Izan prestó atención al espeso silencio que denotaba el final de la conversación escuchada a través del móvil. Atónito, rozó la pantalla del BlackBerry. Minutos antes intentó contactar con Eva, aunque le resultó imposible comunicarse con ella. Durante algunos segundos trató de calibrar los pensamientos que se le agolpaban en la cabeza tras la escucha singular de la conversación. ¿La había oído realmente o su imaginación le jugaba una mala pasada? Cerró los ojos y se dejó caer en el sofá. Recapituló meditando con calma. Primero habló con su madre, que le mantuvo en línea durante algo más de cuarenta minutos, contándole minuciosamente todos sus movimientos durante las vacaciones pasadas en Nueva York, precisamente el mismo destino que Eva y él había elegido. Su siguiente pasó fue comunicarse con Eva sin lograrlo. Enseguida el móvil vibró. Eva llamando, leyó e inmediatamente contestó. ¿Lo hizo? Algo externo le impedía recordar este detalle. Con dedos temblorosos y sintiéndose febril buscó la lista de llamadas realizadas y recibidas. Con horror descubrió el contacto de Eva como el último recibido. "Cálmate Izan. Cálmate", se ordenó a sí mismo. La llamada no iba dirigida a él, estaba completamente seguro, aunque no por ello resultaba menos inquietante. El corazón aceleró su bombeo. Repasó mentalmente la conversación de minutos antes. La memoria le trajo el recuerdo nítido. Cerró los ojos con la intención de concentrarse. "Cariño, te he estado llamando", pensó recordándolo claramente. En realidad Eva no se encontraba al otro lado, no fue su voz alegre la que escuchó. Dos voces masculinas bien diferenciadas dialogaban entre sí, ajenas a cualquier otra cosa. Los poseedores de las voces no se dieron por aludidos. Sus frases se perfilaron concretas, casi simples. ¿Sería capaz de reproducir la conversación? Inmediatamente tomó papel y bolígrafo y se dispuso a transcribir el diálogo. Le pareció que los sujetos llevaban un rato hablando. Sonrió. Posiblemente se trataba de un cruce de líneas. Nada de qué preocuparse.
Para diferenciar lo dicho por cada uno de los hablantes, los identificó como A y B.
A: "Lo más conveniente será tomar una comarcal", escribió pensando que era lo primero que había oído. "Hay poco tráfico por la noche. No dejaré ningún rastro", juraría que lo dijo el mismo tipo.
B: "Cerciórate de que sean ellos. El director no quiere fallos que arrastren complicaciones. Debes actuar con rapidez. Un solo tiro", fue lo que certificó el segundo sujeto.
Izan volvió a sobresaltarse.
A: "Confía en mi. He realizado otros trabajos para Marigorta. Siempre quedó satisfecho".
¡El tipo estaba acostumbrado a matar! ¡Hablaban de crímenes con naturalidad!
B: "Cuando te hayas cargado al Fulano, te pasas por el parador. El director desea reunirse con todos. El dinero se nos ingresará a cada uno de forma inmediata. Repasemos una vez más todos los movimientos".
A: "No hace falta. Lo tengo todo controlado".
B: "Una vez más", insistió.
Izan releyó el pequeño texto nuevamente.
A: "De acuerdo. El tipo y su novia viajan en un Peugeot 207 azul oscuro", por más que lo intentó no pudo recordar la matrícula a pesar de que el criminal vocalizó muy bien cada dígito. Lo que si recordó Izan fue que sintió un escalofrío interior y que tuvo que sentarse al escucharla. "Harán una parada con la intención de cenar algo, unos kilómetros antes de llegar a Zaragoza capital. Los seguiré desde la casa del tipo", el corazón de Izan se salió de la cavidad al recordar las palabras.
B: "Todo correcto. Sincronicemos los relojes. Ahora son las 20:13".
A: "Las 20:13", repitió el asesino con voz glaciar.
Izan comprobó que su Roccobarocco también marcaba las 20:13.
A: "La salida está prevista para las 22:00. Según la novia del tipo, pretenden coger un vuelo a Nueva York al día siguiente, desde Barcelona, aunque este dato no es de nuestra incumbencia".
B: "No cogerán el avión". Izan recordó horrorizado la carcajada de B. "¡Suerte, amigo!
A continuación llegó el silencio pesado. La comunicación había terminado, sin embargo la zozobra de Izan no había hecho más que empezar. Releyó el escalofriante texto repetidas veces hasta sentir decaimiento. Un regusto amargo le invadió la boca. Buscó desesperado el paquete de cigarrillos. Consumió el primer Camel hasta el filtro, dando caladas apresuradas. Sin apagar el primero encendió el segundo y con el mismo método, el tercero. Repentinamente dio un respingo, observando con atención el paquete y el encendedor sobre la mesa. ¿Cómo había llegado aquello a su casa? "Tal vez sea de Eva", se aventuró a suponer. No, imposible que fuera de Eva. Solo consume Ducados rubio, se corrigió de inmediato. Camel. Él siempre fumó Camel pero lo dejó cinco años atrás. Sin embargo, aquel paquete lo llevaba en el bolsillo del pantalón. El terror se apoderó nuevamente de Izan. Releyó por enésima vez la macabra reproducción de la conversación telefónica. Por una desafortunada coincidencia, la hora de salida de la pareja que mentaron los fulanos, coincidía con la que Eva y él vivirían horas después. Los desafortunados viajeros también serían un hombre y una mujer. Debía meditar sobre ello y actuar con celeridad. Se predispuso a cavilar concienzudamente. Era necesario averiguar el paradero de los viajeros del punto de mira y ponerles sobre aviso. Durante algunos minutos se concentró para recordar la matrícula del vehículo. No lo logró. En caso de no recordarla, sería del género tonto tratar de remediar el asunto. Tal vez realizando una llamada a la policía local y refiriéndoles la conversación... No le convenció la idea. Lo más probable sería que lo tomaran por loco. Tal vez podía contactar con el aeropuerto o mejor aún con la guardia civil de tráfico por las diferentes rutas de carreteras de acceso a Zaragoza. Desechó la idea al instante. Volvió a concentrarse en los preparativos de su viaje: billetes, pasaporte, tarjetas de crédito, documentación. Una nueva y siniestra idea atormentó la mente de Izan. Había tantas coincidencias con su viaje. El avión despegaría a la noche del día siguiente. "No puede ser cierto", se dijo a sí mismo. Se estaba sugestionando sin motivo. Ese era su vuelo, el de Eva y él. Tomarían el avión a las 22:30 del día siguiente desde Barcelona con destino a Nueva York. Meditó sobre el dato. ¿Hicieron referencia a este dato los asesinos? Le fue imposible tanto asegurarlo como descartarlo. Tal vez todo fuera producto de su imaginación. Cerró las dos maletas. Nuevamente tuvo ganas de fumar. Prendió el pitillo, aspirando con vehemencia. El humo se expandió por sus pulmones como la traca de un petardo. Reconsideró la posibilidad de retomar el hábito. Siempre le gustó fumar. El cigarrillo se consumió con facilidad asombrosa. Apenas con tres caladas, ya llegaba al filtro. No recordaba haber guardado ningún paquete en casa, principalmente para evitar tentaciones. Sin duda el hecho tenía una explicación lógica que se escapaba a su entendimiento, ahora no predispuesto a discernir con lógica. No acertó a llegar a tal explicación. Nervioso, consultó el reloj. Las 20:30. Quedaba mucho tiempo hasta la llegada de Eva. Entre cuatro paredes se sentía preso e incomodo. Decidió salir. La calle le ofreció una bocanada de libertad. Caminó despacio y taciturno. Los pasos le llevaron al bar Timothy, cruzándose con el dueño, al que estuvo a punto de arrollar.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó el tabernero propinándole una palmada en el hombro -. ¿No es hoy cuándo os vais?
- Si, pero es pronto y en casa me estaba poniendo nervioso - titubeó con la idea de contarle lo ocurrido -. ¿Vas a algún sitio? Me ha pasado una cosa curiosa y me gustaría contártela.
- Imposible ahora, tío. Ya hablaremos a la vuelta - comenzó a andar a grandes zancadas y gritando, añadió -: ¡Relájate, macho! Tienes mal color. Entra que la camarera te va a gustar.
- ¿Qué le pongo, mi amol? - la voz sugerente de la latina que le sonreía tras la barra, le recuperó el ánimo en el momento en que se acodó en la barra.
- Una Estrella Galicia.
- Con gusto, mi amol - la atractiva muchacha se movía con pericia en la barra. Descorchó el botellín, ofreciéndoselo con amable sonrisa.
Sorbió la mitad del contenido de una vez.
- ¿Mucho calor? - fue más una afirmación que pregunta -. Igualito que en República. Humedad y calor sofocante.
Izan no contestó. Alargó el brazo para coger el Marca pero al momento rechazó la idea. La muchacha parecía querer entablar conversación. Le iría bien hablar de cosas triviales y aliviaría la tensión acumulada.
- Conozco República Dominicana -. comenzó sonriendo sin ganas y con la esperanza de que no le notara el nerviosismo -. Un gran país. Viaje durante las vacaciones de hace dos años.
- ¿De verás? ¡Qué bueno! - la morenita mostró interés.
- Bonito país, muy alegre y gente encantadora - añadió Izan con sinceridad.
- Celebro que le gustara.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
- En Vitoria solo cinco meses pero en España, va para dos años.
- En todo ese tiempo, ¿has vuelto alguna vez? A visitar a los tuyos, quiero decir.
- Hace tres años que no veo a mi mamá ni a mi chamaquito. Antes de venir para acá, estuve un tiempo en Francia.
- ¡Qué lástima!
- Pues si - afirmó mostrando un cansancio repentino.
- Y ya tienes un hijo, con lo joven que eres. Pareces una cría.
- En mi país no dejas de ser una baby cuando ya te conviertes en mamá. Yo lo fui al poco de cumplir catorce - se ufanó orgullosa, sacando del bolsillo del pantalón una sobada y arrugada fotografía de un chiquillo sonriente y desdentado de unos seis años -. Es mi carajito Carlos Manuel.
- Muy guapo. El padre, ¿está aquí contigo?
- ¡Ay! No, mi amol. En cuanto le dije que me había preñado, salió como alma que lleva el diablo, como dicen ustedes por acá. Gracias a mi mamá que se ocupa de él puedo ganar plata acá, que les envío cada mes.
- Seguro que aquí no te faltarán pretendientes. Eres muy guapa - animó Izan, con la certeza de que ya tenía compañero.
- Ustedes, los españoles son mortales. Estoy con un buen hombre que me cuida y me respeta y para Navidad, si diosito y la virgencita lo quieren, pagará el pasaje de mi mamá y mi carajito.
Izan sonrió pensando que en cuanto la muchacha viera sus objetivos cumplidos, se desentendería del buen españolito.
- Es un buen hombre al que no abandonaré - añadió como si hubiera leído el pensamiento de Izan -. Tiene mucha plata y me trata bien. Me hace feliz, aunque es un vegetal.
- Me alegro por ti - levantó la botella brindando en el aire. Bebió los últimos sorbos y pidió otra.
Con la ayuda de la segunda cerveza sintió que Altagracia, como le dijo la muchacha que se llamaba, podía ser su paño de lágrimas. Necesitaba desahogarse con alguien rápidamente. A medida que pasaba el tiempo, sintió gran complicidad y sobre todo comprensión. Altagracia, escuchó en silencio, a veces bajando la mirada, con el semblante serio y con las palabras adecuadas saliendo de su carnosa y sensual boca. Luego llegó la rápida despedida y los rojos y voluptuosos labios de Altagracia se posaron suaves, cálidos y húmedos sobre los de Izan. Fue como sellar el comienzo de algo similar a un contrato invisible de permanencia en un seguro de vida. Algo que más tarde cambiaría el futuro de ambos.
A las 21:45 sonó el tele portero. Izan se había quedado traspuesto en el sofá y al despertar vio que un hombre siniestro le apuntaba con un arma, mientras le instaba a no moverse o sería hombre muerto. Al segundo timbrazo más largo, descubrió que la amenaza provenía del televisor.
Descolgó excitado el telefonillo y la eufórica voz de Eva le devolvió a la realidad. Desconectó el televisor, reorganizó los cojines del sofá, dio un último vistazo a la casa y sacó las maletas al rellano de la escalera. Cerró la puerta con todas las vueltas de llave. Mientras descendía en el ascensor, sintió el corazón acelerado, incapaz de apartar de la mente la conversación telefónica. También recordó el paso por el Timothy y el recuerdo le templó los nervios. Eva le esperaba sonriente en la calle. Al verla tan fresca y natural, se olvidó de todo lo vivido horas atrás. Se besaron.
- ¿Por qué has tardado tanto tiempo en contestar? Me estaba asustando - se mostró ligeramente preocupada. Frunció el ceño mientras se acodó en el hombro de Izan.
- Me quedé dormido pero he contestado a la segunda llamada.
- ¿A la segunda? ¡Me he colgado del timbre, literalmente! Por lo menos he pulsado cinco veces.
Izan sonrió divertido. Eva exageraba siempre. Estaba convencido de que no llamó más de dos veces.
- Ha surgido un contratiempo a última hora - comentó sin darle mucha importancia, aunque a Izan se le aceleró el ritmo cardiaco al comprobar cuál era el contratiempo de última hora.
- ¿Qué pasa? ¿A qué viene esa cara de espanto? - interrogó Eva al percatarse del sobresalto del hombre.
- Es una larga historia que te contaré de camino. Lo único que te pido es que no hagamos el viaje en el Peugeot.
- ¿Estás bien? - observó el color cadavérico del rostro de Izan con detenimiento. Pasados unos segundos, agregó -: ¿Qué pasa con el coche?
- Esta tarde ha sonado el teléfono. Tu nombre aparecía pero no eras tú - se apresuró a aclarar -. Un cruce de líneas. Hablaban dos tipos. Uno de ellos cometerá un asesinato esta noche. Matará a un hombre que viajará con una mujer...
- Ya... Parece interesante, como guion peliculero... Pero, ¿qué tiene que ver con nosotros?
- Ellos viajarán en un Peugeot azul oscuro, exactamente igual que éste.
- ¡Terrorífico! - Eva contuvo la carcajada.
- No me siento bien, cariño - respiró a bocanadas notando que el aire no llegaba a sus pulmones.
- ¡No puedo creerlo, Izan! Hay miles de coches como éste.
- ¿Qué le pasa a tu coche? - tartamudeó tratando de sacar conclusiones y rememorando la aciaga conversación.
- Una pequeña avería y hasta dentro de tres o cuatro días no estará reparado. Mi hermano ha sido muy amable al prestarme su coche nuevo y tú deberías llamarle ahora mismo para agradecérselo.
- Le daré las gracias más tarde. Ahora llamaré a mi madre para que nos preste el suyo o a cualquier amigo. Si es necesario, alquilaremos uno. Solo tengo claro una cosa: no viajaré en ese coche.
- ¡No puede ser cierto lo que oigo!
- Coinciden demasiadas cosas: coche, modelo, color, número de ocupantes, hora de salida, ruta...
- De acuerdo, Izan. Son una serie de similitudes. Lo comprendo pero no es más que una simple coincidencia. No puedes pensar que somos nosotros.
- No me subiré al coche - lo dijo resueltamente, cruzándose de brazos.
- Si estás convencido de que esos tipos se referían a nosotros, llama a la policía y cuéntales esa historieta que te has montado tu solito - Eva subió el tono de voz. Algunas lágrimas se le escaparon.
- No grites, sabes que odio cuando te pones histérica. No hace falta que se entere toda la calle - propuso tembloroso y febril.
- ¿Quién es el histérico ahora? A veces me sacas de quicio - susurró molesta -. No sé cómo puedes pensar que vamos a ser nosotros los protagonistas de tan horrendo crimen.
- Con estas cosas no se bromea, Eva. Se van a cargar a un tipo y no hace falta que lo vociferes a los cuatro vientos.
- Tal vez esos tipos se referían al argumento de una película o de un libro. ¿No te parece más lógico?
- Pero también puede ser real.
- ¡Izan, cariño! ¡Utiliza el cerebro! ¿Dónde se ha visto que alguien planifique un crimen por teléfono? Bien podrían haber utilizado correo electrónico que es mucho más personal. Cariño, solo en las películas pasan estas cosas - anunció resolutiva.
- Lo único cierto es que sonó el móvil. Tu nombre indicaba que eras tú la que pretendía comunicarse conmigo. Descolgué y los tipos hablaban de la matanza. Me quedé helado, como comprenderás.
- ¡Claro! No es para menos - aseguró sonriente.
- No le veo la gracia, Eva.
- No has cumplido con tu deber de honrado ciudadano. Si se lleva a efecto y no lo has denunciado, serás cómplice, ¿Te has parado a pensar en ello?
- No te soporto cuando te cuento cosas serias y te lo tomas a cachondeo.
- La policía debe estar al tanto, rastrear hasta el último rincón para dar alcance al temido criminal.
- Vete a la mierda, Eva.
- Te lo digo en serio, cielo. Llama a la policía.
- ¿Qué quieres que les diga?
- Lo mismo que a mí, cariño.
- Carezco de datos concretos, ni siquiera recuerdo la matrícula. Como tú has dicho, hay miles de coches iguales.
- Bien. Entonces nos olvidaremos del tema. Mañana, en el aeropuerto leemos los periódicos y ya nos enteraremos.
- Y lo dices tan tranquila. Eva, ¿no te das cuenta? Si mañana leemos algo parecido a lo que te he contado, me dará un patatús.
- No te pasará nada porque estoy convencida de que se trataba de un argumento novelesco - aventuró Eva mostrándose tranquila.
- ¡Qué fría eres!
- ¿Qué quieres que haga? - vaciló unos segundos - ¡Ah! ¡Espera! ¡Espera! Se me acaba de ocurrir una idea sensacional. Llamamos a una emisora de radio. Les pones al corriente del notición del año. Seguro que ningún Peugeot azul oscuro es capaz de salir a la carretera esta noche. ¿Te parece buena idea?
- No - la respuesta fue lacónica y escueta. Sujetó a Eva por el brazo con fuerza -. ¿Puedes tomártelo un poco más en serio, por favor?
- Me lo tomaría en serio si no estuviera convencida de que es una soberana estupidez - guardaron un silencio incómodo -. Anda, cariño, vamos a cenar algo.
- No tengo hambre - se desligó del brazo de ella, mostrando el mal humor que le invadía.
- Vale. Yo tampoco tengo hambre en este momento. He preparado unos bocatas. Pararemos de camino.
- Solo he tomado unas cervezas - concluyó desalentado.
- Vuelve a la tierra, cielo. Nos disponemos a pasar tres semanas maravillosas en Nueva York. Intenta disfrutar desde el primer segundo.
- No puedo, Eva. Es superior a mí. Alguien va a ser asesinado esta noche.
- Y lo siento en el alma, corazón. Pero ¿qué podemos hacer nosotros? - acarició con ternura la mejilla del joven -. Además estoy convencida de que será un gran éxito cuando estrenen la película, Pero ahora, lo más importante para nosotros es ponernos en camino.
- Hay otra cosa que... - titubeó entre hablar o mantenerse callado. Decidió añadir algo más -: También lo del tabaco me ha parecido extraño.
- ¿Qué tabaco? - Eva estaba ya en el interior del coche, abrochándose el cinturón de seguridad.
- Creo que alguien ha entrado en casa.
- ¿Qué? - se mostró alarmada por primera vez.
- ¡Lo que oyes! Alguien entró en casa y dejo un paquete de cigarrillos y un encendedor en el bolsillo de mi pantalón.
- ¡Amor! Es la primera vez que oigo que alguien entra en casa ajena a dejar - le dirigió una mirada condescendiente -. Además, ¿cómo van a dejarte un paquete de tabaco en el bolsillo del pantalón? No ves que es materialmente imposible.
- Ya ves. Siempre hay una primera vez para todo - Izan volvió a alterarse.
- Tal vez todo esté relacionado y hayas sido elegido para llevar a cabo un enrevesado entramado - Eva decidió cambiar de táctica y seguirle la corriente -. Puede tratarse de un juego.
- ¿Desde cuando el asesinato es un juego?
- Me refiero a que tal vez tus amigos o compañeros de trabajo, te hayan preparado una sorpresa. Ya sabes, esos juegos de esparcimiento al aire libre que ahora están tan de moda. Juegos de escape, según tengo entendido son divertidísimos.
- ¡Eva! ¡Esto es real! ¿Quién es capaz de jugar con el crimen?
- Cariño, no te sulfures que te va a dar algo. Me refiero a esos juegos donde un grupo de gente se mete en una historia inverosímil para que la vivan como algo propio, algo que le podría pasar a cualquiera.
- A cualquiera no se le puede matar así como así.
- No me escuchas, Izan, cielo. Se trata de que esa persona o grupo pase miedo. Todo el tinglado tiene que estar muy bien montado para que parezca real. Sirven para soltar adrenalina y tengo entendido que en las empresas son utilizados para mejorar el rendimiento de los trabajadores.
- ¡Que se van a cargar a un tío! ¿Tanto te cuesta entenderlo?
- ¿Me estás escuchando? Te repito que se trata de eso precisamente. De que creas que algo terrible va a suceder y que lo vivas con toda la intensidad - le observó esbozando una sonrisa abierta -. Pero, cielito, es mentira. Lo que estés imaginando... ¡Es mentira!
- ¿Crees de verdad que se trata de algo semejante a un juego?
- Estoy convencida de ello.
- Pues es de un gusto pésimo.
- Cariño, ya te digo que estos juegos están muy de moda. Su finalidad es conseguir relajarse y pasar un rato divertido por los que lo secundan. Cuestan un pastón.
- ¿Relajarse? ¡No me hagas reír! He pasado la peor tarde de mi vida - guardó silencio durante diez minutos. Cerró los ojos y se dejó llevar. Eva resultaba una conductora excelente -. ¿Por qué sabes que cuestan un pastón?
- Puede parecerte un gasto inútil pero he leído sobre estas prácticas y según dicen ayudan a rebajar el estrés y a centralizar las emociones - acarició las piernas tensas de Izan con mimo -. Lo que te pasa a ti es que tienes muy poco sentido del humor y poquita imaginación. Te lo digo siempre, cariño. Todo te lo tomas a la tremenda.
- A ti te quisiera ver en mi lugar. No me entra en la cabeza que estas cosas eviten el estrés, la verdad. Estoy a punto de explotar.
- Siempre hay gente implicada en estos juegos - continuó Eva, mirando de reojo a su compañero -. Es como lo de la cámara oculta de la tele. Amigos y familiares entran al trapo y se meten perfectamente en el papel, ayudados por actores que son los que dirigen el juego. ¿Lo pillas?
Izan se tranquilizó. Eva conducía esgrimiendo calma, como era habitual en ella. Pasados unos minutos le propinó un codazo. Entendiéndolo todo de pronto, estalló en una nerviosa y prolongada carcajada que le alivió la tensión acumulada.
- ¿He dicho algo gracioso? - indagó Eva cuando Izan se calmó del ataque de risa.
- Tengo que reconocer que en el fondo ha sido gracioso. Muy en el fondo. Estarás pensando que soy tonto perdido. He tardado un poco, ¿verdad? Pero por fin lo he entendido.
- ¿Qué insinúas?
- No conocía tus dotes de interpretación. Has estado magnífica - aplaudió con fuerza -. ¡Estás detrás de esto!
- No, cariño. Te equivocas de pleno. No tengo nada que ver en este enredo.
- Me da igual lo que digas. Se que tengo razón. Disimular es parte del juego. Claro, te han enseñado a engañar. Esperaré relajado el siguiente paso. A partir de ahora me lo tomaré a chufla, lo prometo - conectó la radio y escucharon a Fito y los Fittipaldis, "Por la boca vive el pez".
- Cuéntame lo del paquete de tabaco - se interesó Eva, cuando Sergio Dalma comenzaba a cantar.
- Ahora ya no tiene gracia, Eva. Es una bobada.
- Cuéntamelo de todas formas - rogó sin apartar la vista de la carretera.
- Tal como te dije, me encontré un paquete de cigarrillos empezado en el bolsillo del pantalón. Estaba tan excitado, que me fumé unos cuantos.
- ¿Seguro que los ladrones no se llevaron nada?
- En ningún momento dije que fueran ladrones. Por supuesto que no se llevaron nada - prorrumpió en una ligera carcajada -. Seguro que forma parte del plan.
- Te equivocas - Eva apartó la vista de la carretera para mirarle de frente durante un par de segundos.
- ¿Me equivoco?
- No creo que el detalle sea significativo en el juego. El tabaco lo olvidaría alguien de los que asistieron a la fiesta del viernes. Pasó mucha peña.
- El tabaco era viejo y seco. No lo he visto durante estos días. No sé cómo pero me lo metieron en el bolsillo a propósito.
- Izan, a veces eres muy terco. Te pareció viejo porque hace años que no fumas. ¡Pura sugestión!
- Disimulas muy bien, cariño - sonrió divertido -. No voy a picar otra vez. El que entró en casa, supongo que tú le dejarías la llave, está también medido en el ajo.
- No tengo nada que ver. Te he dicho que imagino que se trata de un juego, no que esté implicada en él.
- Lo veo muy claro, alguien de la fiesta lo dejó, es decir, alguno de nuestros amigos.
- Es lo más probable.
- Cómo en las películas de suspense - ensayó una voz gutural mostrándose divertido - Quien menos parece tener relación con los hechos, resulta ser el asesino.
- Es posible que tengas razón. Quien menos aparente estar implicado, será el cebo perfecto.
- Así funcionará. Lo voy pillando - cerró los ojos, reclinó hacía atrás el asiento -. Echaré una cabezada.
Eva le observaba con cautela de vez en cuando.
- ¿Dónde estamos? - curioseó Izan soñoliento veinte minutos después.
- Nos han desviado hacia una carretera secundaria. Según me ha informado la Guardia Civil se ha producido un aparatoso accidente entre dos camiones. Esta carretera está plagada de baches pero apenas hay tráfico. ¿Estás bien? - parecía preocupada -. ¿Has tenido alguna pesadilla? Estabas muy inquieto durante todo el tiempo. Te has movido mucho.
- Pues he dormido muy bien. Me hacía falta - aferrándose al asidero de la puerta, para evitar las sacudidas producidas por los socavones, exclamó -: ¡Es un camino de cabras!
- Es la mejor opción para evitar caravana.
- ¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! - se irguió colocando el asiento en su posición habitual -. Hablaron sobre ello los tipos del teléfono. El coche se desviaría de su ruta. Creo que por aquí se producirá el asesinato.
- ¡Por favor, Izan! ¡No seas paranoico!
- Eva, te lo ruego. Da la vuelta. Somos los únicos que circulamos por esta carreterucha de tres al cuarto. Estoy convencido de que ni siquiera viene en el mapa - las manos temblorosas buscaron en la guantera.
- No insistas otra vez con la tontería, Izan. Te repito que nos ha desviado la Guardia Civil.
- ¡Es cojonudo! Que bien planeado está todo. Con esmerado cuidado y con todo detalle. Seguro que el picoleto era un actor con tricornio de cartón. Me hubiera encantado estar despierto.
- Cariño, los guardias civiles no llevan tricornio desde la época de Roldán, creo que únicamente lo usan en ceremonias solemnes - guardó silencio por escasos segundos, para agregar después en voz muy baja -: La verdad es que no me ha dado la sensación de que que hubiera tenido lugar ningún siniestro en las cercanías.
El comentario no consiguió intranquilizar a Izan.
- Pues claro que no lo había, cariño. Un accidente en plena autovía no lo pueden simular - suspiró receloso -. Cari, el tipo ¿tenía pinta de picoleto?
- No lo sé, Izan. No sé si hay que tener una pinta determinada para cada oficio. A mi me ha parecido creíble, pero tampoco lo he analizado en profundidad.
- En las películas los malos suelen tener cara de malos - aunque el argumento sonó infantil, parecía tener los nervios en tensión nuevamente.
- Date prisa, no tenemos toda la noche.
- Un momento, mi amol - respondió melosa la joven al hombre que esperaba jugueteando con las llaves del coche.
La muchacha se tomó su tiempo para la última revisión. Por fin bajó la persiana del bar donde trabajó aquella tarde.
- Llevamos quince minutos de retraso - protestó el hombre.
- ¡No te pongas bravo, mi amol! Recuperarás el tiempo en cuanto salgamos a la carretera.
- ¿Te pareció excesivamente nervioso?
- Al principio si. Llego un chin arrebatado, ya sabes cómo es la vaina. Luego con la cherchada y las frías se fue bien alentaito.
- Al director le encantará - aseguró el hombre divertido.
- Actué divinamente. ¡Si me hubieras visto! Estuve bien chévere, mi amol.
- ¿Habrá algún parador abierto a estas horas por aquí? - Izan consultó la guía Michelín.
- Por aquí no creo - respondió su compañera a media voz.
- Tengo hambre.
- Pararemos enseguida. He hecho una tortilla de patata, hay latas, tostadas y también un Luis Cañas - se sintió observada con detenimiento expectante -. ¿Por qué me miras? ¿He dicho algo raro?
- Me asombra. ¡La glamourosa Eva haciendo tortilla de patata! ¿Has manchado la inmaculada cocina de tu pulcra casita? ¿Tenías sartén?
- Las que tenemos cierto encanto también comemos, Izan. No soy experta cocinera pero si se quiere se aprende.
- ¡Esta si que es buena! ¿Te has quitado los tacones para cocinar?
Le dedicó una mirada condescendiente. Tuvo que morderse la lengua para no contestarle un improperio que le hubiera dolido. No era momento de sobrecargar el ánimo de Izan, ahora que por fin parecía haber olvidado lo de la conversación telefónica.
- Arguiñano me ha salvado la vida, corazón.
- Para una tortilla no hace falta el libro de las "1000 recetas de Arguiñano", con preguntarme a mí, hubiera sido suficiente.
Le respondió con sonrisa engatusadora y mirada gatuna.
- Me han recomendado un sitio especial, bonito y apartado. Es un recoveco, al amparo de los melojos. Cenaremos la mar de bien - propuso eufórica.
- Eva, cielo es noche cerrada. Da igual cómo sea el paraje.
- Debe ser un lugar muy romántico. En plena naturaleza, Izan - ensayó una caída inocente de ojos.
- ¡Dónde se ha visto cosa igual! ¡La fascinante Eva comiendo tortilla de patata en el campo! ¡Rodeada de molestos bichos! ¡Sentada sobre un tocón y a la luz de la luna! - ironizó sorprendido.
- Mi querido Izan, ¿no te parece romántico?
- Me encantaría que mi chica se comportara como todas las mujeres del mundo siempre, no solo hoy que me tiene preparada una sorpresa.
- No soy como la mayoría - protestó desdeñosa.
- De lo que estoy muy orgulloso. Es una de las mil razones por las que te adoro. Sinceramente, lo de la tortilla hecha por ti para degustar en el campo, en plena noche, que según dices siempre, es un lugar horrible, es toda una sorpresa. Nunca hubiera imaginado que harías algo así.
- Siempre hay una primera vez para todo. Aunque no te lo creas, me he molestado en buscar el lugar, he preguntado, me he interesado y me han sugerido varios. He buscado la ubicación en Google. Lo he elegido yo solita.
- Nunca dejarás de sorprenderme - repuso Izan feliz.
- Según me ha dicho el director, pararán en un paraje llamado Galacho de La Alfranca, a unos quince kilómetros de Zaragoza.
- Atendiendo al mapa, se sitúa a unos veinte kilómetros de donde nos encontramos - informó la muchacha después de consultar en el mapa de carreteras.
- Les pillaremos por sorpresa - terció el hombre divertido.
- ¿Seguro que no correrán ningún riesgo? - la joven no parecía muy convencida.
- Ninguno.
- Tengo miedo. Creo que es demasiado arriesgado. El tipo es manso. Ahorita me siento abacorada. Si lo tomara mal, acabaríamos en la cárcel.
- No pienses tonterías, Cosita - el hombre apartó la vista de la solitaria carretera y le hizo una carantoña a su compañera -. Solo tenemos que cumplir nuestro cometido a la perfección.
- No quiero ni pensar qué sería de mi chamaquito y de mi mamá conmigo presa.
- Solo tienes que pensar que estos trabajillos extras, de momento pagan la educación de tu hijo en el mejor colegio de República y que pronto pagará el viaje de tu viejita y del crío.
- Todos juntos seremos muy felices, gracias a ti mi amol - la muchacha sonrió con ternura agradecida, aunque por un momento el compañero vio un atisbo de desconfianza o tal vez de desamor.
- No hay duda, este es el enclave - Eva rompió el silencio que los invadió durante los últimos kilómetros. Se apeó del coche y abrió el maletero -. ¿Qué haces ahí? ¡Baja! La noche es cálida. Según me han comentado, al final del sendero hay unas mesas de piedra. Tengo planes para culminar esta gran noche plena de romanticismo.
- No me gusta el sitio - elevó la voz sin moverse del coche.
- Por favor, Izan. Pon un poquito de tu parte. ¿No estarás pensando de nuevo en la maldita conversación que has escuchado esta tarde?
- No, no pensaba en ello - replicó mostrándose enfadado -. Simplemente no me gusta. Está demasiado oscuro.
- ¡Cariño! Estamos en el campo. En plena naturaleza - ¿Qué esperabas? ¿Luces de neón, discotecas o escaparates iluminados?
- No quiero quedarme. Así de simple. ¿Es tan difícil de entender? - vociferó sin moverse del asiento.
- Procura disfrutar del momento, cielo. Tendremos luz suficiente con la potente linterna - se acercó mimosa. Le soltó el cinturón de seguridad y le acarició la entrepierna -. ¡Hazlo por mi, cielito!
- ¿No estarás pensando en hacerlo aquí? - le clavó los ojos asustados - ¡Es una locura!
- ¡No seas mojigato, Izan! No es la primera vez que echamos un casquete al aire libre. Me excita hacerlo en el campo, a la luz de la luna - le ofreció los labios húmedos, que se pasearon con furor encendido por los de Izan y acabaron en el lóbulo de la oreja.
- Vámonos de aquí, por favor - rogó en un murmullo que se fue apagando lentamente -. No puedo. Lo siento, Eva.
- ¿Qué clase de hombre eres? Pareces un chiquillo lloriqueando. Anda, no seas tonto. Me pone este lugar.
- Pues a mi no.
Eva se olvidó de la palabrería, mientras deslizaba los febriles dedos hacia la bragueta del pantalón. Soltó los botones con destreza felina. Le colocó la mano sobre la entrepierna, que automáticamente reaccionó de manera positiva. Segundos después se revolcaban sobre la hierba. Atrás quedó el reguero de ropa. Rompieron la tranquilidad nocturna entre jadeos, susurros y respiraciones entrecortadas. Los labios de Izan se entregaron. Mordisqueó los pechos de Eva, pausadamente fue bajando la boca recorriendo la piel suave, rozándola con besos. Por fin los labios húmedos de Izan presionaron el cálido sexo de Eva que en respuesta, arqueó la espalda, mientras un gemido se perdió en la oscuridad. Seguidamente Izan le penetró con instinto salvaje. A cada embestida, ella mordisqueaba los labios del amante. El grito de Eva se elevó por encima de las copas de los árboles al tiempo de la llegada del orgasmo.
En el interior del Renault Megane, un hombre cercano a los sesenta, flácido y barrigudo esperaba órdenes junto a la guapa dominicana de piel aterciopelada, veinteañera y a cada minuto más asustada. Se detuvieron en el arcén. No controlaba bien la zona y esperó pacientemente las nuevas indicaciones. La Primavera de Vivaldi, anunció la llamada en el móvil quince minutos después de lo previsto.
- Todo listo - fue el escueto mensaje al otro lado del HUAWEI -. A la chica le ha llevado más tiempo del previsto convencerle, pero en cuanto ha recurrido al viejo truco de la jodienda, el fulano no se ha resistido.
- ¿Está el coche a la vista? - preguntó el hombre riendo ante el comentario.
- Tal como lo indicó Marigorta. Ella ha cumplido al pie de la letra. Un poco mas adelante de tu ubicación, como a unos dos kilómetros, tienes que girar a la derecha, se ha formado una vereda. Divisarás el coche antes de llegar. Ella ha tenido la feliz idea de dejar las luces encendidas. Ahora están cenando en unas mesas de piedra situadas al final de un angosto sendero. Se alumbran con una potente linterna. No tiene perdida.
- Entendido. Al finalizar mi trabajo, nos veremos en el parador. Quiero cobrar mi dinero.
- No temas. Lo tendrás. Ya conoces al director, es hombre de palabra.
- ¿Lo ves, Cosita? - exhibió los amarillentos dientes y palmeó el muslo de la dominicana -. Tu niño y tu viejita tienen pie y medio en España.
- ¡Dios me lo bendiga! - sus palabras se perdieron bajo el rugido del motor del Megane, que se puso de nuevo en marcha y circulaba a velocidad moderada. Cuando llegaron al desvío, preguntó -: ¿Estás seguro de que el tipo no sospecha nada?
- Hasta el momento sigue preocupado pero nada más.
- Pero, ¿seguro al cien por cien? - insistió con creciente desasosiego.
- La novia lleva un micro conectado al mío. Le ha hecho creer que se trata de un juego de esparcimiento.
- ¡Pobre! Me da coraje tener que recurrir a esto para disfrutar de los míos.
- Es preciso que solo pienses en ti. A este tío no les conoces de nada.
- Imagínate que le conocieses, ¿qué pensarías entonces?
- ¡Mujer! ¡Qué cosas se te ocurren! A ti qué más te da. El que hace el trabajo soy yo y te aseguro que no le conozco de nada.
- ¿Y si fuera yo la que supiera algo de su vida?
- Los dos sabemos que no conoces nada referente a la vida del tipo. Por hablar con él diez minutos, no se conoce a una persona. No seas pelma, Cosita. El director es el que dicta las normas y si él decide que todo marcha bien, es que marcha. No hay que darle más vueltas.
Antes de enfilar el camino, el conductor redujo la velocidad y apagó las luces del coche. Se introdujo en la oscuridad y avanzó con sigilo. Detuvo el vehículo junto al Peugeot. Besó a la muchacha y se apeó del vehículo. Caminó decidido, sosteniendo el pequeño revólver en la mano derecha. La dominicana le pisaba los talones.
- ¿Crees que tendrán un arma? - susurró con voz temblorosa.
- ¿Qué haces aquí? No me sigas. Tu papel ha terminado. ¡Quédate en el coche!
- Contéstame primero, Jacinto. ¿Crees que irán armados?
- ¿Cómo coño van a ir armados?
- ¿No vas tú? Tal vez él también lo esté.
- Cosita, voy armado porque tengo que ir armado. Es mi trabajo. Voy a cargarme a un tipo que no tiene ni puta idea de lo que se le viene encima. El viaja con su novia. Se supone que van de vacaciones.
- Van a Nueva York.
- ¿De dónde coño has sacado esa información? - interrogó dando un giro tan brusco que casi arrolló a su acompañante.
- Me lo dijo esta tarde en el bar. Hablamos mucho tiempo. Estaba muy asustado.
- ¡Mierda puta! Mira que te he dicho una y mil veces que te ciñas al guion preestablecido. Tu papel es secundario, Cosita.
- Pensé que si hablaba un chin más, aumentaría la plata. Siento que no me alcanza. Tú nunca te has visto sin chele, mi amol. Solo deseo tener chepa. ¿Es malo tener sueños?
- No, Cosita, no es malo pero soy suficiente hombre para conseguirte todos tus deseos.
- ¡Ya salió tu hombría a relucir!
- No te cruzo la cara porque estamos a pocos metros de ellos. ¡Vuelve al coche!
- No me da la gana.
Ambos se lanzaron miradas cargadas de dolor.
- Quédate aquí quieta y no te muevas. Esto me pasa por fiarme de las mujeres - comenzó a caminar de nuevo -. Me estoy retrasando.
- ¿Sabes por qué quieren cargárselo?
- Ni puta idea.
- Sé que el tío es de ley, amol.
- Me la trae floja. Me han contratado. Me proporcionan el arma. Disparo. Cobro y tú te beneficias y todavía ¿tienes quejas?
- Mi carajito y mi mamá son mis tesoros pero ese pobre chico sin comerlo ni beberlo...
- Anda, Cosita, vuelve al coche y no pienses más en ese pingrao - le acarició la mejilla y los labios rozaron los de la chica -. Seré rápido y certero, como siempre.
A ella el beso le supo a hiel. Desanduvo el camino pero no subió al coche sino que lo rodeó. Agazapada al amparo de algunos arbustos, avanzó hacia adelante, hacia las mesas de piedra.
El asesino se deslizó sigiloso como una serpiente. Unos metros más adelante se dibujaban dos siluetas, haciéndose carantoñas a la luz de un potente foco.
"Mejor así. Les pillaré por sorpresa. El tipo no se enterará de nada. ¡Menuda pájara debe ser ella! ¡Me la juegan a mí así...!" - el asesino interrumpió sus pensamientos. Le separaban un par de metros de la pareja.
- ¡Manos arriba! - la voz sonó rotunda. Varios focos se encendieron sobre las copas de los árboles.
Eva se incorporó de un salto, alejándose de la mesa. Por su parte Izan se quedó paralizado, como si una fuerza invisible le impidiera el movimiento.
- Su trabajo ha terminado, señorita - sugirió el asesino, sonriéndole a pesar de que a ella también le resultaba imposible verle -. Puede pasar por el parador. Marigorta pretende reunir a todo el elenco.
- Lo siento, Izan. Me ofrecieron mucho dinero. Es la solución a todos mis problemas económicos actuales y futuros - se disculpó ante la expresión sombría y cansina del novio.
- ¿Qué lo sientes? ¿Acaso te han obligado? ¿Has hecho esto por dinero? ¡No puedo creerlo! Eres fría y calculadora. Ese dinero no solucionará jamás tu verdadero problema... - se interrumpió de repente. Se sintió confuso y mareado.
- Trata de entenderme. Yo...
- Por mucho que me esfuerce, no lograré entenderlo. ¡Traidora! Has jugado conmigo. Todos estos años han sido una patraña. Te conté todo lo acontecido esta tarde en casa y con sangre fría te has reído de mí todo el tiempo. Eras la mujer que más he querido en la vida. Eras la perfección, el prototipo. Me consideraba un hombre afortunado por tenerte junto a mí.
- También yo te amo, Izan. Pero en realidad el amor no tiene nada que ver con todo esto.
- ¿Qué me amas? ¡Esta si que es buena! - la carcajada se prolongó durante minutos -. Nunca te imaginé tan cínica. Dime, ¿Por cuánto me has vendido?
- Pagan mucho dinero... Si tienes paciencia, lo verás de otra manera. Me harías tan feliz si te pusieras en mi lugar.
- ¡Por mi, encantado! Obliga al asesino a que te amenace a ti y a que te dispare.
- No seas insulso, Izan.
- ¡Claro! Solo de pensar en el cambio, te estremeces. ¿Verdad?
- Tienes muy poca imaginación, cariño. Si analizases la situación unos minutos...
- ¡Estoy como para analizar! Deslumbrado por el foco y con un tío que no consigo ver bien, amenazándome con un arma. ¿Me mandan al otro barrio por no tener imaginación?
- Solo tienes que pensar un poco, Izan. Si tuvieses un poco de empatía...
- ¡Mira! También me falta empatía. ¡Manda cojones!
- A cada uno nos ha tocado un papel - el asesino entró en conversación para aportar claridad de ideas. Recalcó lo de "papel" pero viendo que Izan no pillaba el chiste, agregó -: Le ha tocado a usted el papel de muerto, a su novia, el de traidora y a mi el de asesino.
- ¡Qué suerte la mía! - ironizó un atribulado Izan.
- Solo puedo decirle que no es lo que parece - el asesino intentó suavizar la situación.
- Solo pretendo saber la razón por la que quiere liquidarme.
- Soy un mandado. Cumplo órdenes del director.
- ¿Cabe la posibilidad de que se haya cometido un error? - el amenazado trató de persuadir al asesino -. A usted le traerá sin cuidado pero soy un ciudadano honrado, pago mis impuestos, cumplo con mi trabajo.
- Se lo voy a decir porque me está dando lástima: usted ha sido elegido. Si fuera capaz de comprender, se quitaría un gran peso de encima.
- ¡No lo dudo! - protestó Izan aterrado -. Solo puedo recalcar en mi favor que soy buena persona. Tiene que ser un error.
- ¡Izan, mi amor! ¡Eres el protagonista! - Eva elevó el tono, en su afán de aclarar el despropósito.
- ¡No me hagas reír, guapa!
- No dejé de pensar en lo que le he dicho: Parece un incidente desafortunado para usted pero no lo es - el criminal hizo una seña que Izan no pudo ver. Inmediatamente, el foco que le cegaba se apagó. El asesino acortó la distancia que le separaba del desdichado, sin dejar de apuntarle -. ¿Qué ve usted en mí?
- Un despiadado asesino. ¿Qué quiere que vea?
- ¿Está seguro? Obsérveme con detenimiento.
Izan se detuvo en el rostro del adversario. Los ojos saltones de psicópata le acechaban con alarmante fijeza. Parecía haberse olvidado de afeitarse en los últimos días. Algunas arrugas se marcaban con cierta tenacidad en los pómulos. La nariz afilada le proporcionaba dureza. Las manos grandes, aferraban con determinación el arma. Esta era menuda, entre las manazas parecía perderse. Era un individuo al que le sobraban algunos kilos pero tenía una elevada estatura. Le desafiaba bien plantado, seguro de hacer correctamente su trabajo. Si a lo de ir por ahí matando gente, se le podía denominar trabajo.
- ¿Está convencido de que soy un despiadado asesino? ¿Está seguro de que su novia, a la que hasta hace escasos minutos amaba con locura, es una chiflada que ha sido capaz de engatusarle y venderle por miles de euros? - instó el hombre sin dejar de apuntarle.
- Veo en ambos a dos seres despreciables - respondió abatido.
- ¿Qué precio cree que tiene su vida?
- La vida no tiene precio.
- Y la muerte, ¿cree que tiene valor material?
- ¡Por supuesto! Usted y ella - señaló a Eva con desprecio -, han cobrado bastante dinero, ¿no es así? Pues ese es el precio de mi muerte.
- ¡Muy bien! Va entendiendo de qué va todo esto.
- Creo que ha llegado el momento - interrumpió Eva, acercándose a Izan y besándole con ternura -. "Amor mío, siento enormemente el infierno por el que estás pasando. No olvides que te quiero muchísimo. Dentro de poco nos reiremos juntos", hubiera deseado añadir, aunque con ello se hubieran truncado los planes.
- ¡Apártese de él! - ordenó el homicida.
Eva se alejó. Penetró en la negrura nocturna. A continuación el tipo armado disparó dos veces sobre el cuerpo de Izan, aunque éste se desplomó segundos antes de que saliera el primer proyectil.
- ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! - rugió un tipo menudo, con larga melena, avanzando a grandes zancadas desde el plano opuesto a Izan -. Todo el rodaje ha resultado espectacular, pero me temo que habrá que repetir la ultima escena. Izan a caído antes de que se oyera la detonación.
Eva se arrodilló sobre Izan. El hombre armado también se acercó. El melenudo se aplaudió a si mismo.
- Has estado cojonudo, Marigorta - exclamó con los brazos en alto -. Tengo ganas de besarme.
- Está desmayado - aseguró el matón.
- No le encuentro el pulso - observó Eva.
- ¡Apártense! - ordenó alguien a sus espaldas -. Soy el médico. Era lo previsto. Ha sufrido un pequeño espasmo, debido a la impresión. Nada grave. No se asuste, señorita.
- ¿Se recuperará? - Eva se retorcía las manos nerviosa y asustada.
- Pues claro que se recuperará, Palomita - respondió el melenudo -. En cuanto lo haga, volveremos a grabar la última escena.
- El tipo estaba acojonado. Tenías razón Marigorta - señaló uno de los cámaras -. Será un éxito de taquilla. Mil felicitaciones.
- Seguro que nos llevamos algún Goya - celebró otro cámara.
- Me conformaré con el Oscar a la mejor película extranjera o tal vez el Oso de oro de Berlín. Tampoco le haría ascos al Goya, claro está. Tendré un clamoroso éxito en el Festival de Cine de San Sebastián. Presiento que me llevaré la Concha de Oro. Y no rechazaré los premios más pequeños como la Biznaga de Oro de Málaga o por ejemplo La Palma de Oro de Cannes o alguna mención importante en el Festival Internacional de Cine Ecológico de Tenerife. Al fin y al cabo, la última escena y dicho sea de paso, la más importante y culminante se desarrolla en el campo, seguro que mi película gana algo importante - se vanaglorió el excéntrico director de cine -. Una vez más, mi idea ha sido magistral. ¡Soy un genio!
Mientras todos felicitaban al melenudo, éste tomó por los hombros al actor que había hecho de asesino y rodeó la cintura de Eva, a la que se veía intranquila.
- ¿Tienes algo que hacer el resto de la noche, Gatita?
- ¡No me llame Gatita! - Eva deshizo el nudo mostrando su enojo.
- ¡Palomita!, no te enfades conmigo. Tienes tu dinero, ¿qué mas quieres? - el director exultante, sonreía a las cámaras -. Ven con papaíto y te haré famosa.
- ¡Váyase a la mierda! - comenzó a andar hacia la oscuridad, hacia el cuerpo de Izan que todavía seguía tumbado en la hierba -. ¡Solo están sus ropas! ¿Dónde está Izan?
Todos se acercaron a la mujer que clamaba con un ataque de pánico. Tal como anunció, el cuerpo de Izan había desaparecido.
- ¿Quién le proporcionó otras prendas al protagonista de mi película? - quiso saber el director con un rictus de enojo. Observó iracundo a Eva, que no salía de su asombro y estaba al borde del desmayo -. Esto me indica que tu novio sabía algo de la trama ¿no es así?
- Estoy marcando el número de la policía - anunció Eva desalentada.
Bruscamente el asesino, dio marcha atrás dirigiéndose a grandes zancadas hacia el Megane.
- Mi novia tampoco está aquí - anunció preocupado.
- Mire, me importa un rábano si su novia ha desaparecido o no, puesto que no era más que una actriz de segunda fila que no llegará a nada - aseguró el director.
- ¿Insinúa que están juntos? - Eva se dirigió al "asesino".
- Me dijo que se habían conocido esta misma tarde. Es decir, que alargaron más tiempo del debido la escena en el Timothy. Le daba lástima que el pobre hombre no supiera nada del embrollo en el que se iba a meter. Supongo que entre los dos maquinaron la desaparición y han huido juntos - su mirada iba de Eva al director.
- ¡No es posible! Izan nunca me haría eso.
- No sea hipócrita, señorita - arguyó el supuesto asesino -. Usted le estuvo engañando toda la noche. Él tampoco creía que usted pudiera venderle tan fácilmente.
Las sirenas de los coches policiales se dibujaban a lo lejos.
- En cuanto a Izan, creo que fue el mejor actor - argumentó el director sin disimular su entusiasmo -. Le haré otro contrato. Si como usted dice, sabía a lo que se enfrentaba, es mejor actor que todos ustedes.
- Después del éxito de taquilla obtenido con el film, ¿cree usted que ha merecido la pena? - el periodista entrevistaba al controvertido director de cine, que se hizo famoso por dirigir y producir la cinta "Incidente desafortunado" siguiendo el guion original "escrito" por el mismo, sobre la marcha -. ¿Está usted convencido de que tomar al azar al protagonista, sin que tuviera noticia alguna sobre la realidad del papel que se le asignó ha dado mayor éxito a la película?
- ¿Lo duda? Ha sido mi obra maestra. He cambiado la manera de actuar. Dese usted cuenta que Izan Galarreta, el protagonista indiscutible, tuvo que improvisar todos los diálogos. Es un verdadero genio, al igual que yo. Fue el único actor que interpretó el papel, sin tener ninguna referencia.
- ¿Volverá a repetir otro guion semejante?
- Verá usted - el director se aclaró la garganta, antes de continuar pavoneándose -. Una vez que encuentre al tipo, que se ha volatilizado en el aire junto a la dominicana, le tengo reservados unos cuantos guiones, que no podrá rechazar.
- Aclare a todos los espectadores varias cuestiones que están en boca del público en general... ¿Fue usted verdaderamente consciente de que cometió un delito grave? ¿Entiende que la familia del desaparecido interpusiera una denuncia contra usted y como consecuencia haya sido condenado a indemnizar con una elevada...
- Vayamos por partes - interceptó el estrafalario director mostrando cierta superioridad - en todo momento supe que corría un importante riesgo pero en mi defensa debo alegar que el protagonista resultó demasiado sugestionable. A pesar de la cuantiosa multa en concepto de indemnización, debo decir que todo lo realizado mereció la pena y volvería a hacerlo una y mil veces más.
Los murmullos se extendieron por el graderío del público presente en el programa televisivo. Algunos sonreían escépticos, otros protestaban enérgicamente y exigían que echaran a patadas al sujeto. La mayoría se sentía engañada. Marigorta les dirigía miradas de soslayo, mientras se ufanaba y disfrutaba del malestar general.
- ¿Cómo esperaba que reaccionase Izan Galarreta? - sugirió el periodista asombrado -. A mi entender a un señor que se le amenaza sin razón alguna...
- No estamos cuestionando su punto de vista - cortó tajante el director.
- Perdón. No era mi intención molestarle - se disculpó el comentarista, con la seguridad de estar entrevistando a un tarado.
- Lo que ocurrió con Galarreta es que pecó de obsesivo. Lo requerí de ese modo, es cierto. No dejaba de repetir que era buen ciudadano, honrado y todo eso que acostumbramos a decir a los demás de nosotros mismos. Si un tipo es verdaderamente buena persona, no entiendo la razón de tanta preocupación. En segundo lugar, si él hubiera mantenido la compostura un poco más, hubiera llegado a la clara conclusión final. Es decir, si en lugar de autosugestionarse sin motivo, hubiera dejado que le disparasen un par de tiros, hubiera comprendido que eran de fogueo, viéndose ileso. Si se hubiera dado el tiempo y la oportunidad suficiente, al momento hubiera entendido que seguía vivo, que no había sufrido daño alguno y que todo lo pasado, resultaba una farsa. El asesino se lo dijo en varias ocasiones, al igual que la novia. "Nada es lo que parece", pero el tío dale que te pego con lo mismo. Galarreta carecía totalmente de sentido del humor y mire usted, así no se puede ir por la vida.
- ¿Usted está realmente convencido de que la idea no falló?
- ¿Qué insinúa? No fue una idea sin más, sino una gran idea. Soy un genio, a ver si se entera de una vez.
- Vayan mis disculpas por delante - aclaró el periodista cabreado por la entrevista ridícula que le había asignado el director del programa de televisión que se emitía en directo -, no le cuestiono su trabajo pero en la calle circulan comentarios de todo tipo. Hay quien piensa que si usted hubiera planteado la trama desde otro punto de vista, tal vez el resultado final hubiera sido favorable para todos los implicados.
- Entiendo dónde quiere ir a parar - hizo una breve pausa para buscar las palabras exactas -. Para usted, como para muchos espectadores, llevar la trama tan lejos, no ha dado buen resultado. Sé que muchos sugieren que hubiera sido más correcto darle algunas pistas al protagonista. Todas esas personas, usted incluido, pueden probar fortuna en el mundo del celuloide y si tienen una idea más original que la mía, me quitaré el sombrero ante ustedes. Solo unos pocos han sabido analizar la verdadera esencia del film, que no es otra que experimentar lo que siente un ser humano cuando se ve realmente amenazado de muerte. Y debo añadir, que para unos pocos, sin duda, personas que casi alcanzan la genialidad, como yo mismo, ha sido una cinta espectacular. Por otra parte, dada la cantidad de espectadores que la han visto, estoy convencido que han sabido vislumbrar, leer y comprender perfectamente la intención morbosa de la trama. Esto es privilegio de unos pocos.
- Entiendo que se sienta especialmente orgulloso de lo logrado.
- Le voy a detallar otra cosita. Si el actor elegido al azar, hubiera tenido la mínima idea de que todo era mentira, la cinta no hubiera logrado la repercusión mundial que he obtenido. Se habla de mi film y de mi en todo el mundo - aseveró ufano y orgulloso.
- En realidad, así debió de suceder. Parece ser que la actriz secundaria le puso al corriente de lo que acontecería en el bar en donde se conocieron y...
- Son solo suposiciones - cortó tajante Marigorta.
- ¿Se jacta de su triunfo aunque haya sido a cualquier precio?
- Ciertamente, me siento muy orgulloso del éxito obtenido.
- ¿A qué cree que se debe el morbo suscitado en gran parte de la sociedad?
- Indudablemente a que el guion, así como los diálogos se improvisaron sobre la marcha. Únicamente la primera escena, la de la comunicación telefónica que escuchó Izan, estaba escrita de antemano para los actores. Los demás, solo tuvieron que seguir una directrices. Voy a decirle algo más - cambió de postura y elevó el tono de voz -. Lo más morboso de toda la cinta fue la desaparición de Galarreta, el protagonista, que ni siquiera tuve en mente.
- Tengo entendido que Eva Gauna también ha interpuesto una demanda contra usted, exigiéndole el pago de una importante suma de dinero.
- Así fue. ¿Se lo puede creer? He de aclarar lo mismo que se les notificó a sus abogados. Esta señorita cobró bastante más que las mejores actrices que están actualmente en el candelero de la escena española. En todo momento fue consciente de lo que podía acontecer. No cobrará ni un euro más.
- ¿Entraba en alguno de sus planes la supuesta relación surgida durante el "rodaje" - el periodista recalcó la palabra con cierto rintitin, que sonó cómico - entre el protagonista y Altagracia Rodríguez, actriz secundaria y no tan bien pagada en la película?
- Ese detalle tampoco lo tuve en cuenta. Ya ve usted, hasta los genios cometemos errores. Ni se me pasó por la imaginación que pudieran hacer amistad en tan corto lapso de tiempo. Tan solo durante diez escasos minutos desaparecieron de las cámaras. Error mío, desde luego. Todos sabemos cómo son las latinas de calientes. Lo que sí pensé es en la muerte de Galarreta.
El periodista levantó una ceja y frunció los labios.
- No me interprete mal, que le veo venir - argumentó Marigorta levantando los brazos -. Pensé que podría morir de la impresión causada por el disparo. Precisamente esa fue la razón por la que Gauna cobró un pastizal.
- Según tengo entendido, el actor que interpretó el papel del frío asesino y pareja en el momento del rodaje de Altagracia, también le exigió una fuerte suma de dinero, en concepto de desagravio. ¿Qué tiene que decir al respecto?
- ¡Otro que tal baila! Perdóneme la expresión pero estoy harto de estafadores. Este señor, por llamarle de alguna manera, pretende sacar tajada del asunto. Alega que su compañera ha desaparecido, qué no sabe nada de ella. Como si se la hubiera tragado la tierra. Añade que se ha llevado su dinero. Eso si me lo creo. ¡Buenas son las sudacas!
- Oiga, le ruego que se abstenga de insultar a personas ausentes que no pueden defenderse. En el programa no le voy a consentir un lenguaje peyorativo - interrumpió el periodista cansado de tanta palabrería absurda.
- No digo más que la verdad. Durante la escena principal, rodada en el campo, debió permanecer junto a su pareja, eso si, en la sombra. Sin embargo, el actor desobedeció mis órdenes y le obligó a quedarse en el interior del coche. ¿Por qué? ¡Vaya usted a saber! Ahora que la película ha sido un éxito de taquilla, todos pretenden subirse al carro de la popularidad. Son un atajo de oportunistas sin escrúpulos.
- Perdone pero no es usted precisamente el que está más alejado de los escrúpulos...
- No se atreva a juzgarme o le demandaré.
- Usted también ha alcanzado el triunfo de la noche a la mañana - el periodista trató de controlar la antipatía suscitada por el arribista cineasta.
- Aunque esté mal que lo manifieste, ¡soy un genio! Solo yo tuve la idea y solo yo debo recoger los triunfos.
- ¿Tiene previsto algún otro trabajo? - el periodista sabedor de que el cineasta solo se debatía entre pleitos, dio por finalizada la entrevista, esperando que el sujeto tuviera algo de decencia y respondiera la verdad.
- Me llueven las ofertas. Los actores más famosos desean trabajar conmigo, tanto extranjeros como nacionales, aunque solo unos pocos serán los elegidos.
TRES MESES DESPUÉS EN REPÚBLICA DOMINICANA
Los turistas españoles son los que más visitan el restaurante "La Claqueta", ubicado cerca de la playa de Quemaito, de aguas cálidas y con unos dos kilómetros de costa. Es una zona preciosa con montañas verdes y un atractivo cocotal. Se encuentra a unos diez kilómetros de Barahona, ciudad ubicada en la parte suroeste de la isla de República Dominicana. Es la ciudad con más vegetación de la isla, ya que cuenta con montañas, ríos caudalosos y lagos, lo que le otorga una importancia turística de primer orden, además cuenta con un puerto de gran actividad. Por encontrarse bastante lejos de Santo Domingo, a unos 190 kilómetros, es muy poco probable que Jacinto pueda dar con el paradero de Altagracia. Enriquillo es un pueblo pesquero perteneciente a la provincia de Barahona, donde la familia pasa la temporada baja, en cuanto a turismo se refiere. El restaurante ofrece comidas típicas, tanto del caribe como de la zona norte de España. Esa es la razón por la que es tan popular entre los españoles. En su carta se puede encontrar desde una tortilla de patatas a unos chipirones en su tinta, pasando por habas, menestra, marmitako o purrusalda, entre otras exquisitas especialidades. El mofongo, receta muy popular y apreciada en República, a base de plátano macho verde frito y triturado con carne de cerdo y aguacate, es de lo más popular en "La Claqueta". También es popular y sabrosa la langosta al limón, el sancocho de habichuelas con gallina o chivo. Se trata de un caldo con variedad de carnes y verduras. La biajaca hervida, que es un pescado de laguna con plátano, también es muy apreciado en la zona. El plátano constituye en mejor acompañamiento de toda clase de minutas, tanto frito como hervido.
El nombre de la casa de comidas, fue elegido por los dueños, que según dicen a quien les quiera escuchar, se conocieron en el cine, debido a que protagonizaron una importante cinta en un lejano país. Con las ganancias obtenidas por la película, montaron el negocio. La mayoría no cree que una sola película les diera tanta plata como para montar una casa de comidas tan elegante como lo es " La Claqueta", pero los dominicanos sonríen y se encogen de hombros. Son gente tranquila a la que no le gusta discrepar de lo que no les incumbe. Altagracia, la dueña es una muchacha muy joven, dominicana y muy buena cocinera. Es muy querida en la zona porque ha dado trabajo a unos quince paisanos, entre camareros y ayudantes de cocina. Su pareja, Izan trabaja en Barahona en un colegio de élite como profesor de inglés y en el mismo centro cursa estudios el carajito de la pareja, Carlos Manuel Galarreta. Izan no es el padre biológico pero le ha dado los apellidos y hace las veces de verdadero padre.
- Tuviste una idea genial Altagracia. Te las arreglaste muy bien para cobrar la parte de Jacinto y la de Eva, además de nuestros respectivos porcentajes. Hubiera pagado la mitad por verles la cara.
- Déjate de pagar, mi amol. Tú sabes como es esta vaina. Mi pana se quedaría asorao y tu chimicuí estará ahorita añemea - hizo una pausa breve para emplatar la comanda del mangú, huevos fritos, salami frito y queso frito y rellenó un cuenco con arroz blanco y tostones de plátano verde que sirven de acompañamiento -. ¡Ay, mi blanquito! Estuviste bien chévere en la película.
- Siempre se me dio bien la interpretación - matizó el joven orgulloso -. Con frecuencia me pregunto que será de Jacinto.
- ¿Del vegetal? No me lo recuerdes - se puso sería para preguntar -: ¿Echas de menos a tu carajita?
- Si te digo la verdad, llevaba tiempo queriendo romper con ella... La quería pero ya no la amaba.
- ¡Qué chapa tuve contigo, mi amol! - le besó mimosa, sujetando los platos que estuvieron a punto de caer -. Mira por donde nos fue a juntar el celuloide, carajo.