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jueves, 30 de enero de 2025

MUY NUESTRA





   

  Es tan española que España es de ella. De lo contrario, Galicia no presumiría de Miño y se quedaría coja con tres provincias a falta de A Coruña; Cataluña no exhibiría señera; el País Vasco se quedaría sin ikurriña; los extremeños al igual que los cacereños se ubicarían en cualquier otro lugar; Madrid no se ampararía a la sombra del madroño; El Cabo de Peñas no arrullaría las costas de Asturias; no habitaría un solo maño en la comunidad de Aragón y en la Rioja no disfrutaríamos de un paisaje singular de viñedos. Incluso el Peñón de Gibraltar se quedaría sin dueños. Los nacidos en Valdepeñas se conformarían con ser oriundos de Jaén.

  No existirían combates de boxeo amañados. Nadie se empeñaría en lograr pequeñas ni grandes hazañas. Sin ella no soñaríamos ni siquiera en armiño y negro, no existiría el color añil y nadie se emborracharía con piña colada. Seriamos incapaces de hacernos compañía. ¿Quién se atrevería a regañarnos? La enseñanza carecería de valor. La vida resultaría anodina sin riñas, sin refunfuños.

  Nos sobrarían los piñones navideños y los puestos de castañas asadas, ¿seriamos capaces de renunciar a los deliciosos pestiños? Nadie osaría rebañar la salsa de los champiñones ni nos tapiñaríamos la vida a puñados.

  La tabla periódica se quedaría huérfana de estaño y la leña buscaría excusas para no arder en el hogar. Las aguas no se conducirían por cañerías ni llegarían hasta las bañeras y las fuentes se quedarían sin caños.

  Ningún ser humano se sentiría engañado. Naceríamos adultos y no cargaríamos la memoria con recuerdos de la niñez. Las brujas de los cuentos no embaucarían con ponzoñas ni los príncipes nos embobarían con ensoñaciones. Las muñecas no serían compañeras en los juegos de las niñas. Contaríamos con cuatro dedos en las manos, a falta del meñique. Los dedos no terminarían en uñas. Los pañuelos no recogerían nuestras lágrimas ni acariciarían las pestañas húmedas, que automáticamente dejarían de escudar nuestros ojos.

      Tras el verano, llegaría el invierno y a falta de otoño, el año sería tres meses más corto. No se celebrarían cumpleaños y las piñatas no presentarían añoradas sorpresas. Las familias quedarían disminuidas, sin cuñados.

  El mus se jugaría sin señas. ¿Quién nos señalaría las estrellas o escudriñaría cada mañana en el tañido añejo de la memoria?

  Los abrazos no se ceñirían cariñosos ni compartiríamos cañas en los bares. Nadie nos ofrecería señuelos ni nos preñaría de emociones. Las costumbres jamás serían de antaño, todo se diseñaría para permanecer eternamente.

  El desengaño no frunciría jamás el ceño. Las alimañas no se empeñarían en asaltar rebaños; las cigüeñas se reseñarían como simples pájaros, incapaces de albañilear nidos en las torres. Las pirañas lucirían piños postizos que únicamente arañarían con suaves rasguños y la lana de vicuña sería desdeñada.

  Las doñas y señoras bajarían de categoría, convirtiéndose en simples mujeres. El tamaño importaría un comino. Los puñales pincharían solamente  aire. El bisoñé no pasaría de ser un peluquín mondo y lirondo. Los hogareños no se refugiarían en cabañas y permanecerían ceñidos entre cuatro paredes. Las castañuelas evitarían castañear carantoñas a los corazones dañados.

   ¿Qué escalarían los montañeros? Se les quedaría la montaña amuñuñada.

  Los puños perderían las puñetas. Sería extraño encontrar un ruiseñor plañidero en los cielos de de las campiñas de Bretaña. Entre pañales danzarían  las muñeiras aquietadas. Los gañanes gruñirían entre la roña de los de su calaña. Las campañas políticas se convertirían como por arte de magia en campanas y a nadie le atañería. El lenguaje, a duras penas, se bañaría en barreños. Garfield se vería incapaz de probar la lasaña...

  Y ahí plantada está la niña, luciendo su moñete entre sus veintiséis hermanas. Bañándose unas veces en bañeras, otras alheñándose entre risueños tintes encarnados. Unas veces mostrándose contenta al son de las zanfoñas, asomándose a viñetas, otras ñiquiñaque y cizañera pero siempre señalándose las pezuñas, evitando ser apartada de su grupo.

  Se la ve altanera, altiva, única, eterna, de por vida tocada con moño o lo que viene a ser lo mismo, con virgulilla.

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