Me pierdo entre las veredas rubicundas de tu corazón,
ansiando encontrar un camino límpido que me acerque
hasta los pliegues cálidos de tu etéreo cuerpo.
Me supo a poco el refugio de tu abrazo
y a sorbos lentos embebo tus recuerdos,
suplicando a la memoria un anclaje de alentadas emociones.
Me engrandece el hálito inconmensurable
de tu verdadera esencia,
al tiempo que enarbolo tu vitalicia energía,
mientras la tormenta, la frustración,
el miedo y el desamparo,
dan paso a la promesa confiada
de una radiante mañana de abril.