He aprendido que el tiempo
corre con desvergonzada prisa,
que la vida no se detiene
a tomar aire, que no respira.
Que un día no es igual a otro, aunque resulte parejo.
Que el llanto de ayer no suena como el de hoy,
ni la risa de un instante se asemeja a la de mañana.
He aprendido que el dolor, a veces se transforma en poderosa calma y que la calma aumenta a base de vagos recuerdos.
Que el olvido se ampara
entre los sólidos brazos de la memoria.
Que la memoria se ancla sórdida mientras muda de estante en el armario del pasado.
He aprendido que siempre es una palabra eterna y para siempre, se carga de ternura.
Que las despedidas las elige el destino despiadado.
Que el futuro se vislumbra con voraz esperanza, que se hace el remolón, que nunca llega del todo porque mañana persiste en ser futuro.
He aprendido a sentir el latido de cada nuevo día, a vivir... aprendiendo.
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