde habitaba. La llamada telefónica le sacó de sus sombrías meditaciones.
- Tengo información fresca - anunció la voz pletórica de Ricardo al otro lado -. Me he movido bastante por los tugurios nocturnos de nuestra ciudad. La tal Jazmín tiene información de primera. Apúntate el nombre porque la tía sabe latín. Verás, o bien el tal Oleg es muy confiado o ella trata de echar mierda sobre alguien. No lo sé. El asunto es que por un par de papelinas, la tía habla lo que no está escrito.
- ¿Qué es eso tan interesante que has averiguado?
- Casi todas las rusas que trabajan en el País Vasco las trae Oleg, que es el que se encarga de seleccionar la mercancía. Yuri es el responsable de la trama aquí, en el País Vasco. La mayoría vienen con un supuesto contrato de trabajo o con intención de estudiar. El caso es que si traen diez chicas, por poner un ejemplo, de aquí tiene que salir el doble, pero las nuestras han de ser vírgenes y menores de diecisiete años.
- Eso no es nuevo, Ricardo. Las embaucan con señuelos pocos claros, les prometen el oro y el moro y las llevan a Rusia. Es fresco el hielo, ¿no tienes nada más?
- Tranquilo tío - Ricardo pareció divertido -. El jefe supremo en Kazán, que es de donde traen a las chicas, es un viejo amigo tuyo. Agárrate a los machos: Andréi Búbka.
- ¿Estás seguro? - preguntó Baran después de soltar un prolongado silbido.
- Eso es lo que dice la tal Jazmín y yo la creo -. Y todavía hay más. Los millones que este tráfico genera los remiten a Rusia por medio de un testaferro, como es natural. Este sujeto se hace llamar Juan Ibarra. He investigado un poco más y, aquí viene lo gordo, el tipo no es otro que el novio de Jazmín, el dueño de El Harem...
- ¿El fulano que tiene varios clubes de alterne en varias zonas del País Vasco y que se ha montado un negocio de apuestas que le genera pingües beneficios?
- ¡Vaya! Tú también te has aplicado.
- Pero el fulano es en realidad Juan Ibarra, aunque en el club se le conoce por Pepe Martínez. En realidad el nombre completo es Juan José Ibarra Martínez. Jazmín no conoce su verdadera entidad. Así que es posible que la chica haya dicho la verdad en todo lo que te contó.
- ¿Cómo te has enterado de todo eso?
- Un Amigo me dio un nombre y he tirado del hilo. El buen Pepe tiene montados varios negocios muy lucrativos con apariencia de legalidad. Además es un viejo conocido.
.......
- Quiero verte - lanzó Baran cuando la voz que esperaba escuchar respondió a la llamada.
- ¡Vaya! ¡Qué sorpresa! Yo también te quiero y te he echado de menos - hizo una corta pausa, esperando algún comentario agradable, prosiguiendo en tono más cariñoso -. ¿Cómo estás? ¿Sigues en el caso de los rusos?
- Quiero verte ahora.
- Estoy ocupada, tengo que estudiar.
- Ahora, Susana.
- Si suspendo tuya será la culpa. ¿Es eso lo que quieres? - respondió después de lanzar un suspiro prolongado a través del hilo.
- ¡Ahora!
- ¿Me vas a hacer el amor? Si tienes tantas ganas, podemos quedar esta noche. Sabes que mi casa está siempre abierta para ti y... mi cama también.
- En diez minutos nos vemos en La Presumida - colgó sin esperar respuesta.
Cuando estaba a punto de salir de casa, recibió otro email. Amigo volvía a la carga pero esta vez el correo era muy distinto. "Nos vemos en la hornacina de la Virgen Blanca. Pásate primero por las escaleras interiores de San Miguel, en Mateo de Moraza. Han aparecido dos muertos."
.......
El reloj de San Miguel marcaba las ocho y diez cuando Baran subió las escaleras de tres en tres. La mañana se desperezaba tímidamente. La niebla fresca presagiaba buen día, aunque de momento a Baran se le adhería a la camisa con rapidez. Varios ertzainas habían acordonado la zona. Le detuvieron en el acceso, enseñó la licencia y la joven ertzaina, evitando dirigir la mirada asustada hacia los cuerpos, le dejó pasar.
- ¿Los han identificado? - preguntó a uno de ellos.
- ¡Hombre, Malkovich! ¿Qué te trae por aquí? - preguntó Iñigo, se conocían por Susana. Fueron pareja hasta que conoció al ruso -. Éste es un asunto un poco feo, tío.
- Estoy investigando una trama muy enredada. La Bratvá, nos ataca - respondió. Señalando al chaval -. Ése es ruso. Creo que su nombre es Hedeon.
- ¿Qué sabes tú de los rusos?
- Un padre desesperado me ha contratado. Su hija Leire de dieciséis años comenzó a salir con un chaval ruso hace unos meses. De un día para otro la chica decidió ser modelo. Empeoró en los estudios y quería viajar. Del tipo solo conocían el nombre: Hedeon. Las discusiones en casa eran continuas. Hace diez días la niña se fugó con el noviete, del que no han vuelto a saber nada.
- ¿Prostitución? ¿Drogas?
- Venta de jovencitas vírgenes. ¿Sabéis algo de eso?
- Estamos investigando a un grupo por vender armas a África.
Una corriente gélida apareció en las oscuras escaleras. Todos los presentes mantuvieron el tipo y dirigieron la mirada hacia el cuerpo de la chica, a la que el forense había dado la vuelta. Baran respiró tranquilo. No era Leire.
- ¿Es la chica que buscas? - preguntó Íñigo con desaliento.
- Afortunadamente no, pero refuerza mi teoría -. Tengo que hacer una cosa urgente y limar algo más el caso. Pero esta tarde os pongo sobre la mesa todo lo que tengo sobre el caso. ¿Cómo han muerto?
- Al chico le han dado un fuerte golpe en la cabeza. A ella le harán la autopsia, pero seguramente habrá sido sobredosis - el ertzaina propinó un par de palmadas en el hombro de Baran, con confianza y sonrió, antes de añadir -: Perfecto, tío. Ten cuidado.
- Por casualidad, no habrás visto a Susana por aquí, ¿verdad?
- ¿A Susana? No. ¿Qué pinta Susana en este asunto? - la curiosidad se perfiló en el rostro de Íñigo.
- Si yo te contara - contestó el detective echando a andar en dirección a la calle. El aire fresco le regaló una nueva esperanza.
........
La explanada de la Virgen Blanca le recibió desierta y silenciosa. Presentaba la quietud propia de una mañana de verano. Personas mayores, en su mayoría, circulaban con la parsimonia tranquila que otorga la edad por los Arquillos. La niebla todavía era cerrada. A lo lejos, la plaza y el parque de La Florida, se desdibujaban sumiéndose en espesa inactividad.
- ¿Qué haces ahí parado? - el sonido suave de la voz que esperaba, le hizo dar un respingo.
Se volvió en redondo. Junto a Baran, Susana sonreía y aunque le provocaba abofetearla, la abrazó con frenesí.
- Te quiero - musitó la chica con ternura.
- ¿Qué te dije sobre el caso? - regañó Baran.
- Que me apartara - contestó casi sumisa para crecerse un segundo después -. Pero sabía que me necesitabas.
- Tengo contactos. Te has metido dónde nadie te ha llamado.
- ¡Pero me ha gustado tanto! - se excusó mimosa - ¿Qué te ha dicho Íñigo?
- ¿Cómo sabes que he hablado con Íñigo?
- ¡Qué soy muy buena en esto, chaval! No te lo crees, pero soy buenísima - estalló desenvuelta.
......
Andréi Búbka era paisano de Baran y compañero de estudios. Muy unidos en otro tiempo. Participó en el atraco de un banco, en el que resultaron heridos dos miembros de la banda. Andréi desapareció y más tarde se le dio por muerto. Pasados unos años, unos turistas hicieron unas fotos en Londres y en ellas salía Andréi perfectamente reconocible. Esas fotos cayeron en manos de la policía y dieron la vuelta al mundo. Pero el delincuente se volatilizó nuevamente. Desde entonces estaba en búsqueda y captura.
........
Hizo una llamada. Concertó la cita y con paso decidido y calculado, atravesó la Virgen Blanca. Siguió por el parque de La Florida y avanzó en dirección a la Senda. Hubiera preferido caminar con sosiego por la zona de la ciudad, que desde su llegada, le había estimulado fantasía y le embriagaba fascinación. A lo largo del paseo, los plataneros se mecían a ritmo acompasado, produciendo un murmullo armonioso. Le hubiera otorgado placidez tomarse un café en el velador de la cafetería, acomodándose al ritmo lento de la ciudad. El sosiego de mediodía le aprestaba la espiritualidad divina del silencio amodorrado en los jardines y en las fuentes donde el agua producía el sonido que invita al deleite natural en pleno centro vitoriano. Todo el conjunto, amparándose por los muros neogóticos de la catedral, a un lado y de la lectura intempestiva de estudiantes o jubilados en la Casa de la Cultura, por otro frente. Sumido en pensamientos afrancesados, verdes, floreados y de reposo calmo, llegó ante la verja de la casa de Noelia San Juan. Se respiraba quieta y derretida imperturbabilidad, que abrumaba al visitante. La inmovilidad resultaba invasora. Trémulos se filtraban los rayos del sol. Baran empujó la verja que se abrió calladamente. Atravesó el parterre impecable. La fragancia de las rosas y los coloridos hibiscus despejaron el camino de incertidumbre. Ascendió los peldaños de acceso a la puerta principal y pulsó el timbre que dibujó un sonido uniforme en el interior de la casa.
- Buenos días, Malkovich - Noelia abrió inmediatamente seguido de la llamada, como si hubiera estado esperando tras la puerta -. Sigues siendo muy puntual - añadió pero le impedía el paso sin moverse del sitio.
- ¿Puedo pasar?
- ¿Has venido a detenerme? - había arrogancia en la voz.
- No es ese mi cometido. Lo mío es más de ir averiguando, pista tras pista.
- Lo tuyo es joder al personal - sonrió con amargura.
- ¿Cómo te metiste en esto? - observó sin dar crédito a la mujer que tenía ante sí. Entró en la vida de Noelia cuando su padre, un conocido empresario, muy vinculado a la ciudad, le contrató. Fue su primer caso nada más recalar en Vitoria. Se trataba de que investigase las andanzas de su yerno, también empresario y como suponía San Juan, metido en asuntos sucios, además de resultar un esposo poco entregado a la familia y relegar a un segundo plano a Noelia desde el momento mismo de contraer matrimonio. Ocho años atrás, Noelia era una mujer de facciones agradables y cuerpo escultural. Ante Baran se presentaba un despojo. Su peso había aumentado considerablemente. Tenía las piernas hinchadas y las manos enrojecidas. El pelo lacio, sin brillo y blanco, caía en una enmarañada melena hasta los hombros. Las ropas viejas desentonaban en el umbral de la casa -. ¿Qué necesidad tenías?
- Juan es el amor de mi vida - respondió con la mirada pétrea, frotándose las manos estropeadas - ¿Es tan difícil de entender? - sus palabras se asemejaron a ladridos.
- Hablemos dentro - Baran la apartó sin esfuerzo y entró en el silencio de la casa triste. Se sentía incómodo ante ella. En el fondo, continuaba mostrándose altiva y majestuosa, como antaño.
- ¿Te manda el viejo?
- No. Me contrataron para buscar a una chiquilla que...
- Cuando me enteré que el padre de la niña te había contratado, pensé que sería un acierto. Supuse que no llegarías a nada - la carcajada inundó el salón y se extendió a través de los muros -. Me parecías vulgar, un detective mediocre, un pelagatos. Me equivoque.
- Puedes echar toda la mierda que quieras sobre mí. En esta ocasión tú pierdes y yo gano.
- ¿Has venido a restregarme tu triunfo? Te creía más honesto.
- He venido para saber por qué razón te has metido en este sucio mundo.
- Por amor. ¿Te satisface la respuesta? - tensó la boca a modo de sonrisa pero solo fue una mueca grotesca -. Juan me engañó con muchas, aunque ninguna era definitiva. Siempre volvía a mi y me hacía sentir viva.
- La respuesta no es clara - Baran se giró -. Una vez te dije que el amor que sentías resultaba enfermizo y que te llevaría al desastre.
- La vida me sonreía - continuó Noelia como si hablara para sí -, hasta que apareció esa ramera de Jazmín. Juan me abandonó definitivamente por una rastrera puta. Viajé y me instalé en Londres. Conocí a Andréi. Con frecuencia hablábamos de ti. No resultó porque no era capaz de olvidar a mi marido. Nos separamos como pareja pero me propuso un negocio redondo. A pesar de proporcionarme muchos millones, no conseguí ser feliz. ¿Sabes que el dinero no da la felicidad? Le propuse a Andréi mi vuelta a casa. Aceptó con la condición de que me encargara del suculento negocio aquí. Eligió a los mejores hombres para que me respaldaran.
- Pero Juan no volvió contigo.
- Tardé demasiado tiempo en comprender que no me había amado nunca. Mi padre decía que esas cosas las sabe cualquier mujer por intuición - sonrió con tristeza al recordar al padre.
- Me rebajé ante él. Le supliqué. No me hubiera importado compartirlo con otras mujerzuelas y así se lo insinué. Se rió en mi cara pero comprendió que el negocio resultaba beneficioso y se propuso formar parte de nuestra asociación. Por tenerlo cerca... Siempre pensé que tarde o temprano volvería a mi.
- Pero la realidad fue que te hizo más daño.
- ¿Te crees que lo sabes todo? Juan y tu os parecéis mucho. No sois inteligentes. No valéis más que para calentar algunas camas, que dejáis enfriar de inmediato.
- ¡Qué poético!
- No deberías burlarte. Estás vivo gracias a mi. En el fondo te tengo simpatía. El viejo confío en ti aunque a mi me resultas patético. Soy sensible y sentimental. Me caen bien los tontos.
- Muy sensible, ya se ve. Sobre todo con las chicas.
- Las cuidaba de maravilla.
- Las secuestrabais, las dragabais. Vivían hacinadas en un cuartucho y pretendíais venderlas. A ti no te cuidaron de ese modo.
- ¡Qué sabrás tú!
- Tu padre hubiera dado la vida por ti.
- Les ordené a mis chicos que te dieran una paliza. Estaba convencida de que te retirarías del caso. Te viene grande el asunto.
- ¿Te tengo que agradecer que me dieran solo una paliza?
- Sacha come de mi mano. A una palabra mía… Se recrean matando - hizo una pausa esperando algún comentario del detective -. Pero al final no has resultado tan mediocre. Se ve que en estos años has aprendido algo.
- Todavía conservas la casa - argumentó Baran.
- Venía cada semana. Me gusta esta casa. ¿A qué me enfrento? - preguntó después de un largo suspiro.
- A muchos años de cárcel. Una lastima porque no has nacido para ello.
- Le pediré ayuda al viejo. Soy su única hija - su voz desafiante hirió a Baran como un cuchillo afilado.
- ¡No lo sabes! - exclamó Baran sin volverse siquiera, avanzando por el camino de gravilla -. Tu padre murió a principios de año.
........
- Íñigo reconoce que has hecho un estupendo trabajo - Susana estiró las piernas en la cama y besó con ternura a Baran que se vestía en el dormitorio -. ¿Por qué no te quedas un rato más conmigo?
- He quedado con el padre de Leire. Me ha ingresado una suculenta cantidad de dinero. Luego me pasaré por la inmobiliaria. He visto un local céntrico, más amplio y bonito para alquilar.
- ¿Cómo está la chica? - se interesó Susana con la seriedad oportuna.
- Aturdida, avergonzada pero contenta de volver a abrazar a su familia.
- ¿Y las demás?
- Les costará un tiempo volver a la vida normal pero lo pueden contar.
- ¿Por qué quieres una oficina más grande?
- Tiene que tener dos despachos - sonrió al espejo, mientras Susana se incorporaba.
- ¿Es lo que estoy pensando? - pregunto eufórica, entrecerrando los ojos miopes.
- Necesito un despacho para mi y otro para mi ayudante - respondió, observándola de reojo.
- ¿Estoy contratada? ¿Seré tu ayudante a partir de ahora?
- Lo serás.
- Hablemos de las condiciones, sueldo, vacaciones...
- No te pases de lista que todavía me puedo arrepentir.
- No lo harás. Sabes que me necesitas.
1. Forma despectiva de hablar de una mujer.
2. Prostituta.
3. ¡Me cago en la puta!