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lunes, 2 de octubre de 2023

CON TUS CENIZAS, MON AMOUR

 



JULIO 2015

  A juicio de Elena el muchacho que acudió a su demanda resultaba demasiado joven para ser experto entre los de su gremio. Pese a este detalle se sintió satisfecha con su presencia. Nuevamente advirtió la sensación de estar fuera de lugar. Definitivamente había nacido antes de tiempo. ¿Por qué los muchacho jóvenes le parecían más bellos ahora que cuarenta años atrás? Tal vez fuera porque en un par de meses le caerían los cincuenta y cinco. 

  El joven, arrodillado junto al inodoro, manipulaba alguna herramienta mientras jugueteaba con el agua estancada. Transpiraba y a Elena le pareció una escena casi erótica. Le observó apoyada en el quicio de la puerta del baño. Al chaval se le subía la camiseta y se le bajaba el pantalón. ¡Resultaba tan fea aquella moda de llevar los pantalones sin marcar las formas del culete y con la bragueta a mitad de muslo! Lejos de parecerle excitante, sentía nauseas. En aquel momento resultaba diferente. El muchacho exhibía parte de la espalda y un poco más abajo de la rabadilla. A su edad se puede enseñar lo que uno desee. ¡Están las carnes tan tersas! Desvió la mirada hacia el espejo y se estiró la blusa. Se miró de frente y ladeó el cuerpo a derecha e izquierda. ¡Se conservaba de maravilla! Todavía lucía formas y mantenía la misma talla cuarenta y cuatro que cuando se casó. Algunos vecinos le piropeaban en el barrio y ella se sentía renacer. ¿Por qué cometió el error de casarse con Félix, que jamás le regaló un piropo de esposo enamorado y orgulloso de lo que tenía en casa? ¡Cuántos errores se cometen de joven! Pero ella todavía lo era. Se palpó el pecho por encima de la blusa. Menudo pero erguido. Todavía con deseos de ser deseado. Se pasó el índice por el rostro. No había arrugas y desde que se teñía de rubia, había rejuvenecido. Así se lo decía Nati, su peluquera.

  Volvió la vista al fontanero, que continuaba su frustrante labor. Sudaba cada vez más. A Elena le pareció exagerado. Junio había empezado fresco.

 - ¿Una cervecita, majo? - invitó sintiéndose obligada.

  - Tal vez cuando termine - respondió el chaval sin apartar la vista del trabajo.

  De pronto sintió la necesidad de apartarse y se retiró en silencio. Incomprensiblemente estaba nerviosa. Le temblaba el labio inferior. Se apoyó en el fregadero de la cocina. Dejó correr el agua fría. Se refresco el cuello, la nuca, la cara, las muñecas. Se secó con suaves golpecitos con un par de mata trapos. Se sirvió generosamente un Palestra Verdejo. Bebió a pequeños sorbos. Los pasos le llevaron de nuevo al baño. Abrió el armario y sacó el neceser de los pintalabios. Con destreza, utilizó uno rosa claro. Observó que el rostro se le iluminaba. Se pellizcó las mejillas y sonrió a la imagen. A continuación se hizo un mohín de desagrado y se dijo: "¡Por el amor de Dios, Elena! ¡Que podía ser tu hijo!" Sin duda alguna: podía ser su hijo. Pero continuamente escuchaba historias de hombres muy jóvenes que preferían a mujeres mayores y experimentadas. Bien podía ser su caso.

  Repentinamente escuchó la voz del muchacho a su espalda. Lo vio por el espejo: Alto, le sacaba casi dos cabezas, bien formado. Tenía pinta de lucir tableta de chocolate. El pelo castaño claro alborotado. Labios firmes. Con barba de varios días. Serio, sobre todo lo vio serio... Y apenas un segundo después, todo lo que representaba el chaval, se desmoronó.

  - ¿Se puede saber qué ha tirado usted por el retrete? - en la pregunta había amonestación y enojo.

  Elena dirigió una mirada de refilón hacia la taza del váter. Flotaba una masa de color y aspecto indefinido. Si el fontanero hubiera sido más añoso, con coña le hubiera respondido con otra pregunta: "¿Pis y caca?". Qué era una pregunta tonta. ¿Qué esperaba el chaval que le dijera? ¿Qué es lo que se echa fundamentalmente al váter? Pero claro, a aquella criatura de poco más de veinte años, no le podía contestar con semejante vulgaridad. En lugar de hablar comenzó a llorar en silencio.

  - Perdona, majo. Pensarás que soy tonta de remate - acertó a decir entre hipidos -. Me encuentro en una etapa de mi vida muy especial. Hace poco que he enviudado y...

  - Lo siento, señora. No pretendía molestarla - se disculpó con una media sonrisa nerviosa -. El tema es que tiene un problema importante y me va a llevar más tiempo del que pensaba. Ahora tengo que marcharme pero volveré a la tarde con un  potente desatascador.

  Elena sollozaba sin poder contenerse y movía los brazos, indicándole al joven que estaba de acuerdo. De buena gana le hubiera invitado a comer pero comprendía que no se invita a un fontanero desconocido por muy joven y bien parecido que este sea.

  -  ¡ Me cago en tu estampa, Félix! ¡Siempre me has jodido la vida! - musitó airada, una vez cerrada la puerta de entrada.



MAYO 2015

  El tanatorio de Gamarra era un edificio rectangular rodeado de árboles, silencio y recogimiento. En aquella mañana fresca, un coro armonioso de trinos, saludó a los transeúntes que merodeaban por los alrededores. Elena se dejó guiar por Aurora. Ambas se apearon del autobús. A la viuda le costaba creer que Félix no volviese a estar presente en su vida.

  - No vayas a flaquear ahora - le aconsejó la amiga, rodeándole la cintura con un brazo protector -. Tienes que ser fuerte.

  A Elena le resultaba muy complicado. En numerosas ocasiones se imaginó el desenlace pero una vez llegado el momento, ¿sería capaz de ser fuerte, tan fuerte como lo fue Aurora un año atrás?

  Atravesaron el pequeño aparcamiento de coches. Ascendieron las escaleras, que a Elena le parecieron exageradamente empinadas. El amplio vestíbulo le otorgó confianza y a la vez desamparo. Asió con fuerza el brazo de Aurora y ésta le correspondió con unas palmaditas cálidas.

  - Valiente, Elena - le animó -. Pasará antes de que te des cuenta.

  Le correspondió con una sonrisa, que bien podía traducirse por un "No sé que haría sin ti".

  Un afable cuarentón enfundado en un traje gris marengo de corte moderno, les atendió. Elena estudió a conciencia los rasgos. Guapo, moreno, con barba bien cuidada, ojos pequeños de mirada alegre, sonrisa agradable. Tenía un aire a Keanu Reeves en Constantine. Disfrutar en esos momentos de un hombre con semejante porte, le pareció una bendición del cielo. La mirada se posó en la brillante alianza. "¡Casado!", pensó. "Todos los hombres que merecen la pena están casados". Tras formalizar los datos del difunto y elegir la hora de la cremación, Elena se envalentonó y habló con resolución:

  - Deseo llevarme las cenizas de mi esposo a casa - por instinto apretó el bolso contra su pecho e hizo un pucherete. Pese al esfuerzo, las lágrimas no aparecieron.

  - Le advierto que en algunos lugares está prohibido esparcir cenizas y...

  - Descuide - cortó Elena en tono tajante -. He pensado dejarlo en una estantería del salón. De esta manera me acompañará y siempre estaremos juntos, hasta que Dios me lleve a su lado.

  El empleado de la funeraria asintió. Carraspeó un par de veces. Elena comprendió que no tenía que haber hablado tanto, aunque era demasiado tarde. Miró hacia el suelo, intentando disimular. De poco le sirvió el gesto. Un instante después se le escapó un sonido ambiguo de la garganta. La hilaridad fue tan repentina, que el trabajador se ruborizó.

  - Perdón - se excusó la viuda, antes de abandonar la sala en busca del aire fresco de la calle.

  - Lo está pasando fatal. No vaya usted a creer otra cosa - Aurora se vio en la necesidad de aclarar la reacción de la amiga.

  - ¡Vaya! ¡Vaya usted con ella! No se preocupe - invitó el impoluto y elegante doble de Keanu Reeves -. En este trabajo se ven las cosas más extrañas que se pueda usted imaginar. Nunca sabemos cómo vamos a reaccionar ante un acontecimiento determinado, hasta que lo vivimos.

  Aurora abandonó la sala en busca de Elena.

  - No he podido resistirme, Aurora. No he podido - argumentó llorando de risa -. ¿Qué habrá pensado ese pobre chico?

  - Dice que se ven reacciones muy diversas. Asegura que los nervios juegan malas pasadas. Así ha interpretado tu ocurrencia - miró con  benevolencia a su amiga, antes de añadir -: ¿Volvemos?

  - Espera un momento. Tengo que concienciarme de dónde estoy, además de pensar en algo triste.

 - ¡Pues hija! ¡Lo tienes muy fácil! Con recordar alguno de los episodios vividos con Félix... - dejó la frase sin acabar.



NOVIEMBRE 1976

  El atardecer presentaba la misma cara de siempre. Lluvioso, frío y triste, como cualquier tarde de noviembre en Vitoria. Elena y Aurora salían del taller de costura de doña Flora, que estaba situado en el cuarto piso de un edificio de la calle Manuel Iradier. Como cada miércoles, decidieron hacer una parada en el Poliki de la calle Los Fueros, con el claro objetivo de merendar unos pintxos de tortilla de patata antes de volver a casa. Justo traspasar la puerta, Elena se fijó en un muchacho acodado a la barra. Todas las miradas de los cinco acompañantes perfilaron su rostro menudo y risueño. El chaval contaba chistes. Tomaban unos botellines de cerveza El Águila. Desde el primer vistazo supo que sería el amor de su vida y el hombre de sus sueños. Ese hombre, hasta el momento sin rostro, del que con tanto empeño le hablaba su madre.

  - Tienes que aprender a cocina, coser. Debes dominar todas las tareas del hogar, además de entender de economía, llevar una casa no es fácil, cariño. Cuando te cases, tu deber será ofrecer a tu esposo algo más que una carrera universitaria.

  Por esa razón Aurora y ella acudían tres días por semana al taller de costura de doña Flora, con el objeto de dominar todos los entresijos de corte y confección. Contaban dieciséis  años y ambas se preparaban en el instituto para empezar en un par de años estudios de enfermería.

  Félix también se fijó en ella y su amigo Tomás en Aurora. Enseguida entablaron conversación. Días después eran novios. Resultaba perfecto: dos amigas con dos amigos. Aurora y Tomás. Elena y Félix. Todo lo planeaban entre los cuatro. ¡Qué educados y complacientes se mostraban entonces!



JUNIO 2015

  A primera hora de la tarde regresó el fontanero acompañado de un muchacho algo más joven. Elena les oía conversar en susurros desde la cocina. No se atrevía a asomarse al baño, ahora que estaban dos. Pasados unos cuarenta y cinco minutos, el chaval se marchó. Elena le acompañó a la salida. Luego se acercó hasta el baño.

  - ¿Qué tal lo llevas, hijo? - preguntó con la vaga esperanza de que el problema estuviera solucionado. Por alguna razón extraña e incomprensible, no se encontraba a gusto con el muchacho.

  - Es complicado, señora pero creo que lo podré solucionar hoy. Me llevará tiempo, eso también se lo digo de antemano.

  - Vaya - le hubiera gustado añadir algo más pero no se le ocurrió nada.

  - No sé que cojones ha echado usted aquí, que no hay manera de disolver - el fontanero le dirigió una mirada fugaz pero cargada de antipatía -. Es importante que de ahora en adelante no tire compresas ni salvaslip por la taza...

  - Nunca he tenido la costumbre de tirar nada de eso por el váter - por un momento se sintió alagada. El chaval la debía de suponer más joven, por lo de las compresas.

  - Pues algo extraño hay aquí que no pasa de ninguna manera. ¿Ve usted esta pasta oscura flotando? - señaló con el índice el interior del sanitario.

  Elena miró de reojo pero se mantuvo en silencio.

  - No tengo ni puta idea de lo que es, aunque usted debería saberlo - el joven se manifestó enfadado y le recordó a Félix.

 - ¿Yo? - levantó las cejas señalando la sorpresa. Apoyó la palma de la mano derecha sobre su pecho -. ¿Por qué tengo que saberlo?

  - Fundamentalmente porque es su inodoro, señora - respondió el fontanero con ironía.

  - Pues la verdad... No me lo explico pero si le llamas a tu jefe... El tendrá más experiencia, digo yo.

 - Si señora. Tiene mucha experiencia. Lleva cinco años trabajando y además es hijo de fontanero, o sea toda una vida en estos fregados. El problema es que jamás se ha encontrado con nada ni remotamente parecido.

  - ¿Estás seguro? Tú llámale. Que venga y el nos dirá - animó Elena.

  - Lo tiene delante, señora. Soy el jefe - respondió el chaval con arrogancia, plantándose delante de ella con los brazos en jarras -. Para su conocimiento le diré que utilizó los métodos más modernos y eficaces que existen actualmente en el mercado.

  - No lo dudo, majo - se sintió avergonzada -. Pero en ocasiones como lo tradicional de toda la vida, no hay.

  - Si, claro. Lo de toda la vida. ¡Hay que joderse! - susurró herido en su orgullo -. Ahora déjeme trabajar.

  Más que un fontanero a Elena le pareció un juez por el tono autoritario que empleó.



MAYO DE 2015

 A la incineración asistieron Anastasia, Antonia y Eloísa, las hermanas de Félix junto con sus maridos Paco, Luis y Ángel. También los compañeros de El Corte Inglés de Félix. 

 Cuando Galerías Preciados fue absorbida por la nueva firma en 1995, Félix fue uno de los empleados agraciados, que mantuvo el puesto de trabajo, conservando además la misma categoría. 

  En el tanatorio se congregaron los amigos íntimos, los vecinos de toda la vida, la familia al completo de Elena, los hermanos, Laura, Esther, Roberto, Daniel y Marta, junto con sus respectivas parejas, los sobrinos de una y otra parte, los pocos tíos que les quedaban, los primos, compañeros del hospital y Aurora, que no la dejó sola ni un minuto y que más que amiga íntima desde el parvulario se constituía en hermana, no de sangre pero si de corazón.

  - ¿Qué piensas hacer con las cenizas de nuestro Felisín? - Antonia se refería a su hermano siempre en diminutivo y con el "nuestro" por delante. Si lo hubiera podido empaquetar, con lazo y todo se lo hubiera reembolsado.

 - Barajo varias posibilidades - fue la respuesta lacónica.

  - ¿Por qué no las llevas al panteón familiar? - sugirió su cuñada Anastasia -. Allí estaremos todos juntos en un futuro.

 - La incineración entra en el seguro pero por el levantamiento de lápida me cobran un dineral - le hubiera encantado decir que no entraba en sus planes pasar toda la eternidad junto a la familia política y mucho menos, cercana al cuerpo frío de Félix.

  - Será por dinero, chica - soltó Anastasia iracunda.

  - No sé para qué quieres el dinero. No tuvisteis hijos y no pagas universidades - apostilló Eloísa.

 - Pero tengo once sobrinos, siete por mi parte y cuatro por la vuestra. No creo que tengan quejas ninguno de ellos - disparó clavando la mirada dura sobre las cuñadas.

 - Esperemos que no te olvides de nuestros hijos - susurró Eloísa.

  - Me encantaría quedarme con las cenizas de nuestro Felisín - añadió Antonia tras un silencio molesto.

 - ¡Mujer! ¡Qué cosas tienes! - exclamó Paco -. ¿Dónde las dejarías? Recuerda que ahora sobre el televisor no se puede poner nada. 

 La aludida lanzó una mirada glaciar al cuñado y a ángel, su esposo, que permanecía en silencio, visiblemente avergonzado.

  - En casa es morboso conservar las cenizas de un muerto - aseguró Karmele, la hija mayor de Anastasia.

  - No es un muerto cualquiera, se trata de nuestro querido hermano Felisín - Antonia defendió su postura.

  - Cualquier día le das un meneo a la urna con el palo de la escoba y tu querido Felisín se va volando - insistió Paco, que siempre sacaba chiste a todo.

  - Y solo faltaba que estuviese la ventana abierta - terció Iván, el hijo de Roberto, el hermano de Elena -. El tío Félix se iría volando, volando a correr mundo.

  - ¿Cómo sois tan insensibles?  - Eloísa comenzó a lloriquear -. Dile algo a tu sobrino, Elena.

  - Díselo tú a tu marido, rica. Que es el que ha empezado con los chistecitos e incluso ha escenificado lo de la escoba y la urna yéndose a hacer gárgaras - Rosa, la madre del chaval, saltó como una víbora pero incapaz de reprimir la risa.

  - Las esparciré en algún lugar en el campo - Elena zanjó la conversación mientras las cuñadas se mostraron satisfechas.

  Paco salió al exterior a fumar. Enseguida le imitaron algunos otros.



NAVIDADES 1976

  La presentación oficial de Félix en casa de Elena fue la noche del 28 de diciembre. La madre organizó una cena informal. Cuando les anunció que tenía novio formal, todos mostró interés en conocerlo. Las hermanas se hicieron las encontradizas una tarde en El Felipe. A los padres no les hizo gracia que tan solo fuera empleado de Galerías Preciados, gran superficie comercial que abrió sus puertas a mediados de octubre de ese mismo año. Para sus hijas les ilusionaban jóvenes bien preparados, con carrera universitaria. Elena les aseguró que Félix tenía buen sueldo. Con anterioridad trabajó en Simago. Tuvo la oportunidad de mejorar y se unió a la nueva plantilla con el cargo de Jefe de planta en confección de señora, que dicho sea de paso, le entusiasmaba. No tanto la confección, como cualquier cosa relacionada con las féminas. Aunque este detalle tardó un tiempo en conocerlo Elena. A don Ramón, le gustó porque era nueve años mayor que la hija y consideró que pondría orden en su vida.

  La cena transcurrió sin incidentes. Félix tenía don de gentes, sonreía de continuo y resultó zalamero y cariñoso con Ana, la madre de Elena. A Félix le impresionó enterarse de que Ramón, lucía en el uniforme una estrella de ocho puntas, a pesar de que Elena le comentó previamente que trabajaba en ARACA, con el grado de comandante.



MARZO 2014

  Tomás falleció la tarde del 22 de marzo. Un choque frontal contra un camión al regreso de un viaje a la altura de la provincia de Salamanca. Trabajaba como representante de maquinaría agrícola y cubría la zona de Castilla-León. Viajaba continuamente y paraba poco en casa. Cosa que agradecía Aurora, aunque no le llegasen los cuartos y tuviera que hacer malabares para llegar a fin de mes. Esto se debía a que Tomás se jugase hasta la camiseta en las salas de juego de media España. Tenía mal ganar, se lo fundía todo con mujerzuelas, la mayoría de las veces, junto con Félix, que era más de poner los cuernos pero muy mirado en eso de gastarse los dineros en juego. Mal perder también tenía Tomás. Si volvía sin euros a casa, la emprendía a golpes con Aurora.

  - Querida, por fin ha llegado mi momento. Lo quiero compartir contigo - le anunció con misterioso cuchicheo a Elena -. El aviso me ha llegado por medio de la Guardia Civil. Tomás se ha ido al otro barrio.

  Elena se quedó rígida. Se mantuvo callada. Para entonces, Félix había sufrido el primer infarto. Apenas salía de casa y tenía un humor de perros.

  - ¿Sigues ahí? - preguntó Aurora.

  - Estoy aquí - fue la débil respuesta al otro lado del teléfono.

  - Estoy muy feliz, amiga.

  - Me alegro por ti.

  - ¡Mujer! ¡Qué poco entusiasmo! Pronto estarás libre tú también.

  - Este es más fuerte de lo que aparenta. Es capaz de llevarme a mi por delante, solo por joder. ¡Ya sabes cómo es!

  - ¿Qué si lo sé? Por algo eran inseparables estos dos. Me casé con el calco.

  - Lo mismo dice Félix de nosotras. Que parecemos el cuco y la mariposa.

  - Anímate, cariño. Uno ya ha caído y al otro le quedan dos telediarios. ¡Te lo digo yo!

  Las predicciones de Aurora tardaron un poco más en hacerse realidad.



JULIO 1977

  Se había celebrado el primer aniversario de los trágicos sucesos del 3 de marzo en Vitoria, acaecidos un año antes en la iglesia de San Francisco. Hubo cinco obreros muertos a tiros por la policía nacional y todavía se respiraba mal ambiente en las calles. Las manifestaciones se sucedían y los trabajadores reclamaban sus derechos salariales y laborales. Adolfo Suarez fue el primer presidente democrático de España, elegido en las elecciones del mes de junio del 76. El rey lo designó el 3 de julio de ese mismo año, después de que el Consejo del Reino le propusiera una terna de candidatos tras la dimisión de Arias Navarro. Los militares perdían posición y hegemonía, excepto don Ramón, que continuaba al mando de la familia, como si se tratara del batallón del cuartel.

  Las canciones protesta proliferaban, siendo el santo y seña de la juventud de aquellos años. A Galopar, poema de Alberti, escrito durante la guerra civil, se hizo emblemático durante los últimos años del franquismo. Los estudiantes lo entonaban a voz en cuello en cualquier ocasión. Un Pueblo Es, de María Ostiz o Mi Querida España de Cecilia, dividían a los españoles más por banderas e ideas que por costumbres y razones. Para La Libertad, poema de Miguel Hernández y magistralmente interpretada por Serrat, parecía ser una brisa calmada en un torbellino de desasosiego y enfrentamientos diarios en que se sumía el país.

  Los atentados terroristas ocupaban gran parte de las portadas de los periódicos. Asesinatos en la calle a plena luz del día, estallidos de bombas y secuestros a empresarios, se hicieron contertulios de los españoles y sobre todo de los vascos y navarros, convirtiéndose en pesadillas agónicas. Recién estrenado el año, el 24 de enero tuvo lugar en Madrid el atentado a un despacho laboralista de la calle Atocha, 55. Se saldó con cinco muertos y cuatro heridos graves. Fue ejecutado por la mano de la extrema derecha. De un bando y de otro, caían enturbiados por un halo de improvisación malsana seres humanos, que en boca del bando contrario eran tildados de poco o nada humanos y bien merecedores de trágicos finales.

  Alfredo Marco Tabar, conocido vitoriano perteneciente a UCD, que con anterioridad fue concejal del ayuntamiento y procurador en Cortes por Álava, fue elegido alcalde en las elecciones de junio de 1977.

  Pese al terror sembrado por unos y otros, a los días convulsos y al malestar generalizado en las calles, 1977 transcurría feliz y placentero para Elena. Continuaba estudiando y disfrutaba de la compañía del hombre más maravilloso que ni en los mejores sueños pudiera imaginar.



  ABRIL 2014

  Aurora visitaba con frecuencia a su hermano Vicente que vivía en Azilu, concejo del municipio de Iruraiz-Gauna en la provincia de Álava y situado a unos 20 kilómetros de Vitoria. Heredó la casa familiar y las tierras del tío Olegario. A la muerte de éste, iba ya para veinte años, Vicente, soltero, amigo de soledades y muy ligado al campo, decidió cesar como trabajador de Michelín para acurrucarse en el pueblo, al amparo de las gallinas y vivir tranquilamente de lo que diera la tierra.

  - He tenido una idea excelente y tú serás participe de ella - Aurora se mostró entusiasmada ante una Elena cada vez más delgada, pálida y triste -. Me acompañarás al pueblo, a casa de Vicente. Quiero echar allí las cenizas de Tomás.

  - ¿Vicente está de acuerdo? - a Elena le costaba creerlo pues los cuñados nunca se tuvieron suficiente estima como para compartir territorio.

 - Ni sé ni me importa, querida. Tengo que deshacerme de Tomás como sea y cuanto antes. La sola contemplación de la urna en la terraza, me da nauseas. Te juro que me sale sarpullido.

  - ¿Qué has pensado? - curioseó Elena, sonriendo por primera vez, al tiempo que un brillo que ya no esgrimía emanó de sus pequeños ojos oscuros.

  - A ese desgraciado se lo van a zampar las gallinas - susurró con aplomo, después de pasear la mirada en derredor, a pesar de encontrarse solas en el salón de la casa de Aurora.

  - ¿Qué te han hecho las pobres gallinas? - Elena pudo hablar después de soltar una sonora carcajada.

 - Será poco a poco a poco. Cada semana le visitaremos, porque tú me acompañarás en este trance. Las mezclaré con el pienso. Te necesito para que durante mi labor, le des palique a Vicente. Ya verás, será muy divertido - aseguró la viuda con entusiasmo.

  - ¿Qué disculpa le pondrás a Vicente?

  - No hará falta decir nada. Muchas veces doy de comer a las gallinas. Me recuerda mi niñez, cuando visitábamos los fines de semana a los abuelos y a tío Olegario.



JULIO 1977

  Las parejas se regalaban arrumacos los domingos en la discoteca Año 2000, en la plaza de la Estación. Bailaban a los acordes de la música que triunfaba. Si Tú Fueras Mi Mujer de Lorenzo Santamaría, Tú y Yo de Cecilia, Échame a Mi la Culpa de Albert Hammond, Hotel California de The Eagles, entre otros. Persistía la música de The Beatles y de Queen. Entre todas destacaba una romántica balada que entusiasmaba a Elena: Júrame de Juan Camacho, sobre todo la parte que decía: "Júrame, que aunque pase mucho tiempo no has de olvidar el momento en que yo te conocí. Mírame, pues no hay nada más profundo ni más grande en este mundo que el cariño que te di. Bésame, con un beso enamorado como nadie me ha besado desde el día en que nací. Quiéreme, quiéreme hasta la locura y así sabrás la amargura y lo que sufro por ti... Durante el baile de la melodía, le gustaba que Félix se la susurrase al oído. Elena imaginaba que el amor sería eterno, con esa intensidad desaforada y vigorosa que solo se posee cuando se es joven. También le susurraba "Mon amour", con acento francés y le parecía el hombre más romántico, tierno y sensible del mundo. Al amparo de la oscuridad se indagaban las partes recónditas, íntimas y desconocidas de sus cuerpos.



MAYO 2014

  El suceso de las cenizas de Tomás y las gallinas de Vicente, resultó más alarmante que divertido. Aurora citó a Elena en el Saburdi de la calle Dato. La larga barra rebosante de suculentos pintxos, les dio la bienvenida.

  - Ha pasado algo - le anunció Aurora con misterio, una vez elegidos los pintxos e instaladas en la terraza. Sin dejar intervenir a Elena, añadió -: Las gallinas de mi hermano están poniendo huevos grises.

  La amiga explotó en carcajadas.

  - Vicente está muy preocupado. Desconoce qué es lo que ha podido pasar y a llamado a un experto granjero francés, concretamente del Valle del Loira - con dificultad terminó la frase, debido a las carcajadas, mientras bamboleaba el torso de atrás hacia adelante, acompañándose de exageradas contorsiones.

  - ¡No me lo puedo creer! ¡Qué fuerte! - repetía Elena una y otra vez -. ¡Pobre Vicente!

  - Imagínate al franchute con los huevos grises entre las manos. Por si esto fuera poco, también han aumentado de tamaño. ¡Con lo huevón que fue Tomás!

  Ambas lloraban de risa, sujetándose el estómago con las manos.



AGOSTO 1978

  - Las cosas importantes siempre suceden en verano, mon amour - aclaró Félix mientras intentaba con destreza y agilidad introducir la mano por debajo de las bragas de Elena.

  - ¡Para! ¡Bruto! Me las vas a romper.

  - ¡Mujer! Mañana te compro unas.

  - Siempre dices lo mismo y mira que lo tienes fácil. En Galerías las hay preciosas.

  - Pero se me olvida, mon amour. Salgo rápido y ansioso. Deseoso de verte y pasar el mayor tiempo posible junto a ti. ¿No es eso lo más importante?

  - ¡Zalamero! Estate quieto.

  - ¿De qué tienes miedo? Todos mis amigos lo han hecho ya con las novias, menos nosotros.

  - ¿Y si me quedo embarazada?

  - Adelantamos la boda y ya está.

  - Primero tengo que terminar los estudios.

 - Además tienes que saber que nadie se queda embarazada la primera vez. ¿No estudiáis eso en enfermería?

  - Mi madre no dice lo mismo. Y no, eso no lo hemos estudiado.

  - Las madres siempre dicen esas cosas. Te quiero pero lo nuestro es demasiado casto y puro. ¿Qué hay de malo en que te ame con locura?

  - Mi madre dice que la noche de bodas es muy bonita, si se llega virgen.

 - ¡Tu madre! ¡Tu madre! Ya eres mayorcita para pensar por ti misma.

  - Pongamos fecha para la boda y te dejo. Acabo de cumplir los dieciocho.

  - Y yo tengo veintisiete. Soy un hombre hecho y derecho, responsable, honesto y trabajador. Con buen sueldo, principios y valores, mon amour. ¿Qué más puede pedir tu madre?

  La madre de Elena solo deseaba un buen hombre para su hija y Félix nunca se lo pareció del todo.

  Los acontecimientos políticos proseguían su carrera imparable. Un año antes, en septiembre, nació un nuevo diario: EGIN, indiscutible portavoz de la izquierda abertzale. 



JUNIO 2015

  A Elena le pareció que el fontanero se había mostrado grosero con ella. Al fin y al cabo, él era el profesional y debía apechugar con lo que le tocase. Convencida de que algún otro caso similar guardaría en la memoria, no mostró piedad alguna. Un escalofrío repentino le recorrió la espina dorsal. Se refugió en el salón. Intentó concentrarse en la lectura de Barrio de Maravillas, sin conseguirlo. Cerró el libro malhumorada. Por alguna razón inexplicable se sintió nerviosa.

  - ¡Cuándo llegará el bendito día que dejes de joderme la vida, Félix! - se percató de que lo dijo en voz alta. Solo faltaba que el fontanero pensara que estaba trastornada.

  - ¡Ya está señora! - voceó el joven desde el baño.

  Se incorporó del sofá como movida por un muelle y a grandes zancadas avanzó por el pasillo.

  - ¡Listo! - volvió a vociferar el muchacho. 

  El sonido de la cisterna y el agua clara corriendo pendiente abajo por la reluciente taza, le sonó a Elena a música celestial.

  - Menos mal que lo has conseguido, chaval - sonrió entusiasmada.

  - Le aseguro que ha resultado muy complicado - añadió recuperando el semblante risueño.

  - ¿Has traído la factura?

  - Si pero si no tiene suficiente puede hacer el ingreso en el BBV. Le dejo también mi tarjeta para lo que usted guste.

  - Ibai Torralba - leyó, saboreando  lo de "para lo que usted guste" -. Volveré a llamarte.

  Esa noche soñó con el fontanero. Se le presentó con la mirada cálida, sonriente, fuerte, esplendoroso. Con el vaquero ceñido, marcando paquete. Con camiseta blanca inmaculada. Exhibiendo brazos tersos, labios carnosos y lengua juguetona. Con aspecto de chico macarra, esa tipo de muchacho que tanto le gustaba cuando era adolescente. En el sueño, Elena se veía más joven, con las carnes bien prietas y no los colgajos flácidos de la parte superior de los brazos. Sin patas de gallos ni odiosas arruguitas en el ceño o alrededor de los labios. ¡Qué eran arrugas de reír, decían algunas! ¡Con lo poco alegre que le resultó la vida de casada! Eran arrugas de la edad. De cincuentona, que la sola palabra sonaba fatal. Eran arrugas reales, de las que pone el tiempo y los sinsabores de la vida. Eran las arrugas del desaliento y la desilusión. De los errores cometidos, de las equivocaciones tempranas. Se sumergió en el sueño sin maquillaje, no lo necesitaba. Con el pelo alborotado, sin el esclavo tinte. Con la dentadura perfecta, sin los implantes. Llena de juventud y con los bolsillos repletos de planes, con proyectos de vida recién horneados.

  El fontanero la elevaba en volandas hasta el centro de la pista. Las demás parejas, les hacían corro y les jaleaban con palmas.

  - Mon amour. Mon amour - le susurraba al oído y el aliento le inundaba tórrido, jadeantes las palabras, inmensas las caricias.

  Sonaba Júrame. Imposible otra melodía.

  - "...Tengo celos hasta del pensamiento que pueda recordarte a otra persona amada. Júrame..." - la melodía brotaba de la faringe del muchacho implorando amor, lujuria y delirio.

  Repentinamente despertó empapada en sudor. Nada que ver con los sofocos de la menopausia. Se trataba de otra cosa. Pestañeó repetidas veces, hasta lograr acostumbrarse a la oscuridad. Se incorporó. Se palpó los brazos blandos.

  - ¡Elena! ¡Elenita! - se reprendió en voz alta -. ¡Qué pena! ¡Qué hambre tienes, Elena! ¡Qué hambre!



SEPTIEMBRE 2014

  El acontecimiento de los huevos grises y grandes de las gallinas de Vicente en Azilu, continuó repitiéndose hasta mediados del mes de septiembre. Casi repentinamente el fenómeno dejo de serlo para retornar a la realidad aburrida y a la normalidad cotidiana. Vicente nunca comprendió que conjunto de hipótesis y conjeturas obraron semejante circunstancia, a todas luces más propia de seres fantasmagóricos que de planteamientos lógicos. El franchute no salía de su asombro. Mandó analizar el pienso, las cáscaras, las yemas, las claras e incluso las gallinas. Nada paranormal se cernía sobre el inverosímil fenómeno. Retornó a su granja sin comprender tan misteriosa intriga. El municipio se hizo famoso gracias al acontecimiento. La noticia corrió como la pólvora a través de las redes sociales. Vicente aumentó considerablemente las ganancias, ya que desde los lugares más recónditos de la geografía española, adquirían docenas de los famosos huevos. Lástima que el episodio no se alargó en el tiempo y a pesar de que lo siguió intentando, no logró modificar el tamaño ni el color del preciado alimento.

  - ¡Pobre Vicente! Se le están volviendo los sesos agua! - bromeaba Aurora -. Estaría bien que haríamos lo mismo con Félix. Al fin y al cabo no deja de ser un empujón económico para mi hermano.

  - De momento está mucho mejor - aseguró Elena borrando la sonrisa y volviendo a la cruda realidad -. Ha empezado a salir y vuelve a las andadas.

  - ¡Qué cansinos son este par!



JULIO 1979

  HB (Herri Batasuna) se convirtió en la segunda fuerza política en Euskadi en las elecciones municipales celebradas en abril. José Ángel Cuerda, conocido abogado vitoriano, fue proclamado alcalde de Vitoria por el PNV. En mayo nació el grupo de Juventudes de la Izquierda Abertzale, Jarrai, de ideología nacionalista, revolucionaria e independiente.

  Pese a los desordenes políticos, a la desesperanza de las familias rotas y del malestar vivido en la sociedad, la vida continuaba su placentero transcurso para Elena. 

  Blanca y radiante caminaba Elena hacia el altar. A la una del mediodía de un radiante día de julio, Félix aguardaba en la explanada de San Miguel, bajo la atenta mirada de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad. La novia, como mandan los cánones, llegó con cinco minutos de retraso. Las bromas se sucedían de corrillo en corrillo. "...Se ha arrepentido...". El novio, impecablemente planchado, engominado, encorbatado y perfumado, recibió a su amada, que impresionó con la eterna sonrisa y el semblante colmado de dulzura. Con el vestido blanco más bonito de Pronovias. El ramo de lirios en tono rosa pálido y tallo corto le prestaba candor e inocencia.

  - Buenos días, mon amour - le susurró al oído, rozándole suavemente con los labios húmedos.

  Elena le devolvió la sonrisa casi ruborizada ante la presencia imponente de su progenitor, que con orgullo y paso marcial, le acompañó hasta el altar mayor.

  El día trascurrió como se esperaba. Todo irradiaba esplendor y luz. Dulzura y condescendencia. Se prometieron amor eterno y lealtad y lo sellaron con respeto y admiración, hasta que la muerte tuviera la desfachatez de separarlos. El banquete se celebró en el Círculo Vitoriano y asistieron ciento cincuenta invitados. A petición de Félix, el baile no comenzó a ritmo de vals, sino a los acordes del bolero "Júrame".



  ETA había dado comienzo a una campaña de atentados contra intereses turísticos españoles, así como en contra de empresas francesas ubicadas en territorio español. El miedo dejó de ser exclusividad de madrileños y vascos. También se sentía en playas y hoteles de las costas levantinas y andaluzas, así como en las islas. Como consecuencia creció un odio visceral y exagerado contra todo lo que tuviera relación con lo vasco. A pesar de todo, la luna de miel se presagiaba para los recién casados romántica y feliz. Palma de Mallorca fue el destino para recoger vivencias de tres semanas de ensueño...

  Ciñéndonos a las cruda realidad, el ensueño se le desvaneció a Elena en un chasquido. La séptima noche Félix desapareció con la burda disculpa de bajar a la cafetería a comprar tabaco. Con el correr de los años, comprendió que el fallo estuvo en que le recibió llorosa y preocupada.

  - Amor mío. ¿Dónde has estado? ¿Qué te ha sucedido? Me tenías tan preocupada... Pensé que te habían secuestrado... No he pegado ojo en toda la noche.

  - ¡No te vas a creer con quien me encontré! - exclamó Félix apestando a alcohol -. ¡Con Ricardo!

  - ¿Qué Ricardo?

  - Pues Ricardo, mon amour. ¿A cuántos Ricardos conoces?

  - ¿Tu primo Ricardo?

  - ¡El mismo!

  - ¿Qué hacía Ricardo en Palma?

  - Viaje de negocios, mon amour. Nosotros estamos de luna de miel pero los demás siguen con sus vidas y muchos dando el callo.

  - Ya - hizo una pequeña pausa dándole vueltas al tema palpablemente mosqueada -. Pero aclárame una cosita, Félix. Si tu primo está en viaje de trabajo, ¿cómo es que habéis estado toda la noche de juerga?

  - Se alojaba en el hotel de al lado, mon amour. Aquí no tenía tabaco. Salí buscando un bar. Nos encontramos en la calle. Era su última noche en Palma. Me invitó a una copa, como es natural, tuve que corresponder. Ya sabes cómo son estas cosas, mon amour. Una copa lleva a otra y a otra y te lías y para cuando te das cuenta, ya está amaneciendo - dio por terminada la explicación, haciendo un mohín de disgusto.

  - Podías haberme avisado y hubiera ido con vosotros.

  - ¡Si fue todo de pronto! Ya te digo que lo hice sin pensar. ¡Lo siento mucho! - la abrazó con fuerza. La besó con ternura. Le hizo el amor tan dulcemente, que Elena sintió la necesidad de creerle -. Nunca volverá a pasar. ¡Te lo prometo!

  Bien mirado no le faltaba razón. Nunca volvió a pasar... en Mallorca, principalmente porque jamás volvieron. Sin embargo, en Vitoria, ¡la de primos y primas que se encontró!

  Desde comienzos de año, la ONU proclamó al año 1979 como Año Internacional del Niño. Elena deseaba con toda su alma quedarse embarazada con prontitud, convencida de que la llegada de un hijo resolvería todos sus problemas matrimoniales, por aquello de que un niño trae siempre mucha alegría, así lo certificaba su madre.




JUNIO 2015

  - Ahora te toca a ti ser mi cómplice - Elena habló en tono tan bajo que Aurora ni se inmutó. Tuvo que hacerle señas para que le prestara atención.

  - ¿Te pasa algo? - preguntó sin apartar la vista del Hola - ¿Has visto qué casas? ¡Qué lujo! Este salón tiene dimensiones de supermercado, chica.

  - Aurora, por favor, escúchame - alzó la voz.

 - ¿Qué pasa? - seguía pasando las hojas, exclamando por cada detalle que le sorprendía -. Enlace Sánchez de la Oliva - Menéndez, todos con faldones. ¡Qué mona es la novia! ¡Claro que a esa edad! Chica, qué maravilla de vestido. Dice que es del diseñador francés Constance Fournier, oye igual es pariente de los de aquí, los de naipes... Fíjate, Elena, dice que este Fulano confecciona vestidos nupciales vinculados a los valores del arte y la artesanía ¿Tú crees de verdad que se inspirará en cuadros? ¡Madre mía! ¡Vaya chorrada! Que el tío dice este vestido me lo ha inspirado el cuadro de Cortesanas al borde del Sena de Courbet, pongamos por ejemplo y los millonarios que a lo peor les sale el dinero por las orejas pero no tienen ni pajolera idea de quién es el Courbet ése, a apechugar con el pastón que el emparentado con el de las cartas les pida. Y no te digo nada, si el tipo asegura inspirarse en Kandinsky, vamos como para ir a mear y no echar gota. Ahora que también te digo, que si se lo pagan, hace bien el pollo.

  - Deja la revista de una vez y escúchame - imploró.

  - Si te estoy haciendo caso, cariño - continuó leyendo en voz alta -. Setas sobre cama de calabacín, tiene muy buena pinta.

  Elena suspiró con desgana, encendió un Fortuna y se recostó sobre el respaldo de la silla de la terraza de Río.

  - ¿Pedimos otro mariano?

  - Haz lo que te plazca - respondió Elena enfurruñada.

  - Me toca pagar a mi - llamó la atención del camarero que con destreza retiró los vasos vacíos y trajo la nueva consumición.

  - Te decía que...

  - ¡Cómo me gusta el vermut! - interrumpió -. ¿Qué quieres decirme?

  - No me haces ni puñetero caso. Si te gusta tanto, bébete también el mío. Me voy - se incorporó a medias. Aurora posó la mano rotunda sobre su brazo, obligándole a sentarse de nuevo.

  - ¡Qué si mujer! ¡Cómo no te voy a escuchar! - apartó la revista e hizo un guiño cómplice -. Anda, tonta, pide por esa boquita.

  - Ha llegado mi turno. Te toca actuar de compinche.

  - Lo que quieras, reina. Cuenta conmigo para lo que quieras - intentó leer en el rostro sobrio de la amiga.

  - Hace tiempo que lo tengo pensado. Lo que me apetece hacer con las cenizas de Félix es tirarlas...

  - ¿Quieres que las llevemos a Azilu para las gallinas de Vicente? - el regocijo ante la posibilidad de haber acertado, se le dibujó en el rostro.

 - No. He pensado en algo más acorde con su personalidad y sin salir de casa.

  - ¡Chica! ¡Qué suspense! Dime de una vez que tienes en mente para mon amour.

  - He pensado tirarlas por el váter. Es el lugar idóneo para ese mal nacido.

  Aurora prorrumpió en una sonora carcajada. Todas las miradas de la terraza se posaron en la mesa de las dos mujeres.

  - Quiero que estés a mi lado. Celebrar una fiesta. ¡Qué digo fiesta! ¡Fiestón! ¡Qué corra el alcohol sin medida!

  - Fenomenal, hermana.



DÍAS DEPUÉS...

  Se dieron un homenaje a base de marisco y otros manjares, regaron las viandas con champán francés. Moët Chandon Brut Imperial. Un lujo. 

  Sabedoras de no ser viudas al uso tras la partida de sus esposos, brindaron a cada sorbo. Cuando las seis botellas vacías del Moët rodaban por el suelo del comedor, sellaron el acontecimiento con dos botellas de blanco Marqués de Murrieta Gran Reserva ante la urna de cenizas.

 Elena trastabilló varias veces al abandonar el confortable refugio del comedor. Estuvo a punto de soltar el pequeño cofre contenedor de lo poco que quedaba de Félix. Retrocedió, recogió la copa y se sirvió un poco más de vino.

 - Paraaaaaa ellll camiiinoo - arrastró las palabras acompañándose de una risilla floja.

 - ¡Uyyyy! Estamos un poco mareadas - Aurora, con voz gangosa, le imitó y brindó sin lograr chocar las copas. 

  - Juntas avanzaremos mejor - siseó Elena con la mirada vidriosa y el paso vacilante -. ¡Anda, cariño! ¡Enhebra!

  Tropezaron, cayeron de una en una, a la vez, rodó la urna, Rieron, se recostaron en la pared del pasillo. Retomaron el camino... Llegaron al baño.

  - ¡Jódete Félix! ¡Jo-de-te! - clamó Elena dando vuelta a la urna. Los restos menudos de Félix cayeron a plomo en el interior del inodoro. A continuación hizo funcionar la cisterna -. Derechito al Chirrio, mon amour.

  Ambas vieron sorprendidas como las cenizas y el agua subían de nivel.

 - ¡No me jodas, Félix! - silbó Aurora con resignación, recuperando la lucidez de golpe -. Querida Elena, el impresentable de tu marido acaba de atascar el váter. Mañana a primera hora, llama al seguro y que te manden un buen fontanero.

  Elena prorrumpió en un llanto callado, difícil de controlar...