Como cada año, abril se presenta entre trémulos suspiros, lágrimas ausentes y el atrevido y desvergonzado adiós.
Algo repelente se entretiene acurrucando los sentidos, devorando las sombras del recuerdo, embadurnando la madrugada.
Las palabras reviven, las voces persisten en incesante contienda, las horas deambulan hechizadas mientras se marchitan nostalgias.
Lentamente, vagabundea el día, se avergüenza la tarde, palidecen los minutos hasta que travieso e impaciente, arrecia descarado el nuevo día.
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