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miércoles, 31 de julio de 2024

PEPITA, LA DE PACO

   



   Hipocorísticos. Dicho así, resultan vulgares. Huele a cotilleo de barrio. Paco parece un don nadie, Pepi, una cualquiera pero...

 

  El pintor disponía el lienzo para empezar a trabajar en el óleo en cuanto llegara Pepita. No podía imaginar mejor  modelo. A sus cuarenta y cuatro años, don Francisco se relamía cuando una chiquilla como Pepi le sonreía con deleite y vanagloriaba lo que la inmensa mayoría de hombres de la corte estaban dispuestos a pagar con buenas bolsas de reales. Seguidamente, dedicó unos minutos al canapé aterciopelado en el que se recostaría grácilmente Pepita. Alisó con mimo los pliegues de la sábana. Se separó unos pasos del conjunto. Sonrió para si mismo y adelantándose de nuevo, ahuecó la almohada de encaje. La campana le alertó de la llegada de la mujer. Estiró los labios, que se abrieron ligeramente, restando seriedad al redondo rostro.  

  - Buenas, Paco - paseó la mirada curiosa del canapé verde a los cortinones de las ventanas y de estás al rostro colorado y a los grandes ojos negros del pintor, mientras se despojaba de la capa y el sombrerito a juego. Dobló las prendas con sumo cuidado, abandonándolas sobre una butaca -. Tenemos poco tiempo, Paco. Manuel tiene algo importante en la Corte y desea que le acompañe.

  Se ensombreció la estancia de repente, al desaparecer la sutil figura femenina tras un biombo. Según se despojaba de las ropas, las dejaba caer al otro lado con frenética prisa. El vestido, las enaguas, los zapatos... 

  Asomó la cabeza por un lado, exhibiendo la blancura inmaculada de la piel juvenil. Tersa, frágil, delicada. Dibujando un contorno perfecto de líneas corporales y acoplando un tenue perfume de lavanda a la estancia, que repentinamente dejaba filtrar la juventud alegre de la modelo. 

  - ¿Estás preparada? - preguntó Paco con la voz relajada, el pincel trémulo en la derecha, disponiendo las mezclas tonales con la otra mano.

  Pepita dejó caer la sabana que le cubría parte del cuerpo, mermando la actitud de mujer formal. Se dejó caer sobre el diván, tan delicadamente como se posa un pétalo de rosa en la mullida yerba.

  - Ladea un poco el cuerpo, levanta ligeramente el brazo, lleva el derecho hacia atrás, escóndelo entre el cabello, flexiona un poco las piernas... - Paco movía el pincel con presteza, aclaraba un tanto, oscurecía el fondo o callaba ensimismado como concentrado en admirar tanta belleza junta.

  Pepi le dedicaba todo su cuerpo, sabedora que sería admirada a lo largo de los siglos, según palabras de Paco. Ofrecía orgullosa la mirada franca con la expresión rotunda en los ojos, disfrutando de regalar el bello púbico a cuantos osaran disfrutar de sus atributos. Atrevida y audaz se regodeaba de la esbeltez prodigiosa que haría de ella una de las mujeres más famosas de la época: corrían los últimos años del siglo XVIII y en España reinaba Carlos IV. La Inquisición se haría eco por la carencia de recato y por el resalte de erotismo de la joven modelo. También por el conocimiento del cuerpo femenino. Ella era Josefa Petra Francisca de Paula de Tudó, amante y esposa de Manuel Godoy, más conocida como la Maja desnuda.