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martes, 12 de mayo de 2020

LOS ABRAZOS

      Me duelen los abrazos ausentes, los que guardo, los que no robo... Los que no me robas.
   Me crece la desgana de no sentirte la piel, me hiere la mirada tardía, se me derrite el pensamiento, me estorba el impulso vago.
   Exijo abrazos mullidos, de sentimientos  madrugadores, de miradas que acarician en los amaneceres plácidos.
   Necesito abrazos embriagadores, locos, sin tratamiento, con acordes de disparates absurdos.
   Quiero abrazos inmensos, que me cubran los anhelos en el remanso de los sueños.
   Regalo el abrazo libidinoso, recortado a pedazos de cualquier noche pendenciera.
   Reivindico el abrazo amigo, fusionado con la chanza revoltosa, hambriento de un futuro infiltrado en albores vigorosos.
   Deseo el abrazo ilimitado, solapado de tibieza, madurado al resol de un atardecer de verano.
   Aspiro  el abrazo genuino, inmerso en el detalle de la sonrisa perfecta, amparándose en el aguacero de una primavera de mil aguas.
   Ansío el abrazo diluido en dulce de leche, desaguando la grandiosidad enjuta de una llantina infantil.
   Preciso al francotirador de los besos torpedo, vocingleros, puntillosos, exfolidadores de tedios dolientes y amantes de ingravidas soledades.
   Me urgen los abazos rotundos, enigmáticos, desordenados, incautados al torrente subyugador de los ojos tranquilos, que esperan un mañana tonificante. 
   Reclamo el abrazo certero sin inflexiones ni escusas, que me hable con la esencia del deseo lo que las lágrimas impiden expresar a las palabras.
   Solicito el abrazo rejuvenecido, sanador y revitalizante que todos aguardamos.
   Imploro a los abrazos, que retornen, que se sumerjan en las pieles humeantes de dolor, que achiquen aguas, que resuciten emergentes,
que naveguen en latidos, que aprieten los huesos, que revivan...

  

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